Reporte del 8 de marzo en Cali

Reporte del 8 de marzo en Cali 1

«Las feministas burguesas aspiran a conseguir las reformas en favor del sexo femenino en el marco de la sociedad burguesa, a través de una lucha entre los sexos y en contraste con los hombres de su propia clase, no cuestionan la existencia misma de dicha sociedad. Las mujeres proletarias, en cambio, se esfuerzan a través de una lucha de clase contra clase, en estrecha comunión de ideas y de armas con los hombres de su clase (…) por la eliminación de la sociedad burguesa en beneficio de todo el proletariado. Las reformas en favor del sexo femenino y en favor de la clase obrera son para ellas únicamente un medio para un fin, mientras que para las mujeres burguesas las reformas del primer tipo son la meta final. El feminismo burgués no es más que un movimiento de reforma, mientras que el movimiento de mujeres proletarias es y debe ser revolucionario». Clara Zetkin «Separación tajante» (1894)

Salieron las herederas de la tradición revolucionaria

El pasado 8 de marzo, no solo salieron a marchar las nietas de las brujas que no pudieron quemar en las hogueras, también salieron las herederas de la tradición revolucionaria de las mujeres socialistas y comunistas que, mucho antes de que el movimiento socialista institucionalizara el Día Internacional de la Mujer, ya organizaban a las mujeres trabajadoras para —mediante huelgas, lucha directa y revolucionaria en las calles— luchar por los derechos de las mujeres y de los niños.

Al inicio de la marcha, sentimos cierto temor pues el feminismo radical hacia los hombres, pero moderado y complaciente con las mujeres acomodadas y blancas, nos generaba preocupación, no solo por la seguridad de nuestros compañeros, sino también por la nuestra. Nosotras, como mujeres de la clase trabajadora, llevábamos una posición clasista, no una aislada perspectiva de género. Lo que nos dio confianza fue la intervención de las compañeras afrodescendientes, quienes, desde su feminismo antirracista, señalaron claramente la necesidad de luchar contra el feminismo blanco, que ha sido despojado de cualquier lucha real contra la opresión racial.

Además, desde el micrófono se reconoció que estábamos presentes distintos colectivos que representaban a diferentes sectores y diversas ideologías. Se destacó la pluralidad y los matices del feminismo, lo que nos permitió reafirmar nuestra posición. Fue en ese momento cuando sentimos más confianza para pasar al micrófono y leer nuestro comunicado, un llamado a recuperar el carácter de clase del 8 de marzo y no seguir permitiendo que esta fecha, históricamente vinculada a la lucha de las mujeres trabajadoras, se diluya en una lucha vacía de contenido de clase.

En Cali fuimos solo un pequeño bloque rojo, pero se destacó por la combatividad propia de la clase obrera cuando marcha bajo sus propias banderas; a este bloque se fueron sumando unas cuantas mujeres sindicalistas que se reconocieron en nuestras consignas: por un alza general de salarios, por empleo y contratación directa, por libertad para las presas por luchar, contra el imperialismo y el fascismo, contra el terrorista Estado sionista, contra la tercerización laboral y la subcontratación, contra la esclavitud doméstica y la esclavitud asalariada, triste destino que el capitalismo ha impuesto a las mujeres del pueblo y que consume sus fuerzas, su tiempo, su vida.

Cabe destacar que este año la marcha coreó más consignas que se identifican plenamente con la clase obrera, que cobijan a las mujeres del pueblo y no solo a las mujeres en general, independiente de su clase social.

Las mujeres trabajadoras ahora queremos reencauzar el 8 de marzo, no solo como una fecha para todas las mujeres, sino como una fecha obrera y lo hacemos porque sabemos que, si bien como mujeres sufrimos la opresión del sistema capitalista sustentado en el machismo, como mujeres proletarias y campesinas, como mujeres del pueblo no solo enfrentamos esa opresión, sino también la doble esclavitud: asalariada y doméstica; y esta explotación no afecta a las mujeres de las clases dominantes, pero se muestra cruda y brutal en las mujeres de las clases trabajadoras.

A lo largo de la marcha se destacó un grupo de jóvenes encapuchadas que hacían pintas y pegaban carteles denunciando profesores de las instituciones de educación superior en Cali que han sido acusados de abuso sexual contra las estudiantes, pero cuyas familias siguen recibiendo beneficios en el sector cultural de la ciudad. A aquellas chicas alentamos con nuestras arengas: «Contra la violencia reaccionaria, viva la violencia revolucionaria de las mujeres del pueblo».

Este pequeño bloque rojo también recogió las consignas que las mujeres socialistas agitaban por allá en 1910, pero que aún continúan vigentes: «Abajo las desigualdades, la falta de derechos y la opresión de la mujer: horroroso legado del mundo burgués», «Abajo el capitalismo imperialista y los horrores infames que engendra contra la mujer».

Igualmente, este 8 de marzo fue una bella ocasión para reencontrarnos con camaradas que, desde hace décadas, lucharon por conquistar las reivindicaciones más sentidas del pueblo trabajador, por la restauración del partido revolucionario que necesita el proletariado y campesinado colombiano para luchar por una revolución socialista; así como también para marchar junto a mujeres nuevas que han entendido la necesidad de marchar bajo nuestras propias banderas: la bandera roja y proletaria.

A lo largo de la marcha, que fue más bien corta, repartimos nuestra propaganda, explicando a las mujeres la necesidad de organizar un Movimiento Femenino Revolucionario que construya y pelee una plataforma con las reivindicaciones más sentidas de las mujeres que en los diferentes gremios sufren la explotación asalariada y la esclavitud doméstica. Gremios como el magisterio, cuya lucha por los tres grados de preescolar se constituye en una demanda protectora de la mujer, pues generaría estabilidad laboral y mejoraría los salarios de cientos de mujeres al lograr que el Estado contrate directamente a todas aquellas que trabajan en instituciones privadas atendiendo a niños en la educación preescolar, con bajos salarios, inestabilidad laboral y jornadas extenuantes; además, se mejoraría la calidad de la educación pública y se aliviaría un poco el peso del cuidado infantil, trabajo que históricamente recae sobre las mujeres.

Convocamos a todas las mujeres, sobre todo aquellas que, bajo contratos de prestación de servicios, trabajan para el Estado en los sectores de la cultura, administración, salud… pues es urgente la lucha por nombramientos directos, para que se termine con la precariedad de los contratos por prestación de servicios, que perpetúan la desigualdad salarial de género.

Llamamos a todas las mujeres a formar un Movimiento Femenino Revolucionario dentro del movimiento obrero, que agite las consignas más sentidas de las mujeres y que impulse la lucha por una plataforma propia.

Si bien nuestra participación en el 8 de Marzo aún es minoritaria, queremos construir un bloque de mujeres obreras con consignas propias y una plataforma de lucha propia, no solo para marchar el 8 de Marzo, sino también en el 1 de Mayo, convenciendo a nuestros camaradas obreros de que, así como es necesario reorganizar el movimiento sindical y despojarlo de la ideología burguesa que permea sus métodos de lucha y los convierte en la nefasta conciliación, debemos también despojarnos de la ideología machista que destruye la relación entre obreros y obreras y que, al hacerlo, destruye la lucha del movimiento obrero. Pues, como correctamente lo señaló la camarada Alexandra Kollontai: «El retraso y la falta de derechos sufridos por las mujeres, su dependencia e indiferencia no son beneficiosos para la clase trabajadora, y de hecho son un daño directo hacia la lucha obrera».

Hoy, más de 100 años después, nos continúan inspirando los métodos de trabajo y dirección de las mujeres revolucionarias dentro de la historia del movimiento obrero: Clara Zetkin, Nadezhda Krúpskaia, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai, Inessa Armand, Lilina Zlata, María Cano, Juana Julia Guzmán, Betsabé Espinal; y las mujeres de hoy queremos seguir marchando bajo su tutela, peleando por los derechos de las mujeres trabajadoras.

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