«La mujer continúa siendo esclava del hogar, pese a todas las leyes liberadoras, porque está agobiada, oprimida, embrutecida, humillada por los pequeños quehaceres domésticos, que le convierten en cocinera y niñera, que malgastan su actividad en trabajo absurdamente improductivo, mezquino, enervante, embrutecedor y fastidioso. La verdadera emancipación de la mujer y el verdadero comunismo no comenzarán en el país sino en el momento en que empiece la lucha en masa, cuando empiece su transformación en masa en una gran economía socialista». Lenin
Como revolucionarios constantemente hablamos de la doble explotación de la mujer obrera bajo el yugo del capital; cualquier hombre y mujer del pueblo entenderá fácilmente esa sentencia al pensar en las extenuantes tareas que realizan las mujeres día a día; pero es necesario ampliar un poco esta explicación para desvelar claramente que es el capitalismo el culpable de esta terrible esclavitud que el movimiento obrero en su conjunto, pero en especial las mujeres, deben atreverse a transformar.
Es preciso que analicemos cuánto es el aporte que las mujeres hacen a la sociedad a través del invisibilizado trabajo no remunerado y cómo ese trabajo es una doble explotación que enriquece a los parásitos capitalistas. Para ello nos valdremos de las cifras de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT), creada a partir de la Ley 1413 del 2010 y realizada por el DANE cada 3 años, con el fin de obtener información sobre el tiempo diario dedicado al trabajo remunerado, al trabajo no remunerado y a las actividades personales y —según la hipocresía burguesa— medir la contribución de la mujer al desarrollo económico y social del país, para definir e implementar políticas públicas, cosa que evidentemente no ocurre.
Para empezar, si se compara la información de la ENUT 2016-2017 con la de la 2020-2021, se observa que la carga de trabajo no remunerado para las mujeres se incrementó en 52 minutos al día; pues de 6 horas y 52 minutos diarios (ENUT 2016-2017) se pasó a 7 horas y 44 minutos diarios (ENUT 2020-2021).
Además, la ENUT 2020-2021 revela que, en Colombia, mientras el 53,3 % de los hombres participan en actividades de trabajo remunerado, solo el 29,9 % de las mujeres participa en ese tipo de actividades; en contraste, el 90,3 % de las mujeres participa en actividades de trabajo no remunerado y solo el 63 % de los hombres se ocupa de ese mismo tipo de actividades. Así pues, el trabajo doméstico sigue aprisionando a millones de mujeres, agobiadas, oprimidas y humilladas por la carga que una sociedad machista les ha impuesto; mientras tanto, la baja participación de las mujeres en el trabajo remunerado sigue perpetuando la brecha salarial y la desigualdad económica.
Los hombres dedican 12,5 horas diarias al trabajo, de las cuales 9 son remuneradas y 3,5 corresponden a actividades no remuneradas. Por su parte, las mujeres trabajan aproximadamente 15,5 horas diarias, distribuidas en 8 horas de trabajo remunerado y alrededor de 7,5 horas en actividades no remuneradas. Estos datos permiten comprender el estado de servidumbre y explotación que es, todavía, el destino de las mujeres en todas partes del mundo.
Y, como en el capitalismo la contradicción entre la ciudad y el campo es extremadamente antagónica, pues la ciudad dominada por la burguesía saquea implacablemente al campo, las cifras de la ENUT también hacen evidente esta contradicción: las mujeres que residen en áreas urbanas destinan 8 horas a labores remuneradas y 7,5 horas a actividades no remuneradas, sumando un total de aproximadamente 15,5 horas de trabajo al día. Mientras que las mujeres que residen en la ruralidad participan durante 5,5 horas en trabajos remunerados y 8,5 en tareas no remuneradas, totalizando 14 horas de trabajo diario.
Respecto a las actividades de trabajo doméstico no remunerado que desarrollan los hombres y las mujeres de la clase obrera en su propio hogar las cifras revelan la doble explotación de las mujeres, tanto en la fábrica, la empresa, etc. y en el hogar: mientras que solo el 32 % de los hombres se encargan del suministro de alimentos (preparar y servir alimentos, levantar los platos, llevarle la comida a personas), esa tarea recae sobre el 79 % de las mujeres; mientras el 9,6 % de hombres se encarga del mantenimiento del vestuario (lavar, planchar, guardar ropa, reparar ropa o calzado, llevar o recoger ropa o calzado) esa tarea recae sobre los hombros del 37,2 % de las mujeres; mientras el 39 % de los hombres se encarga de la limpieza y el mantenimiento del hogar (limpiar la vivienda; cuidar mascotas, jardín; limpiar algún vehículo del hogar; reparar, hacer instalaciones o mantenimiento a la vivienda; reparar electrodomésticos, muebles, o vehículos del hogar; llevar a reparar electrodomésticos, muebles o vehículos), el 72 % de las mujeres realiza este trabajo absurdamente improductivo, mezquino, enervante, embrutecedor y fastidioso, al decir del camarada Lenin.
Hay un poco más de paridad en la tarea de realizar las compras y la administración del hogar (comprar artículos personales o para el hogar; comprar o reclamar medicamentos; pagar facturas, hacer trámites, poner o recoger encomiendas; buscar vivienda para tomar en arriendo o comprar; cobrar subsidios ante entidades públicas o privadas), pues el 19 % de los hombres en contraste con el 20 % de las mujeres se encargan de ello.
Y pasando a hablar en términos de horas de trabajo, en 2021, en Colombia la población de 10 años o más dedicó 41.061.821.000 horas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR). Las mujeres colombianas aportaron el 77,7 % del total de esas horas, gastaron 13.026.200.000 de horas para garantizar el suministro de alimentos; 7.929.271.000 de horas en la limpieza, el mantenimiento y las reparaciones para el hogar; 5.089.047.000 de horas en cuidado y apoyo a personas del hogar; 3.832.192.000 de horas en el mantenimiento de vestuario y 1.677.141.000 de horas en compras y administración del hogar.
En el 2021 el valor económico del TDCNR en Colombia representa 19,6 % del PIB y ascendió a 230.338.000.000.000 de pesos; 174.807.000.000.000 de pesos serían el valor económico del TDCNR realizado por las mujeres en el país. Pese a esas altas cifras, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado sigue siendo invisibilizado, dado que vivimos en un sistema de producción que subestima el rol de la mujer en la sociedad.
Tan solo las actividades relacionadas con el suministro no remunerado de alimentos se calculan en un valor económico de 74.016.000.000.000 de pesos, y el 84,3 % de ese valor lo aportan las mujeres. Por su parte, las actividades de limpieza y mantenimiento de los hogares se calculan en un valor de más de 68.586.000.000 de pesos, y de esta cifra, un 71,5 % se explica por el trabajo de las mujeres.
Todas estas cuantías elevadas son números que describen la doble esclavitud de la «mitad de cielo» en el capitalismo. Las mujeres no tienen nada que esperar de esta podrida sociedad capitalista, sociedad donde la función maternal solo puede «marchar» a condición de que la mujer sea excluida del trabajo social y esclavizada en tareas improductivas, mezquinas, enervantes, embrutecedoras y fastidiosas. Sociedad que a las mujeres de las clases oprimidas les ha impuesto la función de producir los futuros trabajadores y cuidar en buenas condiciones a los actuales trabajadores, para que pueden ser consumidos por el capital.
Esta fatídica realidad del movimiento femenino obrero hace que sea fundamental que las mujeres nos organicemos en Comités de Mujeres que desplieguen a nivel nacional un Movimiento Femenino Revolucionario, que dirigido por el Partido verdaderamente revolucionario marche en pos del socialismo; único sistema de producción que reconoce ese trabajo que en el capitalismo es despreciado por todos, devolviéndole su carácter útil y necesario socialmente.
El movimiento de liberación de las mujeres en la Rusia y la China verdaderamente socialistas, puso de relieve la necesidad de que la dictadura del proletariado colectivice el trabajo doméstico y reeduque a los hombres para que exista una repartición equitativa en el seno de la familia. Solo el Estado de obreros y campesinos puede tomar medidas concretas para permitir a las mujeres alcanzar la completa igualdad, creando estructuras sociales (comedores populares, talleres colectivos de trabajo doméstico, talleres mantenimiento de ropa y calzado, redes de sanidad descentralizadas…) que remplazan los diferentes «deberes» de la familia, estructuras que repartan ampliamente toda esa pesada carga, de tal suerte que, asumiendo cada uno una pequeña parte, a nadie esclavice.
Solo con el socialismo las mujeres podrán liberarse de las cadenas que les ha impuesto la existencia de la propiedad privada, mientras se avanza hacia un futuro comunista donde la opresión y la explotación sean solo un triste recuerdo del pasado.