
En los últimos días corrió la noticia de que los jugadores del Deportivo Pereira, un equipo del Fútbol Profesional Colombiano, no se presentarían a jugar el viernes 24 de octubre en la noche, a menos que les pagaran hasta el último día atrasado de salario, pues a algunos jugadores les deben 8 meses, y efectivamente así sucedió. El plantel profesional entró en huelga y no se presentaron a jugar el partido correspondiente a la fecha 17 de la liga colombiana contra Águilas Doradas, que finalmente fue jugado por los muchachos de la categoría Sub – 20 y que perdieron por marcador de 5 a 1. Los jugadores están afiliados en ACOLFUTPRO, organización sindical de los futbolistas colombianos.
«Mira, vamos para dos meses en (deuda de) salarios y por algunos conceptos que firmamos para favorecer al equipo. Tenemos jugadores, como Juancho o Kelvin, y algunos que les deben seis meses, a otros ocho. Entonces es parte de nuestro salario y quién puede estar tranquilo con seis, ocho meses sin recibir el esfuerzo de su trabajo, ¿no?» dijo Carlos Darwin Quintero, un jugador del Deportivo Pereira.
Esta situación de impagos para nada extraña en el fútbol colombiano y pone de manifiesto que, aunque algunos jugadores profesionales cuentan con salarios más altos que un obrero promedio, la mayoría siguen sujetos a la relación de trabajo asalariado como cualquier otro trabajador en distintos sectores.
Es importante recalcar que la mayoría de los jugadores profesionales de los equipos pequeños y medianos de primera y segunda división, no reciben salarios millonarios, pues el promedio oscila entre los 4 y los 6 millones de pesos, y en algunos casos más extraordinarios, apenas superan este monto. Pese a ser altos salarios con respecto al salario mínimo del obrero común, la relación social se mantiene, pues no pueden permitirse dejar de trabajar (o al menos no por mucho). Además de la brecha salarial entre jugadores masculinos, las jugadoras profesionales reciben un salario mucho menor por hacer el mismo trabajo bajo la excusa del poco marketing y patrocinadores, cuestión que es neta responsabilidad de los empleadores y no así de las trabajadoras, como ya se ha denunciado en Revolución Obrera.
Así las cosas, estas situaciones de conciencia sobre su relación como trabajadores con respecto al patrón, poco habituales en el mundo del espectáculo deportivo, merecen toda nuestra atención y nos llama a que como comunistas miremos más allá del prejuicio y, por qué no, pensemos en organizar de forma revolucionaria a los futbolistas profesionales y a las barras de fútbol, pues el fútbol como parte de la cotidianidad de las clases trabajadoras no escapa de la lucha de clases. Los jugadores y aficionados deben exigir al gobierno de Petro que por medio del Ministerio del Trabajo y del Ministerio del Deporte garantice las acreencias laborales de los jugadores y demás proletarios que trabajan en esa empresa deportiva poniendo las multas o tomando las medidas que sean necesarias. Bajo el Socialismo, el deporte no será una mercancía, sino, una forma en que las masas puedan desarrollarse física y mentalmente y en que la patria de los obreros y campesinos se sobreponga sobre las potencias imperialistas como ya sucedió durante la existencia de la URSS y de la RPCh.






