Luego de las dificultades que viene atravesando el gobierno para pasar las reformas, en especial la de la salud, Petro ha decidido reunirse con sectores de la gran burguesía y con uno de los jefes de la oposición derechista, Álvaro Uribe, con el fin de poder convencerlos de la necesidad de las reformas. Petro fue a hacer lo que mejor sabe hacer: predicarles moral a los capitalistas.
La reunión entre Petro y los burgueses ha generado diversas reacciones: la derecha habla de no confiar en él, de que esa reunión es parte de una estratagema para engañar a los empresarios, convoca a no ceder en la lucha de frente contra el gobierno, es decir, llama a la lucha de clases. Mientras tanto, la izquierda institucional celebra la reunión, dice que es «histórica», la celebra como una victoria, e invita a continuar por el camino del «diálogo social» y la «unidad nacional», en otras palabras, llama a la conciliación de clases.
Petro junto a los capitalistas, entre ellos el gran burgués Sarmiento Angulo. Foto: Presidencia.
Es normal que la democracia pequeño burguesa (inclusive la que se disfraza de comunista) celebre la reunión y llame a la conciliación de clases, puesto que se siente presionada al estar en medio del enfrentamiento entre dos clases (la burguesía y el proletariado) y no desea ser arrastrada por esa lucha. Su papel, y este gobierno es expresión de ello, fue ahogar la agudización de las contradicciones sociales manifiestas en el pasado levantamiento popular en el frío lago de la paz social y la unidad nacional. Para ello se comprometieron a realizar «cambios históricos», reformas necesarias para que la situación no fuera -al menos por el momento- crítica y explosiva, y de esta forma «impedir la revolución» como dice Petro. Pero la clase dominante colombiana, de las más sanguinarias y oligarcas, no está dispuesta a ceder mucho.
Las clases dominantes han echado mano de sus medios de comunicación, de sus agentes dentro de las instituciones del Estado, del sabotaje por medio de sus representantes políticos, de la manifestación callejera, todo por torpedear las reformas o tumbar algunos puntos de estas que no le favorecen. En cambio, la democracia pequeño burguesa representada en el Pacto Histórico -y que tiene maniatada a la clase obrera- para pasar las reformas insiste en los llamados a la conciliación, a la unidad entre las clases («las dos Colombias»), al regateo inútil de sus congresistas y las pacificas movilizaciones de aplauso al gobierno. Justamente, es esa política de conciliación la que termina sirviendo a la derecha. Es esa política conciliadora la que contribuye a que el gobierno no logre su cometido de pasar las reformas (base de su gobierno junto a la política de paz total), o al menos no como las habían presentado originalmente. La derecha obliga al gobierno a ceder cada vez más; y el gobierno cede cada vez más a la derecha. El gobierno que se dice «popular», en medio de una situación difícil, en lugar de apelar al pueblo trabajador a que se organice, a que se movilice y que imponga por la fuerza las reformas… prefiere ir a convencer a la burguesía.
La política de conciliación de clases es un fracaso. Algunos pseudo marxistas nos dirán que en la política los acuerdos son necesarios -en eso estamos de acuerdo-, pero olvidan que lo principal siempre es la lucha de clase y que esa no se deja de lado ni siquiera cuando se hacen acuerdos para sortear una situación difícil. «Pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios». Y la política de lucha de clases es uno de ellos.
La clase obrera no ha visto, no ha sentido hasta el momento, que su situación haya mejorado, porque efectivamente no ha ocurrido. En este momento es más necesario que nunca retomar la movilización social con total independencia del gobierno. Hay que fortalecer las organizaciones obreras y populares. Es necesario ir preparando la organización de las asambleas populares (por sector social, localidad, región y nacional) para reactivar las discusiones sobre los problemas del país, recoger nuevamente las reivindicaciones del pueblo (teniendo en cuenta que las reformas del gobierno no recogen en su totalidad las reivindicaciones del levantamiento popular) y organizar de manera más coordinada y unitaria la lucha.