
Las clases dominantes y los medios de comunicación, pasando por el presidente Gustavo Petro, llaman al pueblo a solidarizarse con el Senador Miguel Uribe Turbay después de que sufrió un atentado sicarial en Bogotá. ¿Debe el pueblo solidarizarse con el blanco de este ataque sicarial? ¿Es correcto que el proletariado acoja estos llamados a solidarizarse con este Senador?
Todo en la sociedad tiene sello de clase. La solidaridad no escapa a ese principio. La sociedad capitalista está dividida en clases sociales. Un polo lo componen la burguesía y los terratenientes que son los dueños de los grandes medios de producción (bancos, industrias, comercios, grandes extensiones de tierras, ganado, etc.) y viven de la plusvalía y la renta. El proletariado, que es la clase obrera moderna, es el otro gran polo de la sociedad capitalista, dueño apenas de su fuerza de trabajo que les venden a los capitalistas en el campo y la ciudad. Ambos polos, tienen intereses antagónicos que las hacen enemigas, no amigas. Existen más clases que junto al proletariado componen el pueblo colombiano, como lo son los campesinos pobres y la pequeña burguesía urbana y rural. Esa pequeña burguesía, junto con el proletariado hacen parte, a grandes rasgos, de lo que llamamos pueblo, el pueblo colombiano.
Todo este rodeo sobre las clases sociales, ¿para qué? Pues para entender que el pueblo tiene sus propios intereses de clase, sus propios aliados, amigos y también tiene enemigos con los cuales no hay un punto medio para conciliar nada con ellos. Miguel Uribe Turbay hace parte del polo de los enemigos del pueblo. Es un reaccionario en toda la línea, es un consentido del capo mafioso y criminal Álvaro Uribe Vélez. Proviene de una familia en la que su abuelo, el expresidente Julio César Turbay Ayala decretó el Estatuto de Seguridad, política criminal antecesora de la Seguridad Democrática de Uribe con la que se asesinaron más de 6402 jóvenes al hacerlos pasar como «falsos positivos» o ejecuciones extrajudiciales. Bajo el Decreto 1 923 de 1 978 más conocido como el Estatuto de Seguridad, se torturaron cientos de personas opositoras al gobierno de Julio César Turbay, entre los que se encontraban sindicalistas, jóvenes de universidades públicas, activistas políticos, huelguistas, líderes campesinos, entre otros. Bajo esa política de terrorismo de Estado, la Policía, el Ejército y los organismos de inteligencia estatal cometieron allanamientos de domicilios sin orden judicial, detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones forzadas, consejos verbales de guerra para juzgar a los civiles, por nombrar algunos de esos crímenes que cometió el Estado burgués terrateniente en nombre de la democracia burguesa.
Del delfín Miguel Uribe Turbay también es posible identificar sus posturas frente a diferentes hechos, que lo ubican como un enemigo del pueblo colombiano. Sólo por nombrar dos. Frente al asesinato de Dilan Cruz el 25 de noviembre de 2019 a manos del ESMAD de la Policía, dijo que «El disparo iba hacia otro objetivo y en la línea de fuego se atravesó Dilan». Y sobre el empalamiento, violación y feminicidio de Rosa Elvira Cely dijo que, «Si Rosa Elvira Cely no hubiera salido con los dos compañeros de estudio después de terminar sus clases en horas de la noche, hoy no estuviéramos lamentando su muerte». Sus posturas frente al sionismo criminal de Israel también son claras: demandó el decreto que prohíbe la exportación de carbón a Israel, no está de acuerdo con la ruptura de relaciones diplomáticas con ese país y han sido constantes sus manifestaciones de solidaridad con el ente sionista que comete un genocidio contra el pueblo palestino.
Sin embargo, los comunistas revolucionarios no patrocinamos ni promovemos este tipo de actos terroristas aislados de la lucha revolucionaria de las masas. Nuestra política, que, si bien no es pacifista, tampoco alienta las acciones en las que un grupo o individuo aislado ejecuta acciones a espaldas del pueblo y mucho menos si sus fines no son el de empujar la táctica y la estrategia revolucionaria. Estos actos sólo envalentonan a la reacción para ejecutar acciones abiertas de represión contra el pueblo y abren la puerta para que desde el Estado se limiten libertades políticas como de libertad de reunión, huelga, asociación, etc.
El pueblo no se solidariza con sus verdugos. Pero tampoco aplaude acciones terroristas aisladas que no le sirven a su lucha política para emanciparse de las cadenas del capital. Las masas populares generalmente son muy solidarias cuando se trata de apoyar a sus hermanos de clase frente a alguna calamidad; cuando asesinan a algún estudiante o luchador del pueblo; o para apoyar materialmente en un conflicto o lucha a huelguistas que enfrentan a algún patrón; o cuando confrontan directamente al Estado de los ricos. Uno de los principios del proletariado revolucionario es el internacionalismo con el que se apoyan las luchas de todos los obreros y campesinos del mundo contra sus enemigos de clase. Pero no es correcto solidarizarse con una clase social que desprecia, superexplota, tortura y asesina a los obreros y campesinos.
Hoy lo correcto es organizar las Asambleas Populares y preparar las condiciones materiales para cuando se presente estallido popular contra las clases dominantes y su podrido Estado. Y claro que es necesario ir más allá, preparando las condiciones materiales y organizativas -como la construcción de su partido político revolucionario- lo correcto es solidarizarse con las familias de los líderes sociales que siguen siendo asesinados, con los jóvenes que continúan presos, con los liberados del levantamiento que son perseguidos y asesinados, con los hijos del pueblo que son estigmatizados, con las mujeres que sieguen siendo víctimas de vejámenes y feminicidios, en fin, la solidaridad es entre nosotros, los de abajo, quienes organizados debemos luchar por nuestra emancipación definitiva de las cadenas del capital y por la construcción del Socialismo en Colombia, ese es el triunfo sobre enemigos como Miguel Uribe, cuyo más probable «castigo» será el de tener que trabajar como lo hace cualquier obrero hoy en día para poder comer.






