Hoy, desde Revolución Obrera «Voz de los explotados y oprimidos», alzamos nuestra voz para denunciar la abominable situación de las mujeres rurales

Hoy, desde Revolución Obrera «Voz de los explotados y oprimidos», alzamos nuestra voz para denunciar la abominable situación de las mujeres rurales 1

Tengo muchos motivos para pegar martillazos contra los culpables de la tristeza de las campesinas […]: mi madre ha sido, es una de las víctimas del régimen esclavizador de la criatura femenina. Enferma, agotada, empequeñecida por los grandes trabajos, las grandes privaciones y las injusticias grandes, ella me hace exigir y procurar con todas mis fuerzas una justicia, una vida nueva para la mujer.
Miguel Hernández

El 23,7 % de la población colombiana vive en zonas rurales, 12,22 millones de semiproletarios agotados por el yugo del capitalismo en el campo. El 48,2 % de ellos, 5,89 millones de personas, son mujeres que se enfrentan no solo las arduas jornadas del campo, sino también a las labores domésticas y de cuidado.

Según el DANE, el 93 % de las mujeres rurales se ven obligadas a realizar trabajos no remunerados, contrastando con solo el 56,5% de los hombres que enfrentan tal ardua carga. La desigualdad es cruda: las mujeres rurales dedican en promedio de 14 horas diarias al trabajo, pero solo reciben compensación por el 39 % del tiempo invertido.

Y la injusticia no termina ahí. En 2021, la tasa de desempleo entre las mujeres rurales alcanzó un doloroso 15 %. Más aún, según las estadísticas burguesas el 33,7 % de los hogares rurales encabezados por mujeres vivían en la pobreza, cifra que superaba en 3,8 puntos a los hogares dirigidos por hombres y en 19,3 puntos a los hogares urbanos con mujeres a la cabeza. Así pues, en pleno siglo XXI, las mujeres rurales siguen siendo las más castigadas por la miseria impuesta por el capitalismo imperialista.

El acceso a la educación es otro campo de batalla desigual: apenas el 14 % de las mujeres del campo, de entre 18 y 24 años, logran ingresar al sistema educativo. Solo un 2,9 % alcanzan niveles técnicos y tecnológicos, y menos del 2 % accede a educación universitaria. La mayoría de las mujeres rurales están condenadas a no superar la educación primaria o secundaria, cerrándoles las puertas a oportunidades laborales y limitando severamente su desarrollo personal. El abandono estatal al campo genera largas distancias a los centros educativos, falta de infraestructura adecuada y, con ello, abrumadoras cargas domésticas y agrícolas; miles de obstáculos que perpetúan la superexplotación y la opresión de las mujeres en el campo.

En lo económico, las mujeres rurales enfrentan una brecha salarial del 33 % respecto a los hombres rurales. Apenas el 26 % de las decisiones en Unidades Productoras Agropecuarias son tomadas por mujeres, lo cual evidencia un sistema económico que le niega la voz y el poder de decisión a la mujer.

Además, dado el regazo que el Estado burgués le impone al campo, las mujeres rurales enfrentan una mortalidad materna exacerbada. La falta de infraestructuras médicas adecuadas agrava sus ya precarias condiciones de vida, imponiendo desafíos adicionales que las condenan a la angustia y la desesperación.

Y como si todo esto fuera poco, las mujeres en zonas rurales han enfrentado demasiada amargura a causa de la guerra reaccionaria, que como un río de dolor baja por los montes y arrasa con el campo. Durante décadas, estas mujeres han sido víctimas de violencia sexual, un crimen de guerra usado para atemorizar y controlar a las comunidades. Además, el desplazamiento forzado ha sido una realidad angustiosa para muchas, obligadas a abandonar sus hogares y tierras debido a la guerra contra el pueblo.

Como el capitalismo no ofrece soluciones a nuestras mujeres rurales, solo perpetúa siglos de subyugación y esclavitud doméstica, es hora de que como pueblo demos un gran paso adelante y le exijamos al Estado burgués, con la lucha directa y en las calles, condiciones de protección para las mujeres, las infancias y las juventudes del campo. En el campo son necesarias más y mejores viviendas, comedores públicos, casas-cuna, guarderías y jardines infantiles, no solo como centros de cuidado sino como oasis de educación y salud infantil.

Pero allí no nos detendremos, la lucha por la emancipación de la mujer rural debe seguir avanzando como una lucha de todo el pueblo trabajador. Teniendo claro que solo con la liquidación del sistema capitalista, con la abolición de la propiedad privada sobre los instrumentos y los medios de producción y con la supresión de la explotación del hombre por el hombre, es decir, con la victoria del Socialismo las mujeres obreras, y entre ellas las mujeres del campo, seremos liberadas de la explotación y la opresión.

Para ello necesitamos dar un primer paso, las mujeres del campo y la ciudad debemos acudir a la Asamblea Nacional Popular Independiente, este sábado 13 y domingo 14 de julio, en la Universidad del Valle, en Cali.

Esta es una gran oportunidad para avanzar en la unidad del pueblo trabajador, definir un único programa de reivindicaciones que realmente una todas las luchas dispersas del pueblo, trace un plan concreto de lucha y movilización para que, sin importar quién ocupe los puestos de Gobierno local regional o nacional, como clase obrera podamos arrancar por la fuerza las necesidades más sentidas del pueblo y reconquistar los derechos que nos han sido arrebatados.

Este será un primer paso que luego nos conduzca hacia un sistema socialista donde, con la mecanización y la colectivización de la agricultura, con el paso de la pequeña economía doméstica individual a la grande y socializada, se liberará a las mujeres de todo este régimen de esclavitud.

El Socialismo no es un sueño, es la única vía hacia la liberación definitiva de la mujer. Solo bajo un sistema donde los medios de producción sean colectivos y la explotación del hombre por el hombre sea erradicada, podremos dejar atrás esta espantosa herencia de opresión.

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