Tanto la ilusión de los imperialistas occidentales en la locomotora económica china para salir de la crisis, como el embeleco oportunista sobre el carácter socialista de esa economía, se han derrumbado cual castillo de naipes. La crisis económica del capitalismo mundial, no solamente sigue indomable en las más grandes economías imperialistas de América y Europa, sino que en los últimos meses se hizo evidente en la economía china, comprobando materialmente el carácter capitalista de su actual modo de producir los bienes materiales, donde las relaciones sociales de producción ya no son de colaboración socialista sino de explotación asalariada.
También en los países de América Latina, la crisis económica se ha extendido y ha calado más hondo, no porque sean países imperialistas, sino porque siendo países oprimidos —bajo la dominación semicolonial de los países imperialistas, explotadores, opresores, agresores— sus economías cualquiera que sea el grado de desarrollo, forman parte de la economía mundial imperialista. Y es ahí donde la crisis económica ha hecho otra gran revelación, dejando a la luz que el sistema de los países que se dicen “Socialistas del Siglo XXI” también se basa en relaciones de explotación del trabajo, es decir, de Socialismo no tienen sino el nombre.
Es ley en el capitalismo el derecho de los explotadores a apropiarse privadamente del producto social. Por eso la sociedad trabajadora —los verdaderos productores— vive cada vez más arruinada; por eso los capitalistas —los holgazanes que no trabajan— han acumulado y concentrado en unos cuantos conglomerados monopolistas toda la riqueza mundial; por eso los reaccionarios explotadores desean que el capitalismo sea un sistema eterno. De ahí que callen, eludan y teman hablar del porqué de las crisis económicas, pues como la actual, son campanadas que anuncian el funeral del capitalismo mundial.
Las crisis económicas no son una maldición del cielo como creen los explotadores, sino una ley básica del sistema capitalista, y no desaparecerán mientras exista el sistema de la explotación asalariada. Las crisis económicas tienen su base material, en la anarquía de la producción capitalista destinada no al progreso social sino a la ganancia privada, y en el carácter de la producción cada vez más social y de la apropiación cada vez más privada, ley fundamental del capitalismo determinante de su existencia, pues indica que no puede ser eterno un sistema que entre más riqueza produce, quienes la producen son cada vez más numerosos y más pobres, y quienes no trabajan son cada vez menos y más ricos. Impotentes ante la crisis económica actual, los reaccionarios imperialistas y sus ayudantes reformistas, se dedican a maquinar las formas de transferir los costos de la crisis a la humanidad de la sociedad trabajadora; es lo que han hecho con Grecia por ejemplo.
Pero los reaccionarios explotadores, no todo lo hacen forzando la mordaza financiera; también usan la fuerza de las armas, dado que la crisis económica se convierte en aliciente de una de las contradicciones más importantes del sistema imperialista: la contradicción que enfrenta entre sí a los grupos monopolistas, y entre sí a los países imperialistas, que mantienen compitiendo y guerreando por el dominio territorial, por las fuentes de materias primas principalmente petroleras, y por la explotación de mano de obra abundante y barata, por todo el mundo pero especialmente ahora en los países de la franja que los imperialistas llaman Gran Medio Oriente y que incluye todo el norte de África, en los países de la frontera oriental de Europa con la antigua URSS, y en los países de América Latina.
Las guerras imperialistas, sus matanzas a cargo de mercenarios de la calaña del sanguinario Estado Islámico, las agresiones y anexiones imperialistas, el desplazamiento forzado en el norte de África, la masiva migración hacia Europa, la persecución xenofóbica al interior de ese continente, las deportaciones en Venezuela… son todos sucesos explicados y justificados por los voceros reaccionarios como “meras disputas por intereses políticos”, ocultando que detrás de tales reyertas políticas existen siempre intereses económicos. Por su parte los voceros reformistas a pesar de que denuncien el carácter de rapiña de las guerras imperialistas y las calamidades que sufren los trabajadores, solo se atreven a proponer remodelaciones políticas al Estado de dictadura de clase de los explotadores, y pañitos de agua tibia a las terribles consecuencias del régimen de la explotación asalariada.
Los actuales contradicciones inter-imperialistas en Siria, Irán, Iraq, Afganistán, Ucrania, Yemen, Nigeria… más allá de sus ropajes religiosos, étnicos o nacionalistas, son por puro interés económico. Así como la crisis fronteriza colombo-venezolana donde humildes trabajadores ya desplazados por la guerra contra el pueblo en Colombia y nuevamente desplazados por la llamada “revolución bolivariana”, son las víctimas inmediatas de la puja inter-imperialista entre yanquis, chinos y rusos, barnizada de lucha contra el contrabando y el paramilitarismo, adobada con la hipocresía y demagogia electoral de los gobernantes de ambos países, pero que en el fondo es una lucha por puro interés económico de los imperialistas y de sus socios lacayos, por los recursos energéticos terrestres y marítimos en la zona fronteriza, lucha que también se libra en la frontera marítima con Nicaragua, y en general en todos los países latinos del continente, donde en el caso del Perú ya hay tropas imperialistas de EU con el beneplácito cipayo del régimen gobernante.
Ni los partidos políticos de los explotadores, ni tampoco los partidos políticos reformistas, relacionan los acontecimientos políticos y militares con su raíz en la economía mundial imperialista en general, y menos con la actual crisis de esa economía en particular. El proletariado revolucionario por su parte, no teme declarar la verdad: la política es la expresión concentrada de la economía, y la guerra es política con derramamiento de sangre. La verdadera razón de todas las atrocidades de las bestias imperialistas y sus lacayos, es preservar la gran desigualdad donde unos pocos gigantescos parásitos viven a cuenta del trabajo ajeno mundial; donde salvar un sistema agonizante que no tiene reversa, es la vana ilusión de los reaccionarios explotadores; y remendar un sistema descompuesto que ya no tiene arreglo, es la estúpida testarudez de los reformistas.
Los comunistas revolucionarios, únicos representantes de los verdaderos intereses inmediatos y objetivos futuros del proletariado, se guían por el marxismo cuya concepción materialista de la historia, encuentra en la economía la base de toda la superestructura social, la base de las ideas políticas, religiosas, filosóficas, jurídicas, que aunque también ejercen influencia en las luchas históricas y determinan en muchos casos predominantemente la forma de la lucha entre las clases, es la economía —producción y la reproducción de la vida real— el factor que en última instancia determina la historia.
Una concepción así, permite a los obreros y a las masas trabajadoras, no solo entender el fondo de los actuales acontecimientos políticos y militares, las causas de su atormentada situación material a pesar de que trabajan de sol a sol, sino lo más importante: conocer el camino para acabar los males de raíz. El embrollo que vive la sociedad mundial donde quienes llevan la peor parte son precisamente los trabajadores, se resuelve únicamente, si esos trabajadores además de sus luchas económicas y políticas inmediatas para resistir al rigor de la superexplotación, se deciden a correrle la butaca a los explotadores, lo cual significa destruir el Estado —la fuerza que los sostiene—, y expropiarles toda la riqueza que se han apropiado. Tales son las tareas de la guerra revolucionaria de clases —la Revolución Socialista— que necesita la sociedad colombiana. Y aunque no parezca, el mismo frenesí explotador y represivo de los enemigos, ha multiplicado el número, el odio y la voluntad de lucha de las fuerzas sociales que los derrocarán: los obreros y campesinos. Solo falta organizar su vanguardia, un verdadero Partido Comunista Revolucionario del proletariado que lleve la conciencia socialista al movimiento obrero, que organice su lucha de clase y la dirija hacia su meta mundial y objetivo final: el socialismo y el comunismo. Construir ese Partido es la tarea central de la Unión Obrera Comunista (mlm) y en ella hay un puesto de combate para todo obrero consciente que decida dedicar el resto de su vida a derrumbar el sistema que ya no le permite vivir.