«El pueblo colombiano ha padecido la tiranía de un régimen especial que desde principios de siglo y con el respaldo de la burguesía, se instaló en el gobierno al frente y en la dirección del Estado. Un régimen de la mafia y los paramilitares, saqueador de los bienes públicos a través de la corrupción y dedicado a sembrar el hambre entre quienes con su trabajo producen la riqueza social. Un régimen que utiliza sistemáticamente el método típico de la mafia y los paramilitares: asesinato de dirigentes y activistas, violencia extrema contra todo opositor» ¡Por un Gobierno de los obreros y campesinos, no de los explotadores!
Ese régimen especial no ha sido derrotado, como muchos periodistas, analistas y demócratas salieron a pregonar después del 29 de mayo, en el que pasó a segunda vuelta electoral Rodolfo Hernández, argumentando que este burgués reaccionario es otra propuesta de cambio como la de Gustavo Petro, ambas separadas del uribismo.
Para el pueblo luchador no hay duda de que Rodolfo Hernández sí es el continuismo, no solamente de las clases explotadoras sino del mismo régimen mafioso quien gobernará sin que aparezca oficialmente como partido gobernante.
Pero, aunque nombren a Gustavo Petro en la presidencia, tampoco significa que la mafia uribista sea derrotada; pierde sí el poder del Ejecutivo, escaño fundamental para garantizar que sus negocios sigan prosperando, pero sigue manteniendo el poder en varias instituciones del Estado importantes, como en la Fiscalía con Francisco Barbosa quien fue ratificado por el Consejo de Estado hasta el 2024; o en la Procuraduría con Margarita Cabello quien termina su período en el 2025; y conserva también las mayorías en el Congreso.
El régimen de la mafia seguirá en el poder del Estado, por la sencilla razón del inmenso poder económico que tiene. No hay que olvidar que el Estado es la máquina de dominación de una clase sobre otra, en este caso, de las clases dueñas del capital, las tierras, las fábricas, etc., quienes tienen el sartén por el mango.
En el caso de la mafia, un sector de esas clases pudientes, su negocio de los psicotrópicos ha estado boyante todos estos años, tanto así que Colombia es el principal exportador de cocaína, con el 70% de toda la producción mundial. Esta economía tiene un impacto del 2% en el PIB nacional, lo que equivale a $19,5 billones y aunque los últimos informes hablan de una reducción de hectáreas cultivadas -de 154.000 ha en 2019, a 143.000 ha en 2020-, la productividad ha ido en aumento, de 1.228 toneladas en el 2020, frente al estimado de 2019 de 1.137 toneladas. El precio de 1 kilo de cocaína en Bogotá es de aproximadamente 30 millones, en Estados Unidos de 28 mil dólares ($112.000.000) y en Europa 40 mil dólares, es ¡mucha plata!; el régimen de la mafia, no solamente seguirá en el poder, sino que tratará de buscar nuevamente hacerse a la presidencia directamente.
Pero entonces, ¿cuál es el interés desde los medios de comunicación burgueses de convencer a las masas que lo que se disputará en la segunda vuelta es el voto por dos tipos de cambio?, ¿por qué pregonaron la derrota del uribismo?, ¿por qué el mismo Rodolfo Hernández en su discurso pretende desligarse de Uribe?, y ¿por qué Uribe lleva una semana sin pronunciarse?
Porque hay una situación muy importante y especial que todos ocultan, o mencionan como si no fuera importante, pero es el aspecto más vital de la realidad colombiana: el fantasma del estallido social. Tanto los capitalistas como los defensores de la dictadura de los ricos, no quieren que se presente un nuevo estallido como el del 28 de abril del 2021, que por las mismas contradicciones del sistema es inevitable; por cuanto es causado por la profunda crisis social que las clases dominantes no pueden paliar; estallido que se presentará, a pesar de que en este tiempo hayan tratado de apaciguarlo, especialmente mediante las promesas de cambio en las elecciones por parte de todos los candidatos.
El odio y desprecio que siente el pueblo por el uribismo, manifestado en la farsa electoral por un sector de los abstencionistas y otro sector de los votantes; es un hecho utilizado por los representantes de las clases dominantes para mostrar que el uribismo fue derrotado. Por consiguiente, si gana Rodolfo Hernández no es continuismo, como tampoco lo sería Gustavo Petro. Pero la burguesía consciente del peligro del estallido social prefiere poner en la presidencia a Hernández pues Petro puede ser un factor desestabilizador porque ha prometido unas reformas que no podrá cumplir. Así con la idea de la derrota del régimen uribista pretenden que el pueblo termine aceptando que por la vía democrática perdió Petro, pero “ganó la democracia”, es decir, la dictadura burguesa.
Puesto que el continuismo ganará sea que quede Rodolfo Hernández, sea quede Gustavo Petro, el fantasma del estallido social que todos temen volverá a tomar cuerpo y saldrá nuevamente a las calles, pues en esencia la máquina del Estado seguirá en manos de los burgueses y terratenientes, socios y lacayos del imperialismo yanqui.
Y esta vez será más fuerte, más contundente, y si cuenta con la fuerza del pueblo organizado y armado ahí sí será derrotada la mafia y de paso todos los explotadores, estableciendo un Estado de obreros y campesinos y garantizando con la expropiación a los expropiadores que sea el pueblo quien agarre el sartén por el mango.