
A raíz de la crisis del capitalismo imperialista en el 2008, se impuso el proteccionismo comercial desde 2009, en el sentido de la imposición de impuestos, aranceles o restricciones entre los monopolios de países imperialistas y países oprimidos como una estrategia para frenar la crisis económica mundial de forma parcial y dar pasos en la disputa por sectores económicos claves, así como el alineamiento de las potencias imperialistas continuando con los preparativos de una confrontación militar internacional.
Durante el primer gobierno de Trump, bajo el falso argumento de la seguridad nacional y la protección de los secretos industriales, se impusieron restricciones al comercio logrando generar un aumento pequeño del empleo local, lo cual fue un atenuante superficial que no resolvió la crisis mundial sino que la profundizó, porque brindó un auxilio estatal a algunos monopolios locales, en detrimento de los trabajadores norteamericanos y de otros países, pues es fue la clase obrera quien terminó pagando las mercancías a un precio superior al valor real de producción, es decir, al tiempo socialmente necesario para su producción, y en algunos casos se vio perjudicada por el acaparamiento de alimentos o artículos de primera necesidad, quedando bajo el riesgo de ser sometidos a hambrunas. La protección de la producción nacional, en realidad buscaba alinear a los gobiernos con los propósitos de los monopolios norteamericanos en su disputa por un nuevo reparto del mundo ya repartido.
Ahora en el 2025, la imposición de aranceles del gobierno Trump hacia algunos países como China, Canadá, México y Colombia, más allá de la retórica de la lucha contra las drogas y la persecución de los inmigrantes, busca cerrarle el mercado norteamericano a los monopolios de los países de la competencia, debido a que incluso en países oprimidos como México y Colombia, el desarrollo del capitalismo hizo que surgieran monopolios que están disputando el mercado norteamericano del petróleo o el cemento.
El proteccionismo de Estados Unidos crea una falsa apariencia de bienestar en los norteamericanos que no es sostenible en el tiempo, porque la causa de la crisis económica mundial del sistema de explotación capitalista, está en la producción cada vez más social versus la apropiación privada de la riqueza social en cada vez más pocas manos, asunto que no se puede resolver recurriendo a nuevas políticas del Estado burgués, sino con la eliminación de dicha contradicción, lo que implica la destrucción del Estado burgués.
En cuanto a las alianzas público-privadas o la supuesta búsqueda de eficiencia estatal, en realidad son una fuente de corrupción, pues los monopolios afines a Trump las utilizan como un fortín para apoderarse de los mejores contratos estatales, para monopolizar la producción en su favor, corporativizar la economía en beneficio de sus monopolios.
Los países oprimidos como Colombia, México y otros no deben dejarse intimidar por las barreras arancelarias de Estados Unidos, ni creer que la solución es caer en manos de otros países imperialistas como China, que igualmente buscan ahondar el sometimiento de los países oprimidos por los países imperialistas. La salida a la crisis es avanzar hacia el socialismo, lo que implica la unidad, educación, organización y movilización de la clase obrera, lo cual es fundamental para ligar la lucha antiimperialista con la lucha contra el Estado burgués y el sistema sobre el cual se erige: el capitalismo imperialista.