La situación de la clase obrera y la revolución proletaria

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Este Primero de Mayo de 2023, se conmemora un año más del Día Internacional de la Clase Obrera. La clase más numerosa de la sociedad y la única que es revolucionaria hasta el fin. Una clase que cuando ha tomado conciencia no sólo de su número, sino de la necesidad de organizarse política y militarmente, ha logrado cambios profundos que han marcado el devenir de la historia de la humanidad.

Colombia como país capitalista oprimido por el imperialismo, posee una clase obrera que, como en el resto del mundo, todo lo produce y todo lo merece. Para liderar la revolución proletaria, es necesario conocer la realidad mientras se transforma la realidad misma. Parte de ello es que los comunistas revolucionarios debemos conocer profundamente nuestra clase, al detalle, no sólo cualitativamente, sino cuantitativamente, saber cuántos proletarios hay en Colombia, cuánto es su salario, cómo viven, qué comen, qué leen, cómo se recrean, entre otros aspectos muy importantes que básicamente nos permitan conocer nuestras fuerzas.

Los comunistas estamos en deuda de crear nuestros propios centros de investigación obreros, o por lo menos de retomar seriamente el asunto de la investigación, que nos permita partir de la realidad de las masas para generar consignas y campañas políticas que movilicen a todo el pueblo oprimido y explotado contra el sistema capitalista, y volver a ellas para hacer el balance de los errores y aciertos del trabajo político revolucionario para volver a orientar con acierto. Mientras tanto, nos vemos obligados a conocer el mundo por medio de la experiencia directa que es muy limitada e inexacta y a través de la estadística oficial que hoy está tanto en manos del Estado burgués-terrateniente, como de la sociología burguesa que se limita a describir el mundo bajo sus conceptos y metodología mutilada. Ejemplo de ello, son las cifras que se encuentran en el Departamento Administrativo de Estadística Nacional –DANE-, que sirven para conocer la realidad parcialmente, pues muchos de sus conceptos –como empleo, desempleo, pobreza, entre otros- son acomodados para dejar en limpio el podrido Estado de los explotadores. Destacamos algunos aspectos que nos permiten acercarnos a la realidad que viven las familias obreras y que, si bien no son los únicos, creemos que son muy importantes para aportar al conocimiento de esa realidad.

Según el DANE, para 2022 la población dependiente –asalariada- era de 10.050.471 y de independientes que cotizan a seguridad social es de 2.482.001 lo que significó un incremento de 7,07% y del 4,5% respectivamente en comparación con el 2021. El sector privado agrupa la mayoría de los trabajadores con el 91,52% que equivale a 8.627.131 personas, frente al 8,48% del sector público que agrupa 799.742 trabajadores. Un dato muy importante para el trabajo político a tener en cuenta, es que en el sector público predominan las mujeres con el 54,73%, frente al 57,61% de hombres que predominan en el sector privado. A propósito de los sectores económicos en los que participa la mujer según el DANE, se tiene que en el que más participa es en el de Administración pública y defensa, educación y atención de la salud humana, con el 61,6%; la Industria manufacturera que tiene importancia esencial para el trabajo de los revolucionarios, cuenta con el 35,1% de la participación de la mujer; y en el que menos participa es el sector de Explotación de minas y canteras con el 14%.

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Un aspecto muy importante de la conmemoración del Primero de Mayo, es la jornada laboral de 8 horas por la que los Mártires de Chicago organizaron y movilizaron a miles de masas obreras. En Colombia, formalmente los proletarios según su forma de contratación, laboran 48 horas semanales que significan 9,6 horas diarias de lunes a viernes u 8 horas diarias de lunes a sábado. En el sector público la jornada laboral es de 44 horas semanales. Sin embargo, la Ley 2101 de 2021 reduce la jornada laboral de manera gradual sin afectar el salario de 48 a 42 horas semanales, iniciando desde el 15 de julio de 2023 hasta el 15 de julio de 2026. Esto obedece a que Colombia es uno de los 38 países que integran la OCDE, y entre ellos, tiene una de las jornadas laborales más largas que integran ese organismo imperialista. La diferencia en la duración de la jornada laboral con otros de esos países, por ejemplo, es de 3 horas en comparación con Chile y Turquía, 6 con Israel y de 8 horas con países como Austria, Canadá y República Checa. Esto contrasta con que la productividad laboral en Colombia es de las más bajas en los países miembros de la OCDE, según ese organismo.

La Ley 2101 no fue un regalo para la clase obrera por parte del régimen uribista de la mafia. Como ya se dijo, hace parte de la política imperialista de rebaja de la jornada laboral que va de la mano con la intensificación del trabajo mismo, que ha traído consigo diferentes enfermedades laborales propias del capitalismo como el síndrome de burnout o “síndrome del trabajador quemado” con el que se describe el estrés laboral, el agotamiento físico y mental prolongado en el tiempo, lo que afecta, entre otros, la personalidad y la autoestima del trabajador y la relación de este con su familia, amigos y demás; pero además, está relacionado con la implementación del Decreto 1174 de 2020 que reglamenta y autoriza el trabajo por horas, que precariza aún más el trabajo en Colombia y que en últimas fue una pequeña reforma laboral por decreto.

Respecto al salario, la clase obrera colombiana exige un Alza General de Salarios con urgencia. De la población asalariada, según el DANE, el 60,89% sobrevive con un ingreso desde 1 Salario Mínimo Legal Vigente hasta 2 SMLV, por lo que la reivindicación del Alza General de Salarios, continúa teniendo plena vigencia, pues con ese salario, que cada vez alcanza para menos con la creciente inflación, millones de familias obreras sobreviven, y son ellas además quienes sostienen a los millones de familias que viven del “rebusque” vendiendo dulces o diferentes mercancías, a quienes tienen trabajo por días y a los que son reconocidos como desempleados.

Esa población informal, que no hace parte de las cifras oficiales del desempleo -cuya cifra para febrero de 2023 según el DANE fue de 11,4%, sobrevive, junto con los desempleados reconocidos, del salario que percibe la clase obrera vinculada formalmente y todos ellos hacen parte de esta misma clase. De ahí, que sea tan necesario luchar en las calles y por medio de la huelga por la contratación laboral directa e indefinida, como por elevar cada vez más el salario real de los trabajadores, lo que implica que la ganancia de los capitalistas se reduzca y por eso es una lucha no sólo económica, sino política, en la medida en que está dirigida, no contra un patrón en particular, sino contra el Estado burgués-terrateniente representante y garante de los intereses de las clases parásitas de la sociedad en oposición a la clase que todo lo produce con su fuerza de trabajo.

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A nivel sindical, que es la forma en que la clase obrera se organiza para resistir al capital, el panorama es de 12.664 sindicatos registrados entre 1920 y 2022 en el Ministerio del Trabajo. Sin embargo, los sindicatos “activos”, es decir, los que suscribieron al menos una convención colectiva de trabajo en los últimos seis años, fueron apenas 604 (4,8%) y de esos 604, el 89,1% han suscrito menos de 5 acuerdos colectivos entre el 2016 y el 2021, lo que expresa una baja combatividad del movimiento sindical. Entre los departamentos con más sindicatos registrados se encuentran Bogotá (2672), Valle del Cauca (1209), Antioquia (1181), Atlántico (1048) y Cundinamarca (759). La atomización que se evidencia tiene varias causas. La principal, es la política de concertación y conciliación que dirige mayoritariamente el movimiento sindical desde finales de los años 80’s, que, con la creación de la CUT como la central sindical más grande, confirmó la entrega del movimiento, desde su dirección, a los intereses de la burguesía y su Estado. Es por eso, que la clase obrera se ve obligada a crear cientos y cientos de sindicatos para conseguir proteger a sus afiliados con los fueros sindicales ante la impotencia de la base y de los dirigentes honestos, que no ven representados sus intereses en la lucha directa que deberían impulsar las grandes centrales, postradas a la politiquería y convertidas sus direcciones en directorios de los partidos burgueses y pequeñoburgueses para representar sus intereses y no los de la clase obrera. Sólo por medio de la Reestructuración del Movimiento Sindical será posible conquistar un sindicalismo revolucionario, que actúe con independencia del Estado burgués y de los partidos politiqueros, que destine sus recursos y energías para preparar y ejecutar la lucha directa contra los capitalistas y su Estado protector de los intereses de los grandes monopolios económicos.

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Finalmente, a nivel político, la clase obrera adolece de su organización política de combate, de su Partido político revolucionario, hace más de 50 años. Esto es, sin duda, lo más grave en la situación actual de la clase obrera. Es lo más grave porque el Partido político es el dispositivo estratégico encargado de organizar y dirigir la lucha del proletariado contra el poder político, económico y militar de la burguesía y los terratenientes concentrado en el podrido Estado de dictadura burguesa. Los sindicatos tienen su función específica de resistir al capital, así la lucha económica también se convierta en una lucha política, pero desde la organización sindical nunca se podrán dar las transformaciones radicales que exige la sociedad; por ello el movimiento sindical debe ir de la mano con el Partido de la clase obrera y servir de escuela de socialismo, como parte de la lucha general por la abolición de la esclavitud asalariada.

Es necesario construir el Partido de la clase obrera, que no esté inscrito o atado a la mutilada democracia burguesa, sino que actúe con independencia de clase, para dirigir la lucha revolucionaria de todos los explotados y oprimidos, incluyendo dirigir el Ejército Popular, para lograr el triunfo de la insurrección armada en Colombia como una de las formas que adquiere la Guerra Popular. Es por medio de la violencia revolucionaria que las masas obreras y campesinas lograrán destronar a la burguesía y a los terratenientes de su reino de explotación y opresión con que someten a las clases productoras de la riqueza social, y es por medio de la Revolución Socialista que se podrá poner fin a la explotación y opresión capitalista y a la dominación de los imperialistas sobre el país.

Si bien hoy en Colombia, desde el poder político, el reformismo llama a la “Paz social” entre clases antagónicas, ese camino es “más de lo mismo” que han hecho durante las últimas décadas los promotores de la conciliación y la concertación, llevando a la clase obrera y al pueblo a la situación actual. Los trabajadores no deben caer en el nuevo engaño pues el “Pacto Histórico” es un acuerdo entre los falsos comunistas y revolucionarios con los socialdemócratas, aliados a los partidos de las rancias clases y élites que siempre han gobernado en Colombia como el Conservador y el Liberal. De ahí que el pueblo no debe esperanzarse en que gracias a la ascensión de Petro a la presidencia, se van a resolver sus problemas fundamentales. Si bien es necesario exigirle al gobierno reformista que cumpla lo que prometió en campaña (como la liberación de los presos por luchar, entre otros.), sigue vigente la consigna según la cual, ¡Ni el Estado, ni los politiqueros! ¡Sólo el pueblo salva al pueblo!

Los revolucionarios confiamos en las masas y por eso trabajamos entre ellas para elevar su conciencia política aprendiendo de ellas, pues sólo las masas trabajadoras por medio de su unidad, de su lucha directa y de su organización independiente podrán conquistar no sólo sus reivindicaciones parciales e inmediatas, sino una nueva sociedad, un nuevo mundo libre de las pesadas cadenas que le impone el capitalismo imperialista.

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