El refinamiento de la repugnante hipocresía burguesa apesta. Son los capitalistas los primeros en cubrir la tragedia, trasladar los equipos, «encausar» la solidaridad y «ofrecer» la «ayuda», cuando detrás de todo ello se esconde su culpabilidad y las ansias de más ganancias.
Con lágrimas de cocodrilo, la prensa capitalista difunde día y noche el detalle de la tragedia, tratando de justificar hipócritamente las causas de la misma. Para descubrir los verdaderos responsables no hacen falta muchas palabras: basta mencionar las denuncias de la comunidad y enterarse de las condiciones de vida de ésta en los barrios ahora devastados.
Son precisamente los capitalistas en el poder, quienes determinaron la suerte de los hacinados en las riberas de los ríos de Mocoa. Son los burgueses en el poder quienes negaron unos cuantos miles de millones de pesos para hacer unos muros de contención que hubiesen podido salvar a la comunidad de la furia de la naturaleza. Sin embargo, son esas mismas ratas miserables quienes ofrecen ahora sus migajas desde el gobierno: muros de contención, viviendas, planes de mejoramiento… Migajas que no reparan los cientos de muertos, ni ocultan su culpabilidad por la negación de presupuesto, ni la corrupción que otorgó licencias de construcción en zonas riesgosas, ni la negligencia de los organismos ambientales ante la deforestación causada por la irracional explotación capitalista.
Los pueblos indígenas y los desplazados asentados en Mocoa, cuyo ejemplo desde la época de la conquista ha mostrado cómo se hacen valer los derechos y libertades contra los opresores, ahora están bajo las redes de la moderna esclavitud capitalista, en las garras de la explotación asalariada impuesta por un puñado de multimillonarios, oprimidos por los poderosos y olvidados por el Estado central, para quien solo cuentan a la hora de los votos en cada farsa electoral.
¡La catástrofe fue anunciada desde hace 20 años! pero no fue atendida, sencillamente por el desprecio del Estado hacia los oprimidos: allí no sirvieron las “alertas tempranas”, ni llegó la “inversión social”, porque no había los beneficios económicos suficientes para saciar la voracidad del capital. Hoy, esos enemigos, responsables de la tragedia, posan como benefactores, aparentan que sus gremios económicos y toda la institucionalidad, hasta la mujer del presidente, están con el pueblo de Mocoa y los damnificados, a la par que los grandes monopolios causantes de la destrucción de la naturaleza, aparecen también como mecenas de la ayuda internacional ¡Esto sí que es hipocresía!
Los capitalistas hipócritas, ocultan que detrás de las «ayudas» y la inversión se esconde el interés comercial, las trampas del capital financiero y las ganancias inauditas de los monopolios que mueven la registradora con la tragedia de miles de personas: las abultadas cuentas de donaciones agrandan la ganancia de los bancos, miles de millones más donados en mercancías van a engordar a los grandes comerciantes, millones más van a parar a los bolsillos de la burocracia estatal ladrona, mientras desde ya los grandes monopolios calculan las ganancias de la reconstrucción… Ellos, los hipócritas filántropos burgueses, son los directos beneficiarios de las donaciones y la inversión, mientras los damnificados de Mocoa son privados de casi todos los beneficios y claman el control para que las ayudas les lleguen y no se queden en manos de los vividores.
¡Urge la solidaridad con los damnificados en Mocoa! Son cientos de voces reclamando y denunciando porque la ayuda no aparece. Pero se necesita canalizar la solidaridad a través de las organizaciones obreras, campesinas y populares, con independencia del Estado, los politiqueros y las fundaciones que se lucran con las tragedias del pueblo. Se requiere la presencia directa de los representantes de las organizaciones sociales para entregar la solidaridad recaudada y no permitirles a los politiqueros en campaña, a los funcionarios corruptos y a los vividores, capitalizar el apoyo generoso del pueblo para sus mezquinos fines personales.
Hay una hipocresía sin igual en las promesas del gobierno con Mocoa: en solo dos días, el ministro de guerra y gerente de la reconstrucción ya tiene un plan con el que jamás contó la Mocoa olvidada e ignorada; demostrando con ello la desidia de la opulenta canalla capitalista que estranguló en la guerra, usurpo las tierras, legalizó el despojo y arrinconó al borde de los ríos al 50% de la población que habita esa ciudad. ¿Por qué solo ahora, después de la tragedia aparecen los planes fabulosos? Porque esa misma canalla sabe, por la experiencia del terremoto en el Eje Cafetero, que la paciencia del pueblo tiene límites y se apresura a contener su levantamiento.
También es hipócrita el gobierno, y en ello es secundado por los reformistas, cuando amenaza con buscar los responsables de la tragedia: investigaciones a los últimos gobernadores y alcaldes, investigaciones a los funcionarios de la Corporación Autónoma Regional (CAR)… con lo cual solo sacrificarán, cuando más, unos chivos expiatorios; pero el ardid les permite ocultar que todos los funcionarios del Estado, desde los «investigadores» hasta el presidente, son parte del engranaje movido por la rosca política, donde absolutamente todos son fichas de los grandes barrigones capitalistas y servidores de sus intereses.
El capitalismo y las instituciones que defienden su supervivencia, así como la burguesía que representa el actual orden de cosas: la explotación desaforada, la destrucción de la naturaleza, la anarquía de la producción, la concentración de la riqueza en cada vez más pocas manos, la acumulación de la miseria y la pobreza en la mayoría trabajadora, la corrupción generalizada… se han convertido en un estorbo para el desarrollo de la sociedad, incluso para administrar el apoyo y la ayuda a los damnificados de una tragedia: la dominación de la parásita minoría explotadora debe dar paso a la dominación de la mayoría trabajadora.
Las viejas instituciones que defienden y garantizan los privilegios de los capitalistas deben ser derribadas para dar paso a las nuevas instituciones, donde la democracia directa de los obreros y campesinos armados cambiará radicalmente toda la organización del Estado y las relaciones entre los hombres suprimiendo la explotación de unos por otros.
¡No hay que temer al Poder del proletariado y los campesinos! Solo este poder podrá barrer con la esclavitud impuesta por los capitalistas, quienes son los responsables principales de tragedias evitables como las de Mocoa.