INDÍGENAS WAYUU, CONTRA EL HAMBRE, LA MUERTE Y LA MISERIA ¡ADELANTE!

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En medio de la creciente lucha de masas, queremos destacar la de cientos de indígenas que resuelven enfrentar la degradación física con que los amenaza la voracidad capitalista. En medio de la desnutrición y el hambre, 140 indígenas se movilizaron y hasta Bogotá llegaron el pasado 10 de mayo, con la firme intención de hacerse escuchar y ser atendidos por el gobierno nacional; con la convicción de que con la lucha y movilización serán resueltas sus exigencias, porque están cansados de los paños de agua tibia, de las promesas incumplidas, de la muerte de sus niños y de la miseria de su pueblo.

Los hermanos Wayuu, sometidos a la sequía propia de la región de La Guajira, provocada también por el desvío de ríos hacia las mineras existentes en la región y, la contaminación a las pocas reservas de agua; sometidos al hambre en una región donde el suelo ya no sirve para cultivar alimentos y donde los recursos –aunque existen– no llegan; sometidos a la muerte de sus hijos, al dolor de ver a estos pequeños sin la posibilidad de desarrollarse plenamente, sin fuerzas si quiera para aprender a caminar, sin salud y sin educación, sin oportunidades para crecer.

Sometidos también a la avaricia no solo de los pequeños comerciantes a quienes prácticamente deben regalarles su trabajo artesanal, sino también a grandes empresarios (incluidos los hijos de Uribe) y diseñadores, quienes aprovechan sus productos como las conocidas mochilas pagadas a precio de huevo, para luego venderlas hasta por 2 millones de pesos.

Los indígenas Wayuu, sufren por la voracidad capitalista que ha deforestado la tierra y acabado con el agua y lastimosamente La Guajira es el botón de muestra, pues es una de las regiones en las cuales se concentran más recursos energéticos y mineros; es decir es una región rica, pero un pueblo cundido de una pobreza que acaba con la vida de sus habitantes, entre ellos los indígenas Wayuu. En La Guajira, la riqueza se concentra en monopolios como Chevron Texaco dueño de la producción de gas y El Cerrejón dueño de la producción carbonífera, que dicho sea de paso es la mina a cielo abierto más grande del mundo, que mantiene exportaciones de 31,4 millones de toneladas de carbón hasta el 2015, pero que incluso ha llegado a exportar hasta 449,9 millones de toneladas (2009) obteniendo más de 18 mil millones de dólares, de los cuales para la burguesía colombiana solo quedó un millón y medio de dólares y para el pueblo de La Guajira el hambre, la destrucción de la naturaleza y la miseria.

Pero además del monopolio, que está acabando con la región de La Guajira, las masas son también sometidas a la humillación a cambio de un sorbo de agua, pues se ha monopolizado el uso de los molinos utilizados para la extracción de agua en pocas familias, entre ellas la del ex Ministro de minas Amilcar Acosta, a la cual deben pedirle permiso cientos de familias, para que sus hijos logren probar un poco de agua dos veces por semana.

Aunado a ello, está la corrupción, de lo poco que le queda a La Guajira tras la explotación de sus recursos naturales y los recursos que la nación debe procurarle, viven los corruptos; así, este departamento ocupa el primer lugar en el ranking de desviación de recursos, siendo el más infame el hallazgo que la misma Contraloría informa “fue por $10.858 millones en el sector de Agua Potable y Saneamiento Básico en Riohacha, ya que se incumplió con la construcción y puesta en marcha del Sistema Integral de Acueducto y Abastecimiento de agua potable en el corregimiento de camarones” ¡Todo esto en una región donde miles de niños mueren de hambre y sed!

No es para menos entonces que los indígenas Wayuu, luego de varios días a pie y algunos en bus, llegaran a Bogotá, para que sus exigencias en torno a alimentación para los menores de edad, oportunidades laborales, mejores vías y educación, fueran escuchadas, pues a su tragedia se suma el desprecio del Estado capitalista, que en medio de su corrupción desaparece los recursos y somete también al hambre y la miseria a la población Wayuu en La Guajira, un desprecio por la vida de estos hermanos que ha llegado al punto de preferir que la solidaridad del pueblo colombiano se pierda, con excusas tan infames como la de no disponer de un medio de transporte para hacer llegar las ayudas.
Sus exigencias, son más que justas, pues su región aporta millonarias ganancias al monopolio imperialista, sin recibir a cambio nada, esa es la lógica del imperialismo: acabar con todo lo que encuentre a su paso para garantizar las ganancias de los explotadores; en La Guajira el ejemplo es muy claro, la existencia de escuelas y centros de salud asequibles para la población es mínima, lo cual aumenta el riesgo de muerte, al tener que recorrer por horas y a pie un largo camino para la atención de una urgencia. Ahora uno de los pocos centros educativos conocido como el Internado Indígena de Siapana, se quedará en mayo de 2016, sin recursos para suministrar alimentos a los estudiantes que asisten allí, muchas veces como única posibilidad de probar algo de comer.

Muchas han sido las denuncias que han puesto al descubierto la situación de la población Wayuu en La Guajira, mucho se ha escuchado acerca de los miles de niños que padecen la asquerosa enfermedad del hambre que los condena a la muerte y a la que los somete el capitalismo, de sobra se conoce que los monopolios mineros y los terratenientes de la zona acaparan el agua, y que la corrupción también ha cobrado cientos de vidas de niños en esta zona. Pese a ello, NADA, en absoluto ha hecho el gobierno de la paz, ni a través de sus Ministerios, Gobernaciones o Alcaldía, y mucho menos directamente se ha dignado a atender esta problemática que le duele al pueblo colombiano, mientras al burgués parece complacerle.

El pueblo colombiano debe solidarizarse con esta lucha, como lo deberían hacer aquellos dirigentes sindicales que cuentan con permisos y la potestad para aprobar la solidaridad a sus hermanos, pero prefieren sentarse a desayunar con los opresores del pueblo como la nueva Ministra Clara López, antes que atender a los hermanos indígenas que pese al frío de la capital, el cansancio y el hambre, hicieron un luctuoso acto en memoria de sus niños muertos y marcharon por el centro de Bogotá para hacer conocer sus exigencias.

Por ello, los luchadores consecuentes deben ponerse al frente y apoyar esta causa, pues esta lucha, como todas las del pueblo colombiano, hace ver una vez más que el camino revolucionario es el que deben recorrer las masas para conquistar derechos fundamentales tendientes a impedir la degradación física y espiritual como la que sufren hoy los hermanos en La Guajira; derechos que lograrán arrancarse al capitalismo al calor de la lucha organizada.

Ello implica unir y generalizar esta y todas las luchas del pueblo colombiano, a través de asambleas, donde también participe la población indígena, junto con sus hermanos obreros y campesinos y para hacerlo, hay que promover la solidaridad y avanzar en la organización y unidad del movimiento de masas, porque está visto que la voracidad de burguesía no tiene límite y la única forma de enfrentarla es con la unidad, organización y lucha.

Todo esto significa acumular fuerzas, para conquistar las justas y necesarias reformas por salud, educación, vivienda, trabajo, etc., a través Huelga Política de Masas como parte de su preparación para acabar con el capitalismo imperialista y su Estado representante, causa fundamental del hambre y la miseria del pueblo trabajador.

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