Las Asambleas Populares fueron una forma de organización destacada durante el pasado levantamiento popular. Estos espacios organizativos permiten a los distintos sectores de la clase obrera y a las masas populares reunirse y discutir sobre diversos asuntos, a la vez que adoptan decisiones concernientes a la lucha. La unidad es un elemento importante dentro de las Asambleas Populares, es uno de sus objetivos. Pero para que haya unidad entre los distintos sectores del campo obrero-popular es necesario que las Asambleas Populares reflejen un espíritu democrático que les den la posibilidad a los diversos sectores de poder expresarse, de elegir y revocar a sus representantes en cualquier momento, de cumplir con las decisiones adoptadas en mayoría, etc.
La democracia directa es la única que realmente puede reflejar el sentir democrático del pueblo trabajador. Esta democracia es diferente a la falsa democracia burguesa en donde son los ricos los que imponen sus intereses, y en donde las leyes, decretos y demás decisiones se toman a espaldas del pueblo, como decía Lenin, «la verdadera labor “estatal” se hace entre bastidores y la ejecutan los ministerios, las oficinas, los Estados Mayores. En los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al “vulgo”». La democracia directa, la democracia obrera, implica que no solo se habla sobre las diferentes cuestiones de la sociedad y la lucha, sino también se adoptan decisiones por mayoría y estas son ejecutadas. Las Asambleas Populares como expresión de la democracia obrera son legislativas y ejecutivas al mismo tiempo.
Desafortunadamente, hay que advertir un método antidemocrático que se ha impuesto entre el movimiento obrero y popular. Este método es conocido como el método de los «consensos y disensos», puede parecer un método democrático ya que le da la «oportunidad» a la minoría de expresar su «disenso» frente a la mayoría, con el fin de que entre todos se logre un amplio «consenso». Pero en el fondo es un método antidemocrático que busca minar la unidad en aras de imponer la posición de la minoría por encima de la mayoría.
La escena más o menos es la siguiente: se lleva a cabo una Asamblea Popular; se ha elegido una mesa directiva y un orden del día; se procede a otorgar el orden de las palabras; intervienen cada uno de los oradores; la mesa directiva plantea que ha habido suficiente ilustración; se procede a la votación de las propuestas; los asistentes levantan su mano; algunas propuestas son aprobadas, otra no; de repente, algunos de los participantes de la Asamblea levantan su mano, «¡Tenemos un disenso! ¡Tenemos un disenso!» dicen en coro unos pocos. Estos representantes de la minoría insisten en que la Asamblea aborde su «disenso» para lograr el «consenso»; logran convencer a la mayoría de la Asamblea y se procede a una discusión sobre lo votado. El tiempo pasa, los demás asistentes se cansan, la minoría disentista insiste en que se asuma su disenso; al final, la masa cansada se va yendo de la Asamblea, solo queda la minoría del disenso que ahora se ha quedado en mayoría y ahí sí está de acuerdo en que se vote nuevamente. Se termina por imponer la posición de la minoría.
Esta escena ha sido común en diversas Asambleas Populares, ya sean por sector social o por localidad. Como se puede apreciar es un método antidemocrático que «revienta» la Asamblea y sirve en últimas a los intereses de una camarilla. Para el movimiento obrero es un método extraño, a lo mejor más propio de la pequeña burguesía, la cual sitúa a las individualidades, a las minorías de las minorías, por encima de la mayoría popular, de la amplia unidad de lo diverso.
Afortunadamente, el movimiento obrero y popular está despertando. Ha padecido las amargas experiencias de ver cómo sus esfuerzos unitarios se han visto desperdiciados gracias a las camarillas del «consenso y disenso». Sabe que el método de la democracia obrera, de la democracia directa, es el método por excelencia para garantizar una amplia democracia en sus Asambleas Populares. Este método que parte de que todos pueden hablar, proponer, opinar…pero una vez terminada la discusión, una vez acabados los argumentos y haya suficiente claridad, se realiza la votación, y aquellos que hayan quedado en minoría deben acatar las decisiones de la mayoría.
Por último, otro aspecto que diferencia a la democracia obrera de la formal democracia burguesa y pequeño burguesa, es la concepción y el papel que tienen los representantes elegidos en la Asamblea. Para la farsa democrática burguesa estos representantes terminan muchas veces representándose a sí mismos, a sus intereses, se sirven de haber sido elegidos para obtener beneficios y en algunos casos se dejan seducir por los sobornos de las clases dominantes, apenas logran el puesto de ser representantes abandonan al pueblo. En cambio, para la democracia obrera los representantes son elegidos y revocados en cualquier momento, no toman decisiones sin consultar a la base, sino que solo llevan a cabo lo que se les ha mandatado, y como decían los obreros revolucionarios del sindicalismo independiente, los representantes de los obreros deben ser «los primeros en los sacrificios y los últimos en los beneficios».
Es necesario que cada obrero consciente, que cada revolucionario, difunda entre todas las organizaciones obreras y populares, así como en las Asambleas Populares, la adopción del método de la democracia obrera, directa, en contra de la farsa democrática del «consenso y disenso», así como de la falsa democracia burguesa. Solo con una amplia y verdadera democracia podremos avanzar en la unidad del pueblo trabajador colombiano. La democracia obrera sienta las bases de la unidad obrera y popular.