La superexplotación de los trabajadores de la salud y los sufrimientos de los enfermos bajo el régimen de producción capitalista colombiano aumentan. El capital impone una batalla sin tregua que se profundiza cada día.
Por las redes sociales circuló el video de los trabajadores del Hospital Universitario del Valle y estudiantes universitarios saliendo con pancartas contra la futura liquidación de la institución —que no es su culpa sino de la política mercantilista y la corrupción del Estado— Sus consignas y sus mensajes fueron dirigidos a los asistentes al Salsodromo, en medio de la embriagante Feria de Cali, que con mirada atenta siguen la marcha de batas blancas haciendo agitación contra la crisis de la salud pública. En Cali, por primera vez en muchos años, hubo un movimiento fuerte que luchó contra el ambiente obnubilador de la festividad.
En Bogotá, usuarios y trabajadores de la salud se rebelaron todo el tiempo contra el brillo enceguecedor de las reformas «progresistas» de Petro, quien fue otro demagogo más para la salud pública y feroz defensor de los intereses de las clases dominantes. Protestas de los trabajadores de quirófanos de la Clínica Juan N. Corpas han revelado el incumplimiento de pagos desde hace meses y la amenaza cobarde desde la dirección de la clínica (fundadores todos ellos del Grupo Saludcoop en 1993) es el despido ante cualquier denuncia pública que hagan los trabajadores. Valientemente los luchadores no se quedaron callados.
Pero el mayor ejemplo lo han puesto en Bogotá los trabajadores refugiados en el antiguo hospital San Juan de Dios, quienes se han levantado en contra de «Progresistas» en el gobierno, cuyo principal jefe se mostró a sí mismo, como el redentor que resucitó la institución y custodio de la salud del Distrito.
Petro como Alcalde contó con muchos medios propagandísticos y millones de pesos para hacer creer esto a miles de personas. Los trabajadores refugiados que resisten al interior de las ruinas del San Juan, por el contrario cuentan únicamente con unas cartulinas y unos marcadores, pero sus gritos de denuncia son como el dedo en la llaga de los «Progresistas». En la entrada del hospital dos pequeños carteles hacen ver lo inhumano de su situación, victimas olvidadas y pisoteadas por todos los alcaldes sin distingo de partido político, incluido Petro: el mismo quien reiteradas veces les prometió ayuda a los trabajadores desde el Senado, la figura pública impotente de solucionar esta problemática como Alcalde pero a su vez el encargado de dejar el campo libre para la subasta de la institución al capital privado.
Este politiquero ha sido un reformista incapaz de solucionar los problemas sociales de la salud en el Distrito, porque además de ser un demagogo y pésimo administrador, actúa por medio de una institución estatal corrupta hasta la médula y debe seguir las políticas mercantilistas y privatizadoras de la salud, orientadas por las clases dominantes que lo han puesto en el poder. Estos problemas de la salud tienen su origen en la propiedad privada sobre los recursos en la salud, la cual no peligra en absoluto con un gobierno burgués «progresista» como el de Gustavo Petro en la Alcaldía, y ni siquiera teniéndolo en la Presidencia.
Las familias de trabajadores del hospital en mención salieron el 31 de diciembre de 2015 a la concurrida carrera Decima de Bogotá, a recordarle a la cuidad los padecimientos de su olvido; incómodas voces contra los crímenes de la burguesía con la salud del pueblo, que les costó ser atacados por los destacamentos policiales sin que el comandante en jefe hasta ese momento, Gustavo Petro, hiciera algo.
Hasta el último día de su gobierno, Petro enfrentó al pueblo y se puso de lado del establecimiento —por esto continuó su mandato con la bendición de Santos, el jefe de los crímenes de Estado llamados «falsos positivos»—. La despidida del año 2015 para esas familias obreras abandonadas, fue con todo el rigor de la «mano dura», para que la burguesía no se le olvide lo implacable de este «Progresista» cuando se trata de defender el orden establecido. Así lo hizo con las protestas en Transmilenio contra el mal servicio —respondiendo con pistolas de asalto a los manifestantes—, lo volvió hacer en el Paro Campesino de 2013 —respondiendo con muerto— y cerró con broche de oro en 2015, con balas rencauchadas y gases asfixiantes contra un débil bloqueo de obreros que piden justicia ¡Amargo e inhumano año nuevo para estos compañeros!
También los trabajadores de las ambulancias de San Blas —popular sector de Bogotá—, despidieron el año en pie de lucha contra el Distrito el 28 de diciembre. Su decisión de ir a huelga obligó a la administración de Petro a pagar los salarios retrasados de sus propios trabajadores, que tuvieron que pasar una navidad sin su única fuente de ingreso, por cuenta de este «defensor de la salud». Y claro está, además cuenta la movilización de los 36.000 trabajadores de Saludcoop a machacados continuamente por el ESMAD en la Autopista Norte, igualmente en la «Bogotá humana».
Esta bomba social gana mucha temperatura. No importa si es la navidad o el año nuevo, con o sin reformistas en el gobierno. Nada la enfría porque se alimenta un choque de clases tan violento como nunca antes y por una descomposición del sistema en su conjunto. La solución se abre camino uniéndose a nuevas y poderosas fuerzas en el 2016 que afianzarán el camino de la lucha directa y revolucionaria del pueblo; fuerzas que marchan como el tren por su carrilera, hacia una nueva toma del cielo por asalto.