El marxismo ha demostrado que la participación de las mujeres es determinante en los procesos revolucionarios. No puede pensarse una revolución sin la participación de la mitad de la población que, además, es doblemente explotada y oprimida; este asunto ha sido demostrado con el desarrollo mismo de las fuerzas productivas, que vinculó a las mujeres a la producción y a la participación en los asuntos de la sociedad.
Esta vinculación se convirtió en un paso adelante en la lucha por la emancipación de la mujer; aunque sin duda este proceso se da de forma desigual, es un avance en el camino por la liberación de las mujeres; al igual que dejó ver la real desigualdad de la mujer en el capitalismo, porque con la vinculación a la producción fue sometida a una doble explotación y opresión, pues también está sometida al trabajo doméstico como esclava del hombre y la familia.
Por supuesto, esta situación conlleva a la respuesta de las mujeres con lucha contra esa desigualdad, por sus derechos y, hoy en día, hasta por su vida. En el caso de las mujeres proletarias se suma a estas luchas el combate contra el sistema de explotación y opresión que, al igual que al resto de la clase obrera, las somete a todo tipo de vejámenes y humillaciones.
Pero esta lucha poderosa la ha canalizado la burguesía, la ha controlado la ideología dominante en el capitalismo, la ha reducido a un feminismo que lucha por reivindicaciones inmediatas y sin perspectiva, reduciéndola a una lucha de géneros que se concentra en que el patriarcado es el sistema imperante y no el capitalismo, por tanto, constriñe la lucha de las mujeres no contra el moribundo capitalismo imperialista y la destrucción de su Estado, sino contra el patriarcado, dejando intacto el sistema y su superestructura.
Todo lo anterior impide que el papel de la mujer sea determinante en los procesos revolucionarios, pues desvía la lucha por su emancipación como parte de la emancipación de la clase obrera, y la mengua a una lucha meramente reformista. Es en este sentido, y como parte de la construcción del Partido del proletariado en Colombia, es necesario que las mujeres se organicen revolucionariamente, para ir mucho más allá de unas reformas que no tocan la esencia de la opresión y explotación de las mujeres: la propiedad privada.
Es una necesidad inmediata elevar la conciencia respecto al papel de la mujer en la transformación de la sociedad, es menester vincular la lucha por sus reivindicaciones a la de la clase obrera en general, haciendo realidad la consigna de «Luchar por la emancipación de la mujer, como parte de la emancipación de la clase obrera». Todo esto como parte del camino hacia el socialismo y el comunismo, única manera en que la situación de la mujer tendrá un cambio estructural, pues si se reconoce que la opresión a la mujer aparece desde el surgimiento mismo de la propiedad privada y todo lo que ello conlleva, al acabar con la raíz del problema, la solución empieza a ser real.
Transformar de raíz la situación de la mujer no será posible si la clase obrera no cuenta con su dispositivo de vanguardia, sin un Partido Comunista que represente los intereses de los proletarios en Colombia; igualmente, tampoco es posible construir este dispositivo sin la participación revolucionaria de la mujer.
Como puede observarse, una cosa no puede estar desligada de la otra; de allí que organizar a las mujeres en un Movimiento Femenino Revolucionario (MFR) sea una tarea imprescindible para avanzar en la construcción del partido del proletariado en Colombia. De ahí que el trabajo por el MFR ─como movimiento conformado por comités de mujeres─, la propaganda y el trabajo consciente en las organizaciones de mujeres que existen actualmente, sean tareas inaplazables si se quiere acortar el tiempo de sufrimiento, depredación y devastación de la naturaleza y el hombre, al que somete a la humanidad el moribundo capitalismo imperialista.
Entonces, llamamos a las comunistas, a las revolucionarias, a las luchadoras conscientes… a ponerse al frente de esta tarea, con sus ideas, con sus conocimientos, con sus voces, sus escritos, su fuerza. Organicemos revolucionariamente a las compañeras obreras, campesinas, indígenas, a las mujeres de la pequeña burguesía, a las mujeres trans… para que participen hombro a hombro con los compañeros en todas las luchas del movimiento obrero, incluyendo la lucha que por años se viene librando: dotar a la clase obrera de su partido político.