Día Mundial Contra la Minería a Cielo Abierto

Día Mundial Contra la Minería a Cielo Abierto 1

Como todos los 22 de julio, desde hace 15 años, organizaciones populares independientes y ambientalistas asumen este como el Día Mundial Contra la Minería a Cielo Abierto, una jornada de lucha, tal como lo proponen en el manifiesto del 2023, firmado por organizaciones que esperan «concienciar a las poblaciones y a las naciones de los efectos nocivos de la actividad minera en el medioambiente, así como sobre las insalubres condiciones de trabajo, esclavitud y trabajo infantil que todavía permanecen en muchas partes del mundo en el marco de esta actividad».

Los comunistas nos sumamos a esta importante labor de elevar la conciencia y aprovechamos esta fecha para llamar a todo el movimiento popular, a los obreros, a los campesinos y a los ambientalistas a cerrar filas contra la minería a cielo abierto, la cual es diferente de la minería subterránea tradicional.

¿Qué es minería a cielo abierto?

Se le llama minería a cielo abierto porque busca la obtención de los recursos minerales en la superficie del terreno, no de forma subterránea. Y esto es así porque los minerales remanentes hoy se encuentran en partículas ínfimas dispersas en las rocas montañosas, por lo que es difícil extraerlos con los métodos tradicionales, sumado al ritmo voraz con el que compiten los imperialistas para acaparar la mayor cantidad de recursos y poder dominar el mercado. Por ello, una vez detectados los yacimientos por satélite, las compañías imperialistas mineras vuelan montañas enteras para primero convertirlas en rocas, luego triturarlas y finalmente aplicarles una sopa de sustancias químicas que separan y capturan los metales del resto de la roca. Para ello se emplea cianuro, mercurio, ácido sulfúrico y otras sustancias tóxicas, acumulativas y persistentes, de alto impacto en la salud de las personas y en el medioambiente.

Para poder hacer todo este daño al pueblo, a su salud y a su medioambiente, las grandes compañías mineras y sus loros en el Estado burgués (funcionarios, técnicos nacionales y municipales) argumentan que la minería a gran escala trae muchas «ventajas y oportunidades» pues «aumenta los puestos de trabajo, genera progreso y desarrollo, sobre todo en aquellos lugares apartados, pobres y relegados geográficamente», con ello pretenden tapar el sol con un dedo, porque es una verdad inocultable que la minería a cielo abierto es inmensamente destructiva, conlleva graves consecuencias para el entorno natural y para las personas que habitan en las áreas cercanas.

Efectos de la minería a cielo abierto

La minería a cielo abierto implica remover grandes cantidades de suelo y roca, lo que destruye el hábitat natural de flora y fauna, causando la pérdida de biodiversidad y la extinción de especies. Durante el proceso de extracción se liberan químicos tóxicos que pueden infiltrarse en los acuíferos subterráneos o contaminar los cuerpos de agua superficiales, afectando la calidad del agua potable y perjudicando la vida acuática. Asimismo, la actividad minera libera partículas finas y gases tóxicos que afectan la calidad del aire, contribuyendo a problemas respiratorios y enfermedades en la población cercana, aporta a la emisión de gases de efecto invernadero, que a su vez agravan el cambio climático, a tal punto que esta semana fue noticia el hecho de que en Irán la sensación térmica alcanzo los 66,7 ºC, temperaturas que según los especialistas se acercan al límite soportable por la vida, pues abruman la capacidad del cuerpo para regular la temperatura interna.

La minería a cielo abierto en Colombia

En Colombia, en el departamento del Chocó, la minería a cielo abierto ha generado fragmentación en los ecosistemas y ha provocado tala de bosques, cambios en los cursos de ríos, destrucción de fuentes hídricas y pérdida de biodiversidad. Estos efectos tienen un impacto significativo en aves, mamíferos, anfibios y reptiles.

Como si todo esto fuera poco, la minería a cielo abierto también impacta en las comunidades locales, pues las operaciones mineras desplazan pueblos enteros y afecta su forma de vida, su cultura y su economía. Es así como en 2011 Peace Brigades International informó que en Colombia el 35 % de los municipios poseían recursos minero-energéticos, pero representaban el 87% de las localidades generadoras de desplazamiento forzado.

Un ejemplo de esto es el Cesar y La Guajira, donde durante las últimas décadas han coincidido el desarrollo acelerado de la industria del carbón y el recrudecimiento de la guerra reaccionaria.

Para la muestra un botón: el 12 de marzo del 2001, Valmore Loncarno Rodríguez y Víctor Hugo Orcasita Amaya, presidente y vicepresidente de Sintramienergética, fueron asesinados por paramilitares del Bloque Norte cuando se desplazaban hacia Valledupar en un bus de la empresa imperialista norteamericana Drummond; los compañeros fueron asesinados por haber promovido una huelga para presionar un cambio en el contratista que proveía de alimentos a los trabajadores. Por los hechos fueron condenados los paramilitares alias ‘Tolemaida’, ‘El Viejo Miguel’ y ‘Samario’, quienes declararon ante la justicia que funcionarios de Drummond y agentes del Estado participaron en el crimen.

Y es que los vínculos entre la industria del carbón y paramilitarismo se explica porque Colombia tiene las reservas carboníferas más grandes de América Latina, es el principal productor del mineral en el subcontinente y es el sexto exportador a nivel mundial. Desde el 2001, el carbón es el segundo producto de exportación de Colombia. De allí que el ascenso de la economía del carbón esté asociado a la guerra reaccionaria contra el pueblo, intensificada en el Cesar y La Guajira, al punto que la violencia antisindical y el desplazamiento forzado han sido por décadas hechos noticiosos de esas regiones.

En septiembre del 2022 el ranking de reputación presentado por Brújula Minera y la Superintendencia de Sociedades destacó a las empresas Cerrejón (capital suizo), Drummond (capital estadounidense) y Cerro Matoso (capital australiano) como las de mejor posición en el sector minero en términos de ingresos operacionales, superando los $18,17 billones en 2021. Pero el éxito económico de estas empresas no debe eclipsar los impactos ambientales y sociales de la minería, pues es de todos sabido que estas empresas también son las de mejor posición irrespetando los derechos humanos de las comunidades locales y de sus trabajadores. Sus multimillonarias ganancias son acumuladas a costa de destruir el medioambiente, la salud de sus trabajadores y el bienestar de las comunidades en La Guajira, Cesar, Magdalena y Córdoba.

Llamado a los defensores de la naturaleza

Hoy, 22 de julio del 2023, el Día Mundial Contra la Minería a Cielo Abierto los revolucionarios saludamos esta lucha que lideran las organizaciones ambientalistas y especialmente las comunidades y pueblos que sufren las consecuencias directas de este atentado contra la naturaleza. Pero, además, llamamos a todos estos luchadores y al proletariado en general a que esta lucha salte de los pequeños y limitados triunfos que se han alcanzado a nivel jurídico en los diferentes países. Es necesario reconocer que fueron las leyes del sistema imperialista las que permitieron a estas empresas dominar y destruir los territorios, bosque, ríos, selvas… lo que nos recuerda la necesidad de destruir el sistema capitalista cuya lógica es maximizar las ganancias de unos pocos a expensas de las amplias masas de trabajadores y el pueblo en general.

La tarea del pueblo, los luchadores y los revolucionarios para salvar el planeta es generalizar y unir la lucha contra el Estado de los Capitalistas, y contribuir a la construcción del Partido Comunista y la internacional Comunista que dirija la lucha del proletariado mundial. La solución es construir un sistema socialista donde la lógica sea priorizar el bienestar de quienes todo lo producen y cuidar el medioambiente; un sistema de producción socialista que proteja nuestros ecosistemas y las comunidades, para garantizar que realmente exista un futuro.

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