Colombia país capitalista oprimido en el sistema mundial imperialista, soporta una feroz crisis económica, expandida por todos los países como una plaga, agravando la crisis social que ha causado este sistema en agonía.
El hambre es un azote del modo de producción capitalista que en su etapa de descomposición se ensaña contra los pueblos del mundo. En Colombia entre el 2012 y el 2015 murieron 3.899 ancianos por hambre, siendo Bogotá, la segunda región más crítica con 333 casos, luego del Valle que presentó 563 adultos mayores muertos por esa causa.
El 60% de la población urbana y el 86% de la población rural del país viven en los límites del hambre y de la pobreza, mientras tanto la mitad de la tierra aprovechable está en manos de 2.300 terratenientes capitalistas. En cuanto a las ciudades, no más en Bogotá, donde se concentra casi la mitad del gran capital del país, la tasa de niños con bajo peso al nacer (menos de 2500 gramos) está en el 26,3 % mientras que en el resto de ciudades era de 17.7%. Es una ley del capitalismo que entre más se concentra y acumula la riqueza en el polo de los parásitos expropiadores, más miserable, hacinada y hambrienta es la vida de las masas laboriosas.
Colombia, con una población de 46,2 millones de habitantes, es un país que produce para el mercado mundial y consume sus productos, soportando la feroz opresión de las grandes potencias imperialistas, pero la clase obrera es además sometida a la brutal superexplotación capitalista.
La clase obrera, como la más poderosa fuerza del país contabiliza unos 22 millones de personas en condiciones de trabajar, pero debe soportar el peso muerto de más de 2 millones son desempleados y 14 millones son trabajadores informales, en su mayoría ganan menos de un salario mínimo. Si se suman todos, a los entre 2.3 y 4.5 millones de trabajadores de salario mínimo –en cuentas del Gobierno y las Centrales Sindicales–, se puede ver claramente que los proletarios en Colombia, en su inmensa mayoría, están sometidos a vivir con un salario miserable. Esta es la causa profunda del hambre en las ciudades actualmente.
La clase de los proletarios, que junto con sus familias sobrepasan los 30 millones de personas, recibe por la venta de su fuerza de trabajo un salario de hambre, pues el salario nominal mínimo mensual de $644.350 está lejísimos del salario real necesario para reproducir la fuerza de trabajo de la familia obrera, tasado hoy por hoy en no menos de $1.800.000 mensuales.
Si una familia obrera que gana el mínimo merca por ejemplo $400.000, con el aumento del IVA en 18.8% estaría pagando $76.000 de impuestos, mientras su aumento salarial fue de $45.000. Estaría descendiendo solo en alimentación en $ 31.000 su presupuesto. Si el 50% de los trabajadores en el país gana menos del mínimo, en este caso la situación es peor.
Entre el precio internacional del azúcar, que cayó hasta el 27% y el sobrecosto de su producción en Colombia, las masas han tenido que pagar el doble por una libra de este producto de primera necesidad. Un 30% subió el costo del arroz en un año para proteger a los monopolios que lo producen en el país. La leche que se consume en las ciudades es el 50% de toda la que se produce en el país, y mientras el litro no se paga a más de 1000 pesos al pequeño productor, se vende al usuario en 2600 por los grandes monopolios. Las verduras subieron hasta un 40% y más. La gasolina se cobra por más del triple de lo que vale producirla, y para acabar de ajustar, el 30% de los alimentos que se consumen en Colombia es importado, por lo que los altos precios del dólar rebajan aún más el poder adquisitivo del salario.
A Septiembre de 2015, al menos 15 niños habían muerto de hambre en el año en Riosucio, Chocó. Tres años antes en el mismo departamento, pero en el municipio de Bagadó, se había reportado la muerte de varios niños por la misma causa. Según el Instituto Nacional de Salud –INS–, entre enero y mayo de este año han muerto en el país 94 niños por desnutrición. La situación es especialmente dramática en el pueblo Wayuu en La Guajira, con tasas de mortalidad infantil similares a las de Ruanda y de desnutrición como las de Etiopía. Según datos de la Defensoría del Pueblo en el 2014, en ese departamento se registró la desnutrición global más alta del país. En ese año, según el INS, murieron en promedio 6 niños por semana debido a desnutrición, principalmente indígenas y desplazados de los departamentos de Córdoba, Nariño, Chocó, La Guajira, Sucre y Boyacá. Se estima que la mitad de los niños indígenas Embera siguen muriendo de hambre. La preocupación del Estado por los niños es nula. Unos 4000 se han muerto en La Guajira por deshidratación, como consecuencia de la privatización del principal afluente de la región, el río Ranchería, mientras no se hace nada por devolverles el agua a las comunidades Wayuu.
Desde el 2007 minería e hidrocarburos tuvieron crecimiento sostenido pasando de participación en el PIB del 5,7% al 7,7% en 2012, todo ello a costa de tragarse el agua de las comunidades y no darles trabajo, envenenar sus fuentes hídricas y el aire. El agua que no se consumen en la explotación se contamina luego del proceso en los desechos y vertiendo el contenido al mar como en el caso de la Drumond. Entre 2001 y 2012 la minería solo generó 81 mil nuevos empleos, lo cual confirma que la fórmula del gobierno de regalar el país a los grandes monopolios para superar la miseria, es una vil falacia.
El hambre se agrava día a día con la destrucción de la naturaleza (contaminación de los principales ríos y robo de fuentes hídricas que sostenían los pueblos), por el incremento de la dependencia semicolonial al imperialismo con los llamados tratados de libre comercio y por la crisis permanente de la agricultura capitalista que ha reducido al agro al peor de los atrasos y abandonos. Bajo este sistema no hay salvación.
La hambruna ataca al país de una de las mayores riquezas naturales del mundo y su consecuencia se evidencia principalmente entre los niños y ancianos que son los sectores más débiles entre los oprimidos. El incremento del hambre es inevitable y cada vez más dramática bajo el sistema basado en la propiedad privada, la explotación del trabajo y la opresión de los pueblos. Lo anterior demuestra que los intereses de este sistema son incompatibles con la supervivencia y el bienestar de los trabajadores.
Lo que hace el gobierno de Santos ante esta situación, es velar por las ganancias capitalistas y las exigencias imperialistas, cargando el principal peso de la crisis económica en los hombros de la clase obrera. Su respuesta a los reclamos ante esta situación es la demagogia con los diálogos de paz con los jefes guerrilleros y el acrecentamiento de la opresión contra el pueblo que debe soportar el fortalecimiento del presupuesto militar, el ensañamiento del terrorismo estatal y la violenta represión al movimiento de masas.
Pero el garrote es para todos los oprimidos… Al anunciado aumento del IVA, se le suma el de las cotizaciones de la salud y la reducción de las pensiones. El Estado aplastará a más sectores del pueblo con la tributación indirecta, la privatización de la salud y el traslado de las pensiones a los fondos privados; el recorte presupuestal para el agro en 38,5 % es un hecho, que arruinará en masa a los pocos campesinos medios que subsisten, y en la industria el recorté presupuestal en 9,1 %, cerrará el camino a mucha de la pequeña burguesía urbana que lucha por mantenerse en pie, haciéndola caer también en masa a las filas del proletariado. En ciencia y tecnología el recorte del 20 %, implica más atraso y dependencia del país ante el amo imperialista. Mientras tanto, Santos otorga a los burgueses el beneficio del no pago de aranceles a la importación de insumos y bienes capitalistas, así como el saqueo gratis de los recursos naturales.
Las propuestas para mitigar el hambre
Al problema del hambre se le proponen varias soluciones que obedecen a los intereses de las clases. Desde hacer más bancos de alimentos y donar esto a las instituciones que puedan canalizar las limosnas, como la Iglesia, hasta las más reformistas, que es generalizar los comedores comunitarios y mejorar la asistencia alimentaria en las escuelas. Nada de lo cual resolverá el problema de fondo, porque precisamente uno de los grandes monopolios del país es el de la producción de alimentos, por lo cual mantener altos los precios es una condición para agrandar sus abultadas ganancias. De parte del Estado, tampoco vendrá una buena administración para socorrer el hambre del pueblo, por más reformista que sea, pues a los partidos y funcionarios solo les importa mantener su cuota burocrática y comer de la firma de contratos multimillonarios ─Bogotá es un buen ejemplo de este caso, con sus administraciones de “izquierda”─. La dominación política de las clases dominantes a quienes solo interesan sus ganancias, así como la corrupción política de los gobernantes, son dos factores que le deben decir al pueblo que de arriba no vendrá la solución.
La corrupción agrava el hambre, pero su causa profunda es la expropiación de los trabajadores, del negocio de la opresión y la explotación, por esto mientras no se acabe con el capitalismo no se podrá superar este flagelo.
Acabar con el hambre no depende de la voluntad política de las clases dominantes, ni del cambio de modelo del sistema, porque éste se sostiene de la expropiación de los trabajadores y de la explotación del trabajo asalariada, favorecida con el incremento del despojo y la miseria. La forma en que el reformismo y la socialdemocracia enfrentan el hambre bajo este sistema, dejando intacto el poder de los monopolios, la propiedad privada y los negocios capitalistas, son paños de agua tibia para este infierno de opresión y explotación, por esto la solución no es montar al gobierno más “progresista”.
El gobierno tiene como fórmula para paliar el hambre atraer la inversión de capital imperialista y nacional a la explotación del campo, manteniendo los falsos tratados de libre comercio con los países imperialistas e intensificando la superexplotación del trabajo asalariado. Nada de lo anterior resuelve este flagelo.
Por su parte, la pequeña burguesía luchando por la democracia bajo este podrido sistema tampoco hará nada. Democratizar el capital, además de imposible en la época del imperialismo, tampoco acabaría con el hambre mundial, porque esta es una consecuencia del desarrollo del sistema de opresión y explotación mundial. Mucho menos desarrollando proyectos de auto sostenimiento popular, logrará acabar con esta plaga para la sociedad, que exige la socialización de todos los medios de producción para su solución definitiva.
El proletariado revolucionario reconoce que siendo una tendencia inevitable el agravamiento del hambre bajo esta infernal dominación de clase, hay que resistir a ella por medio de la lucha de clases, de manera independiente y revolucionaria, que en Colombia tiene su forma en la Huelga Política de Masas, que frene la ofensiva de los explotadores y les permita a los trabajadores acumular fuerzas para la Revolución Socialista.
Los trabajadores del campo y la ciudad tienen en la lucha directa y revolucionaria de masas el método para frenar el hambre, el desempleo, la superexplotación y demás flagelos de la explotación asalariada y la opresión imperialista. Los Comités de Lucha tienen una plataforma de lucha del pueblo Colombiano que concentra muy bien las reivindicaciones populares a conseguir mediante la Huelga Política de Masas, entre las que se destaca el alza general de salarios.
El ejemplo de cómo se supera el hambre definitivamente
El poder obrero enfrentó y superó el hambre en el siglo pasado, expropiando a los expropiadores, lanzando el comunismo de guerra contra los terratenientes y campesinos ricos en Rusia, promoviendo la solidaridad entre los pueblos que luchaban por su liberación en el Bloque Socialista,; aportando a la humanidad la principal cantera de productos agrícolas para la alimentación en todo el planeta en unas cuantas décadas de construcción socialista, como fue ejemplo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y más tarde China. Países que aun heredando el atraso y la hambruna de la dominación semifeudal y la opresión imperialista, teniendo que defenderse de la invasión de los múltiples ejércitos reaccionarios, pudo repeler la resistencia de los expropiadores, enfrentar el sabotaje de la economía y emancipar el país del yugo sanguinario de los explotadores.
La hambruna de que hacen responsable al comunismo en Europa y Asia, fue heredada de la centenaria opresión y atraso de los pueblos liberados, así como del cerco capitalista de las potencias de la muerte; no obedece a que el sistema socialista no sirva o sea sostenido con una dictadura genocida, como han hecho ver la liberación de los pueblos; ni mucho menos por la impotencia del sistema de cooperación del trabajo y de socialización de los medios de producción, como es el socialismo, que con el poder en manos de clase obrera, puede dar auténtica libertad a los pueblos, hacer independiente su economía y construir una sociedad que coopere con alimentación, desarrolle la producción, la vivienda y el bienestar para todos.