Ante la situación crítica de la sociedad colombiana en lo económico, político y social, donde el pueblo lleva la peor parte, por estos días, proliferan los llamados a la movilización callejera, al paro y también a la unidad de los trabajadores. Es muy buen síntoma la ausencia de convocatorias a concertar con los enemigos del pueblo. Es magnífico que la invitación no sea a resolver los problemas de los pobres mediante la lucha electoral y parlamentaria. Es excelente que el común denominador de todos los llamamientos sea a la lucha unida y directa de las masas.
Y no se trata de un descuido en el discurso de los jefes del oportunismo y del reformismo. Todos se han tragado su línea de conciliación y de ensueño en la farsa electoral, obligados, de una parte, por la ofensiva reaccionaria del régimen y los capitalistas, que no distingue ni respeta a quienes desde abajo sirven a sus verdugos, ni tampoco a quienes han firmado la paz con los enemigos rindiendo sus armas para dedicarse a defender el Estado de los opresores, el mismo que ahora los acribilla; y de otra parte, obligados por el ascendente movimiento de masas cuyo impulso nace de la espantosa desigualdad social, del asco a continuar viviendo en este infierno capitalista, del repudio a seguir soportando el terror de los opresores y la ambición de los explotadores.
Desde la base, los trabajadores dicen ¡basta ya!, yerguen la cabeza y se disponen a forjar con sus propias manos la unidad, la organización y la lucha mancomunada, única forma de conquistar sus reivindicaciones inmediatas y ganar la fuerza necesaria para avanzar a la derrota total de sus enemigos.
Son éstos, los motivos reales inspiradores de los distintos llamamientos a la movilización y el paro, hechos por los dirigentes y voceros de organizaciones sindicales, organizaciones populares de masas y organizaciones políticas de diversas tendencias, manifestando un acuerdo tácito general de rechazo a las políticas superexplotadoras dictadas por las instituciones imperialistas —OCDE, FMI, BM…— y ejecutadas servilmente por sus socios lacayos burgueses y terratenientes a través de la agenda empresarial y los innumerables decretos y leyes antiobreras y antipopulares impuestos por el régimen uribista de Duque a la sombra de la pandemia.
También se manifiesta acuerdo general en reconocer la tendencia a intensificar la lucha y actividad del movimiento de masas, y su disposición combativa a tomar las calles por el camino del Paro general desbrozado ejemplarmente por el pueblo colombiano el 21 y 22 de noviembre de 2019.
Y desde luego, no puede faltar el acuerdo tácito general de aceptar y declarar públicamente la necesidad de la unidad. Aunque son parte de esa necesidad, la unidad de los comunistas en un solo partido del proletariado, de los movimientos revolucionarios de masas en un frente político anti-capitalista y por el socialismo, del movimiento sindical en una verdadera central independiente y revolucionaria… ahora, la atención se centra en la unidad del movimiento espontaneo de masas para desplegar su poderosa fuerza en la lucha directa por sus vitales reivindicaciones y no se desperdicie en el pantano de la concertación o en el vergonzoso respaldo a la farsa electoral; para que su lucha inmediata sirva al avance de la demolición de este sistema de la explotación asalariada, y no se dilapide en el respaldo pasivo a los remendones salvadores del capitalismo.
Declarar la necesidad de la unidad del pueblo colombiano será apenas un deseo unitarista si no se delimitan las condiciones características de la unidad que verdaderamente sirva a los intereses del pueblo.
Y es ahí donde aparecen los estragos del unitarismo que es la unidad sin ideología, la unidad sin principios, la unidad de la cantidad sin calidad, la unidad de acción desarticulada de la conciencia política.
Sería absurdo oponerse a la unidad del pueblo colombiano; aparte de los enemigos, a nadie le pasa por la cabeza tal disparate. Qué bueno fuera tener ya unido al pueblo colombiano no solo para resistir en lo inmediato a la embestida capitalista, sino para de una vez tomar la fortaleza enemiga.
Pero lo cierto es que además de la labor directa y abierta de los explotadores en lo ideológico, político y militar para impedir la unidad del pueblo llevando a cabo la doctrina del “divide y reinarás”, el principal impedimento para la unidad de las masas, lo atraviesan los explotadores indirectamente a través de sus lugartenientes vende-obreros y oportunistas, que se mueven en el movimiento como “lobos con piel de oveja”.
Son esos lugartenientes quienes proclaman la conciliación entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, en el vano intento de preservar el capitalismo suprimiendo la lucha de clases motor de la sociedad y de sus cambios revolucionarios.
Son esos lugartenientes quienes declaran la necesidad de la paz con los enemigos del pueblo, en el pérfido propósito de impedir que algún día los trabajadores armados destruyan la tiranía de los capitalistas.
Son esos lugartenientes quienes se empeñan en salvar el Estado burgués y su democracia, ocultando que es una institución hipócrita, democrática para los ricos y dictatorial para los pobres.
Con los vende-obreros peones del unitarismo y la conciliación de clases no se puede pactar la unidad. Creer en sus prédicas unitarias es aceptar de antemano la derrota de la unidad, como se ha comprobado amargamente en el unitarismo que sirvió de base a la fundación de la Central UNITARIA de los Trabajadores —CUT; allí triunfó la política de la conciliación y concertación, siendo derrotada y erradicada toda idea y actuación con independencia de clase en el movimiento sindical. El fruto de tal unitarismo se ve palpable en la situación actual de la clase obrera, pues por décadas el unitarismo conciliador ha impedido la lucha directa, ha maniatado al movimiento sindical, brindando toda la ventaja a los explotadores para apretar al máximo los grilletes de la esclavitud asalariada.
Con los pacifistas no se puede pactar la unidad. Creer en su pacifismo, es aceptar de antemano la dictadura, el terror, la masacre y matanza selectiva, como lo muestra la terrible realidad del tratamiento criminal del Estado a los guerrilleros desmovilizados, demostrando una vez más que la paz de los ricos es la paz de los cementerios, es la guerra contra el pueblo. El pacifismo engaña, debilita y divide al pueblo.
Con los politiqueros no se puede pactar la unidad. Su respeto a la institucionalidad burguesa y su inservible política de tramitar todo por las buenas con el gobierno y el congreso, engatusan y dividen al pueblo.
Aun así, conociendo la calaña de los lugartenientes de la burguesía en el movimiento de masas, hay organizaciones que dicen luchar por los explotados y oprimidos, pero siguen confiando en esos lugartenientes aunque de palabra los denuncian; es el caso de los compañeros de la Coordinadora Nacional Social Sindical y Popular — CNSSP en las conclusiones de un reciente Encuentro, pecan de ingenuos y vacilantes cuando llaman a los jefes vende-obreros de las Centrales Sindicales a “abandonar el camino de la concertación”, cuando precisamente tal es la razón política de su existencia y del apoyo del Estado a su papel patronal y divisionista en el movimiento. O cuando se declara como criterio de unidad que “El movimiento no debe utilizarse como plataforma electoral de ningún partido o movimiento político, puesto que eso desalentaría la participación de quienes no pertenezcan a ese partido. A la vez, se debe alentar la participación y respetar los derechos de todos aquellos que militen en partidos contrarios al régimen imperante”, a sabiendas de que los politiqueros petristas de la Colombia Humana, partícipe de esa coordinación, calculan su actividad y respaldo al movimiento de masas no en la perspectiva del avance revolucionario sino de ampliar la base social para la lucha electoral, trillado engaño reformista que desmoviliza y divide al pueblo; y peor todavía pretender dar cabida dentro de la unidad a los burgueses de los “partidos contrarios al régimen imperante”. Ingenuidad y vacilación cuando dentro del justo apoyo a las reivindicaciones de los pueblos indígenas, se acepta sin crítica la errónea posición de sus jefes en respaldo al “proceso de paz”, una farsa que sirvió para legalizar el despojo y de mampara de los innumerables asesinatos de sus líderes.
Se dirá que se trata de “No excluir a ningún sector, movimiento, persona, territorio que desee participar consecuentemente en la lucha” como también se declara en otro de los criterios de unidad. ¡De acuerdo! Sólo que ser consecuente con la lucha presupone unirse en defensa de los intereses del pueblo, no de las tramoyas que lo engañan y dividen. Es obligación de los revolucionarios elevar la conciencia política del movimiento de masas rechazando y desenmascarando las políticas de los falsos amigos del pueblo, tales como la concertación y conciliación de clases, lo cual correctamente se lee en el documento aludido. Pero también, desenmascarando el carácter inservible y divisionista de la lucha electoral en el actual momento político del país y no embotar la conciencia del pueblo con afirmaciones de este calado:“Saludamos los recientes avances de las luchas de los pueblos boliviano y chileno contra los gobiernos derechistas de Añez y Piñera, y hacemos votos porque sus propósitos antioligárquicos y antiimperialistas culminen con éxito. Debemos seguir el ejemplo de lucha dado por las masas de estos dos países hermanos” (s.n.). Rechazar y desenmascarar la traición y mentira del pacifismo, tanto en la lucha de las masas, como en los acuerdos con los enemigos; también la idea errónea de solo atacar el “modelo” neoliberal, como si hubiera otro modelo capitalista que todavía sirviera a la sociedad, o se ignorara que todo el sistema capitalista está caduco, es reaccionario por descompuesto, por explotador, por opresor, por antisocial. Estas verdades fueron silenciadas por los compañeros.
La discusión sobre la unidad es de muy vieja data, y sobre nuevas bases y experiencias, vuelven a plantearse los mismos problemas: la unidad de acción es muy amplia, incluyente y para las masas, mientras que la unidad consciente es restringida, excluyente, sectaria y solo para los políticos del partido. Tal ha sido el argumento del oportunismo de derecha —mamerto— y también del oportunismo “izquierdista”, utilizado para explotar, dividir y diseminar el viejo sindicalismo independiente a cuenta del unitarismo en la acción.
Aunque existe un trecho entre la unidad del movimiento obrero y sindical, y la unidad del movimiento amplio de masas, por ser fenómenos cualitativamente diferentes, también existen relaciones comunes, que permiten afirmar y defender la necesidad de la unidad consciente en el movimiento de masas, es decir, la unidad fundamentada en ideas claras en las masas —conciencia— respecto a que los comunes enemigos a muerte del pueblo colombiano son la burguesía, los terratenientes y los imperialistas; que sus falsos amigos son los jefes de los partidos oportunistas y reformistas, y sus verdaderos amigos los revolucionarios y comunistas.Unidad fundamentada en ideas claras en las masas —conciencia— de que sus comunes intereses mínimos en cuanto a empleo, salarios, salud, educación, vivienda… se conquistan mediante su lucha directa no a través de intermediarios politiqueros, y la forma de esa lucha directa hoy tiene nombre propio: Paro General Indefinido. Unidad fundamentada en ideas claras en las masas —conciencia— de que no es suficiente combatir el hambre y la miseria en lo inmediato, no basta resistir a la explotación y a la opresión, es también necesario pasar de la rebelión a la revolución, es necesario derrotar este sistema de explotación y reemplazarlo por un nuevo sistema de colaboración socialista.
La unidad consciente se puede resumir en independencia ideológica, política y organizativadel movimiento de masas con respecto a los enemigos del pueblo, requisito indispensable para que la necesaria unidad de acción sirva a un verdadero avance de la lucha y no se convierta en el unitarismo de borregos que terminan dirigidos por las clases enemigas o por sus lugartenientes, luchando bajo banderas completamente ajenas a sus intereses, como son el nacionalismo, la paz con los enemigos, la defensa de la democracia de los ricos, el apoyo a los imperialistas rusos y chinos, al bolivarianismo y demás distorsiones del verdadero socialismo.
Si estas discusiones son las que ahora en la declaración de la CNSSP se tachan de “debates sectarios que distraen la atención de los problemas esenciales y valiosas reivindicaciones en lucha inmediata y el avance hacia un nuevo poder económico y político construido por el pueblo”, los compañeros ya han renunciado al deber de los revolucionarios de pugnar por hacer que la lucha inmediata, a través del Paro General Indefinido, sirva al avance hacia un nuevo poder económico y político construido por el pueblo. Una peligrosa actitud que niega, por la experiencia histórica y reciente, que la única forma de hacer que las burocracias de las centrales sindicales patronales, el oportunismo y los partidos que se oponen al régimen actual se “radicalicen” y apoyen realmente la lucha revolucionaria de las masas, consiste en que sean las propias masas quienes los rebasen.
He ahí la razón de la gran importancia que reviste la independencia de principios, propósitos políticos y formas de organización, abanderada por el Bloque por el Paro General Indefinido, en un intento serio de disputar la dirección del movimiento a los jefes vende-obreros y oportunistas, sin abrigar esperanzas en la reeducación de los traidores pero sí de ganar para la lucha y la verdadera unidad del pueblo a las bases de las centrales y organizaciones, víctimas de la confusión y el engaño patronal oportunista. He ahí la razón de las discusiones en el Bloque por el Paro General Indefinido con los compañeros de Notas Obreras; sin embargo, los compañeros decidieron dividirlo e irse al pantano a montar lo que ahora se conoce como CNSSP, y sin asomo de vergüenza se declaran “campeones de la unidad” atacando a los revolucionarios con epítetos de divisionistas y sectarios.
Pero no todo está perdido. Jefes políticos quienes hasta hace poco se codeaban con los mandamases de las centrales y no admitían la existencia de condiciones para un Paro Nacional Indefinido, poco a poco —aunque sin autocrítica como corresponde a los revolucionarios— han ido reconociendo la tozuda realidad; ya denuncian la política de concertación de Diógenes, Julio Roberto y Cía., y en hora buena aceptan la necesidad de avanzar al Paro General Indefinido. Son indicativos de que los debates de los revolucionarios sí calan en la conciencia de la gente, y las equivocaciones propias del engreimiento intelectual de los compañeros todavía pueden ser rectificadas. Ese sí es un verdadero compromiso con la lucha por la unidad del pueblo colombiano.