Llegamos a otro Primero de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera, la jornada donde la clase de los asalariados de todo el planeta cierra filas para hacer un balance del estado de sus fuerzas, analizar las condiciones objetivas y subjetivas de la clase más numerosa, aquella que con su trabajo y conocimiento hace posible todo el proceso de producción y distribución en la sociedad.
El empeoramiento general de las condiciones materiales de la clase obrera sigue siendo una de las más dolorosas y contradictorias realidades, pues entre más produce para acrecentar la ganancia de los dueños del capital, y entre más crece la intensificación del trabajo y las jornadas en las empresas, al obrero y su familia le queda cada vez menos para sobrevivir. Esto lo demuestran los estudios del Banco Mundial, que a finales del 2022 reportó que aproximadamente 95 millones de personas vivían en lo que ellos califican como “pobreza extrema”; además, las expectativas que esos estudios muestran no son nada halagüeñas, dice la misma entidad que «se calcula que para 2030, casi 600 millones de personas deberán subsistir con menos de US$2,15 al día».
La crisis general del capitalismo se profundiza y nada prevé que esta caída en picada del sistema tenga reversa fácilmente. Ante ello, la burguesía hace lo de siempre: toma medidas para, desde todos los Estados burgueses, descargar brutalmente la crisis sobre los trabajadores, mientras los imperialistas frenéticamente se alistan para una posible nueva guerra mundial, como otra supuesta válvula de escape a la crisis.
Esta es la razón absoluta de todo el paquete de medidas similares que en la mayoría o en todos los países se ejecutan desde cada Estado burgués, dejando claro que hacen parte de un acuerdo general entre los imperialistas. Eso es lo que les da a esas medidas un carácter político y, por ende, la respuesta del pueblo contra ellas ya no debe ser meramente económico o solo de resistencia.
Pero, así como crece la opresión también crece la lucha del movimiento obrero en todas partes. Las huelgas económicas y las luchas políticas en oposición a las medidas generales del capitalismo en contra de los trabajadores no dan tregua y explotan todos los días en los cinco continentes. Lo que va corrido del año 2023 se ha caracterizado por centenares y enormes manifestaciones en todo el mundo; una cadena ininterrumpida de luchas que comprometen a diversos sectores de la población, como bien lo registró https://www.revolucionobrera.com/internacional/lucha-4/ al titularlo como En otros lugares del mundo arde la llama de la lucha.
Todas estas luchas tienen una característica muy importante, y es que los levantamientos de masas se han multiplicado en los países poderosos como Estados Unidos, Francia, Inglaterra y todo el Reino Unido, España, Alemania, y otros tantos; lo que le da una cualidad especial, sumada a lo que pasa desde hace varios años en los países de Asia, África y América Latina: todo el mundo es un enorme round de lucha que ridiculiza cualquier llamado a la paz entre clases sociales, burdo consejo que ha sido siempre un bombón de trapo para envolatar al pueblo.
Precisamente la participación creciente de la clase obrera organizada es otro de los ingredientes destacados, pues en esos levantamientos han aumentado ─sobre todo en los países imperialistas─ las huelgas en importantes sectores de la economía, lo que hunde el dedo en la llaga purulenta de la burguesía y los hace lanzar coletazos violentos contra las manifestaciones, pues una cosa es que el pueblo salga a las calles, pero otra muy distinta es que paralicen parte de la producción y la economía. La clase obrera se debate para ocupar su lugar protagónico en la lucha general del movimiento de masas contra el sistema y su Estado; la contradicción proletariado vs. burguesía, como principal en el mundo, se cristaliza cada vez más para quienes aún la niegan o menosprecian.
Otra de las importantes características, en lo que va corrido del 2023, es que se agudiza la lucha entre los dos caminos. El movimiento general de masas y el movimiento obrero en particular, frente a la cuestión de ¿cómo enfrentar al Estado burgués?, si por la vía parlamentaria, constitucional, de sumar fuerzas en los entes de gobierno y mediante acuerdos de mayorías lograr la legislación en beneficio de los trabajadores; o por la vía de la huelga, la fuerza de la movilización y la parálisis de la economía para obligar al gobierno ─sea el que sea─ no solo a promulgar leyes, sino a tomar medidas reales que beneficien a los obreros y los campesinos y que protejan de verdad la naturaleza.
La materialización de esos dos caminos ha cobrado vida en los grandes levantamientos donde los amigos del reformismo y los defensores de la conciliación crean aparatos burocráticos nombrados por los jefes vendeobreros y de partidos politiqueros, para adjudicarse una supuesta representatividad del movimiento de masas, para encasillarlo en los marcos estrechos de la ley, para condenar a los jóvenes luchadores como “terroristas y provocadores”, para ponerle talanqueras a las huelgas y convocar a desfiles respetuosos y al diálogo con los enemigos del pueblo. Como contra parte, desde las entrañas de las fuerzas que se lanzan a la lucha, se crean formas asamblearias de masas: deliberan, legislan y ejecutan la decisión de la mayoría, para enfrentar con la lucha directa al Estado.
Otra característica es que se ha puesto en mayor evidencia la importancia de la organización. En la lucha de resistencia, la Restructuración del Movimiento Sindical es una tarea capital para fortalecer a la clase obrera en todos los sentidos, para enfrentar al patrón y al Estado que legisla e impone todo su paquete de medidas con la anuencia y en contubernio con los burócratas de la mayoría de centrales sindicales. Dicha reestructuración se está abriendo camino, sobre todo porque en la base de las organizaciones obreras hay muchos hombres y mujeres que tienen una actitud revolucionaria y se han formado al fragor de la lucha y no de la conciliación; urge, por tanto, acelerar la materialización de organizaciones sindicales y centrales obreras para la lucha y, a nivel internacional, concretizar una Internacional Sindical Roja.
También en el aspecto de organización ─y con carácter esencial para toda la lucha─, en todo ese caudal de grandes fuerzas por doquier, se siente la ausencia del Partido del Proletariado. Un partido no para la politiquería, sino de corte bolchevique que, al decir de Stalin, sea: «Destacamento de vanguardia de la clase obrera, destacamento organizado de la clase obrera, forma superior de la clase obrera, instrumento de la dictadura del proletariado, unidad de voluntad incompatible con la existencia de fracciones y que se fortalece depurándose de los elementos oportunistas».
La clase obrera está dando la medida para grandes cambios; las condiciones objetivas están dadas para la revolución; el capitalismo está herido de muerte y el futuro es alentador pues, aunque la reaccionaria guerra mundial puede acabarlo todo, los obreros de todo el mundo están en pie de lucha y todo depende del elemento consciente, de construir el Partido y materializar la Internacional Comunista.