De la Jornada Nacional por las Víctimas del Terrorismo de Estado

De la Jornada Nacional por las Víctimas del Terrorismo de Estado 1

El 6 de marzo el Movice (Movimiento de víctimas de Estado) convocó jornadas en las principales ciudades de Colombia para recordar las víctimas del terrorismo de Estado. Son miles los casos de víctimas en Colombia, una táctica de las clases dominantes que le ha costado al pueblo muchos de sus más aguerridos hijos. Las fotos que se exhibieron en los velatones y jornadas convocadas, colocadas una tras otra en una secuencia interminable de rostros, llegan a ser solo los casos más conocidos y divulgados, porque existe un gran número de víctimas que ni siquiera aparecen en las estadísticas. Son muchos los casos de mártires conocidos y anónimos de la causa popular que esperan justicia.

El uso de los paramilitares, quienes hacen el trabajo sucio que “no debe hacer el Estado” para mantener su apariencia de representante de toda la sociedad, es una de las más comunes formas de asesinar; pero también ejecutan su política a través de los mal llamados falsos positivos, las tradicionales ejecuciones extrajudiciales, los asesinatos selectivos, la tortura y desaparición física, todas formas que hacen parte del «modus operandi» del terrorismo estatal. Se conocen casos tan aberrantes como los descuartizamientos de personas (sin discriminar entre niños, mujeres y ancianos) con motosierras y machetes por paramilitares, para luego tirar los restos a los cocodrilos y desaparecerlos.

El asesinato selectivo de dirigentes de masas y las masacres que perpetran militares y paramilitares tienen entre otros el objetivo de diezmar y subyugar por la fuerza del terror la rebelión de las masas en Colombia, amedrentar a los obreros y campesinos que toman el camino de la lucha directa y pretender mediante el terror y el asesinato, doblegar el ascenso revolucionario de las masas.

Las masas claman justicia y venganza, pero la justicia que venden las instituciones estatales, no pasa de ser abstracta, hipócrita y mentirosa; las instituciones que la pregonan y que aparentan estar por encima del hombre y la sociedad, por encima de ricos y pobres, es una vil y útil mentira en manos de las clases que manejan y administran todo el Estado, incluido su terrorismo; esta es precisamente la justicia que menos le corresponde al pueblo. La justicia, al igual que todo lo que opera en la superestructura económica de la sociedad, es creada por los hombres, pero jamás para favorecerlos a todos, está diseñada para cumplir con unos fines y satisfacer a una parte de la sociedad, a quienes detentan el poder del Estado; y el Estado colombiano es uno burgués, terrateniente y proimperialista que satisface e imparte justicia a las clases dominantes. La actual justicia en Colombia está diseñada y ejecutada para repartir y ejecutar la justicia para los ricos, garantizar la impunidad de sus delitos, o cuando mucho, penalizar individuos que ejecutan directamente los delitos contra las masas y no sus autores intelectuales, hacer que paguen los chivos expiatorios para salvaguardar a los peces gordos. Esa es la razón del por qué aun y a pesar de las miles de investigaciones en su contra, Uribe y muchos asesinos como él, siguen libres.

Y no es un asunto solo del Estado en Colombia, es una práctica común que hace parte de todo el imperialismo y por ende cobijada y resguardada por los organismos internacionales; práctica que acostumbran maquillar con lastimeras y formalistas declaraciones de condena a una parte de los asesinos, o en el mejor de los caso a gobiernos, pero que no surten absolutamente ningún efecto práctico de retroceso en la acción asesina de los gobiernos. Por eso es un distractor para las masas, las denuncias y querellas formales en todas las instituciones de las clases enemigas, inclusive del calibre de la ONU (práctica común del Movice), lo que significa desmovilizar y maniatar la lucha, engañar al pueblo para que crea en las instituciones del enemigo; la ONU es una organización netamente imperialista ¿acaso los mismos cascos azules de la ONU no son cómplices y partícipes de la masacre de Ruanda?, ¿acaso los cascos azules no fueron los criminales que masacraron al pueblo en la guerra de Corea?

La verdadera justicia para las masas, solo puede venir de tribunales populares, donde sean las mismas masas las que tomen en sus manos la realización de juicios a los responsables y donde puedan impartir veredictos y ejecutar penas directamente y sin la intermediación del actual Estado asesino, responsable principal del terrorismo contra las masas. Un Estado que imparta justicia en favor del pueblo, solo podrá existir cuando sean los mismos obreros y campesinos quienes ejerzan el poder directo del Estado resguardado con el armamento general del pueblo; por eso fue posible que las masas durante la revolución francesa decapitaran la monarquía quien había convertido en un deporte decapitar al pueblo; o que el pueblo ruso durante la revolución bolchevique fusilara al déspota zar quien había sembrado de horcas y patíbulos todo el país.

Y mientras se puede llegar a ese nuevo tipo de Estado, para que el pueblo colombiano imparta justicia por sus mártires mediante la revolución, solo la lucha directa en las calles y con la organización revolucionaria de las masas se puede proteger a sus dirigentes. No se puede, ni se debe confiar en los aparatos del Estado para frenar el terrorismo, sea de Estado o incluso de los grupos guerrilleros que en muchas ocasiones también han adoptado esas prácticas reaccionarias. Es con la organización de las mismas masas que se deben crear formas organizativas que brinden seguridad a sus dirigentes, y es con la fuerza organizada de las masas que se pueden enfrentar a los terroristas que ejecutan a dirigentes en campos y ciudades; con la fuerza del pueblo organizado, desterrar a las bandas criminales organizadas, y con el poder de obreros y campesinos, hacer retroceder al Estado; lo demás, es pura demagogia, lo demás es pura ilusión de politiqueros que sirven consciente o inconscientemente a los enemigos del pueblo, contribuyendo a crear la falsa ilusión de que se puede remendar el podrido Estado colombiano para que éste sirva a las masas.

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