“Eso me llevó a perderlo todo, fallé en todo aspecto posible, y le fallé al ser que más amo en la vida, no tengo cómo sostener su estudio, no tengo cómo darle un plato caliente de comida, lo puse en peligro, cuánto lamento fallarte hijo, no tolero la idea que alguien pueda lastimarte por mi culpa, prefiero irnos lejos y olvidarnos de este mundo. Respirar se hace cada vez más difícil…”.
Éste es un aparte de la carta escrita por Jessy Paola Moreno antes de suicidarse el 6 de febrero pasado saltando desde un puente en construcción en Ibagué, llevando a su hijo de 10 años en sus brazos. Este hecho horrible y lamentable es una muestra del desespero que viven las masas trabajadoras en Colombia por la paupérrima situación económica producida por este moribundo sistema, que acapara las riquezas en pocas manos y acumula la miseria en la mayoría de la sociedad.
Jessy fue víctima, como muchos, de caer en las fauces de los prestamistas «gota a gota»; una opción que se ven obligadas las masas a tomar para acceder a un préstamo, debido a que el sector financiero presta plata sobre «bases seguras»; es decir, para adquirir un préstamos hay que poseer bienes y demostrar solvencia económica, algo que la mayoría de los proletarios no posee.
A Jessy le aterraba lo que podría pasarle a su hijo debido a que el «gota a gota» es uno de los mecanismos de lavado de activos que usa la mafia, conocido por cobrar las deudas a punta de intimidación y violencia. Quien no paga se ve expuesto a las amenazas de secuestro, asesinato o mutilaciones por parte de los sicarios a sueldo. Fue tanto el desespero que la llevó a renunciar a la vida y quitársela a su hijo; prefirió «sacrificarlo» en lugar de dejarlo expuesto a los vejámenes que podrían hacerle los comerciantes de psicotrópicos que son la ley en muchos lugares del país y están amparados por el Estado burgués en Colombia.
Jessy fue una víctima del sistema capitalista. No es una asesina como han querido mostrarla los medios de comunicación, fue el sistema quien la llevó a perderlo todo. No encontró por sí misma salida a su angustiosa situación y perdió la confianza en la posibilidad de luchar como parte de la clase obrera.
La muerte de Jessy no debe pasar en vano; los proletarios deben comprender que el capitalismo imperialista así parezca invencible está condenado a la derrota; es un sistema injusto e inhumano que morirá siendo inevitable el advenimiento del socialismo; la esperanza de un mundo mejor se consigue mediante la lucha organizada del proletariado y el pueblo para destruir el Estado burgués que representa a las clases explotadoras y es el defensor de este sistema de explotación y opresión capitalista.
Además, por otros apartes de la misma carta es claro que un hombre le prometió «ayuda» pero no cumplió, dejándola sola ante la responsabilidad de criar a su hijo; responsabilidad que en esta sociedad desigual y machista se convierte en una pesada carga y en ocasiones en tragedia para las madres solteras por todas las penurias que deben pasar para sacarlos adelante. Las mujeres que son doblemente explotadas y oprimidas en esta sociedad deben ligar la lucha contra la opresión machista a la lucha contra la esclavitud asalariada y contra la propiedad privada. Al final, no tienen ya nada que perder, por el contrario, tienen todo por ganar.