El problema de la contaminación ambiental en el capitalismo no tiene solución; ni siquiera podrá tener alivio con la llamada voluntad política de la clase dirigente y el «extremo control a las emisiones» que promete. Un sistema basado en la ganancia individual y un país capitalista oprimido como el nuestro, tiene en su ADN atesorar riquezas destruyendo la naturaleza y devorando a los trabajadores; a lo cual se suma la corrupción, hija legítima del orden burgués.
El problema de la salubridad pública a causa de la contaminación se agudiza al máximo en este sistema donde el caos general de la producción es la norma, lo que impide una regulación efectiva de las emisiones, pues son muchas las personas, las industrias y los vehículos concentrados en grandes e insalubres urbes capitalistas. Las consecuencias se ven en las alertas rojas y naranjas de contaminación donde se concentran millones de vehículos y enormes trancones que aumentan la polución al punto que pone a Medellín y Bogotá entre las más contaminadas del continente.
Colombia es un ejemplo de cómo se le compran vehículos que son basura (por su excesiva emisión de gases) a los países y monopolios productores; de ahí que la alta contaminación del parque automotor sea un asunto incontrolable, pues se necesitaría suprimir todos los contratos y suspender el funcionamiento de todos los vehículos propiedad de grandes monopolios, quienes obviamente condicionan las medidas restrictivas en el país.
Otro problema es Ecopetrol, una de las empresas más poderosas del mundo según las últimas estadísticas, que inauguró REFICAR, una moderna planta de obtención de combustibles limpios y obra de arte del más grande robo público de la historia de Colombia, donde compañías imperialistas en alianza con la burguesía colombiana se robaron más de 7 mil millones de dólares. Pues bien, Ecopetrol exporta el combustible más limpio y barato exigido por los estándares mundiales y deja el más sucio y caro para circularlo en el país, en complicidad con el gobierno y la pútrida burocracia estatal. Dicen expertos que el costo médico del deterioro de la salud para los ciudadanos a causa de la contaminación ambiental es muchas veces mayor que el beneficio que dan los impuestos de la venta de combustibles y carros, además de la industria y sus calderas.
Así de miserable y parásita es la burguesía. A los capitalistas no les interesa la vida de los oprimidos que en su mayoría son parte de los 7 millones de personas fallecidas anualmente a causa de la contaminación en el mundo ―principalmente en países oprimidos―, siendo este motivo de deceso mayor que el producido por el tabaco y por enfermedades respiratorias ocasionadas por otros agentes.
La máxima ganancia es el objetivo de la producción capitalista, y los combustibles fósiles producen una utilidad tan gigantesca que condenan la sociedad a la esclavitud de esta fuente de energía. La ganancia de los monopolios del petróleo y sus derivados, de los monopolios automotores, no permiten la solución de fondo al problema ambiental. La venta de vehículos basura, de combustibles de mala calidad, de derivados del petróleo peligrosos para la salud y del contaminante carbón, etc., se interpone a la hora de decidir cualquier ley que atente contra éstas, las principales fuentes de envenenamiento.
Es hipócrita el control a la polución en los países imperialistas, que los capitalistas muestran como esperanza y solución al problema en países como Colombia, pues lo que han hecho es pasar sus chimeneas, desechos y vehículos contaminantes a los países oprimidos, convirtiéndolos en auténticas cloacas y humaredas que matan a miles de personas, eso sí, lejos y en aparente desconexión con las grandes urbes imperialistas. De ahí que es estúpido el papelón de algunos funcionarios públicos y periodistas que hablan del tema, trayendo como ejemplo de disminución de contaminación a ciudades de EE.UU., cuando los principales responsables de este flagelo son esos imperialistas, quienes trasladan a su “patio trasero” los problemas creados por su voracidad.
La ganancia e impuestos que deja el sector de vehículos-petróleo obstaculiza seriamente cualquier medida de choque, como la de parar el parque automotor que proponen. Además es bien sabido que la mayoría de los vehículos de carga en el país, unos de los mayores contaminantes del aire, son propiedad de grandes monopolios; por consiguiente, parar el parque automotor implicaría rebajar la tasa de ganancia y el presupuesto para robar. Por ello el problema seguirá y los trabajadores continuarán condenados a una muerte lenta.
El reacomodo de la población mucho menos será posible en este sistema, pues de lo que se trata es de concentrar en los cinturones de miseria una abundante fuerza de trabajo disponible para la superexplotación. Entonces los casos como los de la empresa imperialista Havells Sylvania o de Eternit, entre muchas otras, que han matado de contaminación a los trabajadores, sus familias y envenenado barrios y poblados enteros con los desechos, no tienen solución; ni siquiera servirá el Plan de Reordenamiento Territorial de los entes municipales que las lleven a las afueras de las grandes ciudades, pues allí donde se trasladen, continuará, tanto su proceso de contaminación, como la emigración de cientos de miles de proletarios en busca de trabajo.
Este padecimiento seguirá intensificándose hasta que el pueblo colombiano se levante organizado de manera independiente y revolucionaria, parando el ataque de los monopolios con la fuerza de la Huelga Política de Masas a nivel nacional y resolviendo el problema de fondo con la construcción de un auténtico sistema socialista.
Una vez que se expropie a la burguesía, se acabe la propiedad privada y la explotación asalariada, la Dictadura del Proletariado se encargará de organizar toda la producción social y con el poder en manos de la clase obrera, elevar incesantemente el bienestar social será un propósito a cumplir de inmediato, con lo que se podrán impulsar eficazmente las fuentes limpias de energía, aislando las empresas que necesiten seguir funcionando y que sean contaminantes, rebajando la jornada laboral en las actividades insalubres para los obreros.
Suprimiendo la sed de ganancia se invertirá fuerza, tiempo y recursos en la limpieza urgente de los ríos y el aire que ha dejado envenenado el capitalismo. Las ciudades serán centros de siembra de árboles y de cultivos para mejorar la salubridad y la alimentación de los ciudadanos, a la vez se derrumbarán inmediatamente construcciones viejas o mal ubicadas para darle paso a amplias avenidas y modernos sistemas de transporte público… la reforestación de vastas zonas oxigenarán las residencias obreras sin sobrecostos, ni desfalcos del presupuesto a causa de la corrupción, porque las obras las ejecutarán directamente los trabajadores, no los monopolios, y sin la intervención de la burocracia estatal ladrona y corrupta, propia del Estado burgués.
En una sociedad socialista, los grandes cinturones de miseria de ciudades como Bogotá o Medellín, entre otras, desaparecerán en poco tiempo: la población y la gran industria serán reacomodados según un plan nacional de ordenamiento de la producción. En esta sociedad capitalista por el contrario, el hacinamiento, inseguridad e insalubridad para los trabajadores es una consecuencia de su esclavitud al gran capital y una muestra del desprecio por el ser humano de este sistema basado en la ganancia. La Dictadura del Proletariado no tendrá problemas en hacer las inversiones necesarias y concentrar el grueso de la población en la construcción de proyectos dentro de los que se desarrollarán carreteras y nuevos centros salubres, descongestionados, equilibrados con la naturaleza, con todas las comodidades para garantizar la mejor calidad de vida.
La riqueza que da el trabajo socialista de más de 40 millones de trabajadores en el país y la diversidad natural del suelo colombiano, permitirán resolver los más graves problemas que ha generado el capitalismo. Y solo en unos cuantos planes quinquenales el gobierno obrero podrá hacer lo impensado para mejorar el estándar de vida de los ciudadanos, mientras que de persistir este sistema en agonía, los trabajadores seguirán pagando un enorme costo.
Así de promisorio será el futuro si los trabajadores se convencen de la necesidad de la Dictadura del Proletariado, si no respaldan a la burguesía y sus acólitos oportunistas, si se disponen a marchar por el camino de la independencia y la revolución, por la Huelga Política de Masas y la Revolución Socialista. Si los trabajadores se deciden, surgirá el Partido revolucionario del proletariado, el gran timonel de la rebelión que no dejará piedra sobre piedra del poder del capital.
Ese es un camino distinto al que están proponiendo todas las personalidades del reformismo burgués y del oportunismo quienes reducen el problema a medidas inútiles contra la corrupción y de control contra las emisiones contaminantes; es diametralmente opuesto a resignarse al sufrimiento pregonado por los brujos, curas y pastores con la promesa de recompensa en otra vida. Ese es el camino propuesto en el Programa Para la Revolución en Colombia de la Unión Obrera Comunista (mlm), organización que se ha propuesto contribuir a organizar un Congreso que de vida al Partido del Proletariado, aportar a unir y generalizar la lucha del pueblo colombiano en una Huelga Política de Masas nacional que frene la arremetida de los explotadores y aunar sus esfuerzos en la preparación de la Guerra Popular que destruya el Estado burgués, para hacer realidad la expropiación de los expropiadores.