
La actitud del Senado, de archivar una reforma que ya había sido mutilada en la Cámara de Representantes despertó la indignación obrera y popular, siendo este el motivo principal para que miles de trabajadores, obreros, campesinos, jóvenes, estudiantes y mujeres salieran a las calles el 18 de marzo en la principales ciudades del país, muy a pesar de que las alcaldías de Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Cartagena, Montería y Pereira no acogieran el decreto presidencial que declaró día cívico.
Fue una jornada de lucha, de denuncia y repudio al parlamento que está a espaldas del pueblo y manifestación de confianza en las propias fuerzas populares, como se expresaron en las consignas mayoritarias: ¡El pueblo no se rinde carajo!, ¡Solo el pueblo salva al pueblo!, ¡Con la lucha se conquistan libertades y derechos, con la lucha se defienden!, ¡Basta ya de conciliar, es la hora de luchar! Las denuncias a la situación en todos los órdenes, no solamente frente a la reforma laboral; así como arengas a las asambleas populares, al paro, al levantamiento… y otras de ese tenor, demostraron el magnífico estado de ánimo del pueblo y la alegría de retomar el camino de la lucha.
Tal disposición fue advertida por reconocidos jefes conciliadores y vendeobreros como Fabio Arias, presidente de la CUT quien dijo: “No nos dejan sino el estallido social y la necesidad de la consulta popular. Recurriremos al pueblo para que con su mandato se puedan aprobar las reformas sociales”. Afirmación característica de quienes siempre se han puesto adelante de la lucha para encausarla por la senda de la conciliación y la institucionalidad que no afecte ni la ganancia del capital, ni ponga en cuestión la dictadura de los explotadores y su Estado.
Por el contrario, los revolucionarios debemos encausar el estado de ánimo y la disposición del pueblo para afianzar el camino correcto, que debe llevar a la conquista de la reivindicaciones y exigencias inmediatas no resueltas, pero sobre todo, a preparar las fuerzas populares en la perspectiva del triunfo revolucionario sobre los enemigos.
De ahí que se hace necesario clarificar sobre las limitaciones que tiene la consulta popular en la medida en que ella solo puede expresar de manera condensada las aspiraciones del pueblo, pero no significa que ellas vayan a ser resueltas de inmediato por el presidente, pues finalmente, como él mismo lo ha dicho solo tiene el gobierno y no el poder.
Así las cosas, se ponen al orden del día las Asambleas Populares como formas de organización opuestas al congreso burgués antipopular y al servicio de los ricos, y como instrumentos desde donde verdaderamente se ejerza la voluntad popular.