
En una decisión de 38 páginas el Tribunal Superior de Bogotá –compuesto por los magistrados Leonel Rogeles Moreno, Aura Rosero y Ramiro Riaño (con impedimento aceptado)– ordenó la libertad inmediata del matarife Álvaro Uribe Vélez, revocando la prisión domiciliaria que le impuso la jueza Sandra Heredia, en sentencia de primera instancia.
Todas las razones de la decisión de esos servidores de la mafia y el paramilitarismo, se reducen a que el criminal Uribe tuvo un buen comportamiento durante la actuación y su asistencia voluntaria a las citaciones; por lo tanto contradicen la necesidad de la privación inmediata de su libertad y consideran desproporcionada la decisión de la jueza que, según ellos, «desconoce el principio de igualdad y afectó el derecho fundamental a la libertad» del criminal.
En realidad, la decisión del tribual no afecta la medida de la jueza Heredia, ya que la casa por cárcel ordenada al criminal jamás representó impedimento alguno para continuar interviniendo en política al frente de la facción mafiosa que comanda; ni siquiera afectó su vida parasitaria. Sin embargo, sí se convierte en una demostración del poder político que conserva, a la vez que contribuye al propósito de adelantar la campaña politiquera del 2026 dándole tribuna a esa facción, como ha ocurrido.
Para los obreros revolucionarios el fallo del tribunal no es extraño, sino que confirma algo ya anunciado en Revolución Obrera: la justicia burguesa no es ciega o imparcial, sino que sirve a los intereses de las clases dominantes… siempre se arrodilla ante el poder.
Y aunque todavía está pendiente el fallo en segunda instancia, es posible que el matarife sea absuelto e incluso en caso de ser condenado, no lo será por los crímenes contra el pueblo sino por los delitos de fraude procesal y soborno en actuación penal.
Con cinismo, este enemigo de la sociedad declaró: «Cada minuto de mi libertad lo dedicaré a luchar por la libertad de Colombia». Anuncio que deja en claro su pretensión de aplastar los sueños de los ilusos que aspiran a humanizar el infierno de la explotación asalariada, manteniendo el viejo Estado que garantiza a los ricos la libertad para explotar y oprimir a los trabajadores.
Al pueblo no le queda otro camino que persistir en la lucha y organizarse mejor para castigar a los asesinos de sus hijos y ponerle fin al paraíso de los ricos holgazanes, aboliendo con la revolución la libertad que tienen los explotadores de vivir del trabajo ajeno y de oprimir a quienes sostienen la sociedad con su trabajo.






