En las gestas obreras de 1886 contra el poder del capital, hombres y mujeres de distintas nacionalidades, razas y creencias se unieron por miles, paralizando la producción capitalista y luchando en las calles hasta conquistar la jornada laboral de ocho horas.
Las mujeres hoy tienen motivos de sobra para enfrentarse a la putrefacción que ofrece el capitalismo imperialista. Especialmente la mujer obrera es condenada como en 1886 a jornadas laborales extensas e intensas: son sometidas a 10, 12 y hasta 16 horas de trabajo brutal en el infierno de la producción capitalista, para llegar a la casa y continuar trabajando sin pago en las labores domésticas y el cuidado de los hijos y el marido, que se recargan sobre ellas, quedando agotadas y con muy poco tiempo para descansar.
La fábrica, el comercio, los bancos, las plantaciones, las maquilas son un infierno en el que abunda la superexplotación ejecutada con inclemencia especialmente sobre la mujer. En estos campos de concentración, además de ejercer su derecho a lucrarse del trabajo ajeno por parte de los patronos, la opresión contra la mujer es ejercida de manera feroz mediante el acoso sexual, la persecución laboral y sindical. De los miles de casos de esta violencia ejercida contra las mujeres, éstas no se animan siquiera a denunciar ante la ley de los ricos, pues saben que les pedirán cientos de pruebas, les harán vergonzosos exámenes y al final reinará el imperio de la impunidad que favorece a sus acosadores y explotadores, pues la justicia de los ricos funciona movida por el capital que compra testigos, borra pruebas y silencia a las víctimas. El reconocimiento formal a la igualdad bajo el capitalismo no puede jamás garantizar la igualdad real, porque esa diferenciación y opresión es una consecuencia de todo el sistema capitalista de opresión y explotación.
El maltrato, las violaciones y asesinatos en contra de las mujeres han crecido enormemente como producto de la descomposición de la sociedad capitalista y como parte de la reacción del sistema contra su sepultura inevitable, que justifica las atrocidades contra la mujer como parte del derecho de los dominantes para oprimir a los sometidos y mantener con ello el orden de cosas. La mujer es oprimida por el marido, el padre, los hermanos y los hijos que se comportan como burgueses en el hogar, porque históricamente las instituciones de las diferentes sociedades donde ha existido la propiedad privada sobre los medios de producción, la han tratado como tal y eso ha calado en la conciencia social. La mujer en el capitalismo es considerada propiedad de los hombres y mercancía para la venta. La sociedad burguesa y el Estado que defiende los intereses de los ricos oprimen a todas las mujeres, negando en la práctica los derechos que plasman en sus leyes y constituciones para supuesta e hipócritamente favorecer la igualdad entre el hombre y la mujer.
Las mujeres son el elemento más revolucionario en el movimiento obrero y por ello es una responsabilidad de éste, hacerlas parte activa de la lucha de resistencia y de la revolución. El 1 de Mayo es un día para reivindicar la igual real entre mujeres y hombres, así como para exaltar a las heroínas de la clase obrera, protagonistas de los grandes movimientos y luchas contra la explotación mundial capitalista.
Lucy Parsons Una Gran Mujer
El primero de Mayo las mujeres obreras deben recordar el gran legado de una valiosa mujer que dio su vida luchando contra el poder económico, político e ideológico del Estado de las clases parásitas que viven a costa del trabajo ajeno de la inmensa mayoría de la sociedad. Lucy González, la mexicana mejor conocida como Lucy Parsons, viuda de uno de los mártires de Chicago, Albert Parsons, condenado a la horca el 9 de octubre de 1886 por cometer el crimen de enfrentarse al poder del capital. De Lucy Parsons, la «mulata que no llora» como escribió José Martí que por esos días estaba de corresponsal en Nueva York, se dice que:
«Cuando en la sala se escuchó el veredicto de: ‘-¡Culpables!’… -¡Morirán en la horca el próximo 11 de noviembre de 1887!, la mexicana sintió como un nudo le ahorcaba su débil garganta, pero sin hacer gestos en su cara, tragó saliva y se contuvo para no derramar lágrimas que mojaran sus pequeños ojos ante los verdugos… solo apretó el rostro contra su puño cerrado. Tomó los cordones de una cortina, los amarró como un nudo de la horca y los arrojó por la ventana, para que los obreros concentrados en la plaza que cercaba al tribunal, entendieran el castigo que los capitanes de la industria le imponían a los que lucharon por reducir la jornada laboral a 8 horas.” (Tomado del capítulo VIII del libro Historia del 1º de Mayo (en imprenta) de Raúl Lescas Jiménez)
En el folleto «Primero de Mayo: su historia y vigencia» de Ediciones Ave Fénix se puede leer al respecto: «…millones de personas, incluso de las clases poseedoras exigían la libertad de los acusados. Lucy Parsons, fue en cierto sentido la artífice de todo aquel movimiento; con sus dos pequeños hijos desafiando miles de obstáculos, se lanzó a una batalla con la firme convicción de ‘Salvar las vidas de siete hombres inocentes, a uno de ellos de los cuales amo más que a la vida misma’. Realizó una gira por todo el país durante casi un año, se dirigió a más de 200 mil personas de 17 estados, viajaba de día y hablaba de noche, escribió centenares de cartas tanto a organizaciones obreras como a personalidades en distintos países contagiando de su fervor a tanta gente, que nadie podía sentirse indiferente.»
Alguien escribiría sobre la valiente proeza de esta mujer: «La protesta solitaria de Lucy creció hasta alcanzar a millones».
La historia de lucha de Lucy Parsons no acabaría aquel fatídico día en que el maldito sistema capitalista y su Estado ahorcaron a los Mártires de Chicago. Lucy continuó denunciando por todo el país este crimen cometido por la burguesía en contra de toda la clase obrera, organizó a las obreras y escribió para diferentes periódicos sindicales. En 1890 participó en la primera movilización de conmemoración del 1° de Mayo en Estados Unidos, publicó los famosos discursos de los Mártires de Haymarket vendidos por miles y contribuyó a la fundación de la organización Defensa Internacional del Trabajo. La reacción opresora del Estado de los capitalistas nunca le quitó los ojos de encima por su gran activismo político. En 1913, cuando tenía ya 60 años, fue arrestada por los cerdos policías en Los Ángeles, pero tuvo que ser liberada por las movilizaciones realizadas en solidaridad por los obreros de San Francisco.
En 1926 Lucy Parsons escribió estas conmovedoras palabras: «Parsons, Spies, Lingg, Fischer y Engel: ustedes no están muertos. Ustedes están empezando a vivir en los corazones de todos los verdaderos amantes de la libertad. Ahora, después de cuarenta años que ustedes se han ido, miles que entonces eran novatos están ávidos por aprender de sus vidas y martirio heroico, y cuando los años se alargan, el más brillante lustrará sus nombres, y ustedes llegarán a ser apreciados y amados. Aquéllos que tan suciamente los asesinaron, bajo los formulismos de ley en una Corte de supuesta justicia, serán olvidados. Descansen, camaradas, descansen. ¡Todos los mañanas son suyas!».
Lucy murió a los 89 años cuando se incendió su casa en 1942, aún activa y dándolo todo por denunciar al capitalismo y sus vejámenes contra la clase obrera. Era tan odiada por los perros guardianes del orden burgués que ante las llamas la policía de Chicago corrió al lugar para robarse y desaparecer todos los escritos de esta valiente mujer cuyo legado debe ser emulado por las mujeres que este Primero de Mayo salen a recorrer las calles del mundo a recordarle al capital que los obreros nunca los dejarán descansar en paz mientras continúe la explotación y la opresión capitalistas.
Las Perspectivas Son Magníficas
El Primero de Mayo las mujeres obreras deben reafirmar su compromiso con el futuro de la sociedad, por destruir el capitalismo que las superexplota y oprime brutalmente; por comprometerse a organizar en Colombia el Partido político del proletariado, dispositivo estratégico necesario para unir, organizar y dirigir la lucha de las masas atropelladas por el poder de la burguesía y los terratenientes. Es necesario construir cuanto antes el Partido que canalice y organice la lucha directa de las masas contra el moribundo Estado de las clases dominantes, la máquina de guerra al servicio del capital en contra de los obreros y campesinos.
Para esa causa trabajó toda su vida la gran mujer María Cano, proclamada en 1925, en medio del espíritu revolucionario de las majestuosas y combativas manifestaciones del Primero de Mayo, como «La Flor del Trabajo».
Hoy se deben destacar entre las masas muchas más flores del trabajo, mujeres conscientes, abnegadas y sacrificadas que se atrevan a educar y a organizar a los obreros y campesinos de forma revolucionaria, a los artistas e intelectuales del pueblo, sembrando la semilla del socialismo científico en sus consciencias, ideas que al final se convierten en fuerza material y organizada para transformar esta sociedad en una socialista, donde no existan las clases sociales ni la propiedad privada sobre los medios de producción, donde se elimine la anarquía general de la producción capitalista y se reemplace por la planificación general y la socialización de los medios de producción, y se produzca, no para satisfacer el apetito de ganancia de los parásitos capitalistas, sino para cubrir las necesidades de la sociedad.
La Dictadura del proletariado debe romper todas las ataduras que impiden a la mujer su plena participación en la sociedad. El Programa para la Revolución en Colombia propuesto por la Unión Obrera Comunista (mlm) plantea unas medidas que son la base material para conquistar la real liberación de la mujer obrera y campesina del yugo doméstico que han soportado en sociedades anteriores: prohibir toda forma de discriminación contra la mujer; socializar las tareas del hogar creando guarderías y lavanderías comunales; promover la socialización de la crianza; atender especialmente el embarazo; favorecer el derecho a elegir un aborto seguro; erradicar toda forma de maltrato físico, verbal y psicológico de los hombres sobre las mujeres.
Estos no son deseos fantasiosos de los comunistas en Colombia. En la India, en medio de la Guerra Popular que libran las masas contra el viejo Estado de dictadura burgués terrateniente, la mujer ha empezado a dejar de ser la esclava del hombre, empuñando las armas para conquistar una nueva sociedad socialista, luchando hombro a hombro con sus camaradas hombres en contra de la reacción militar del Estado que intenta ahogar las llamas de la revolución intensificando la «Operación Cacería Verde» en contra del pueblo y los revolucionarios.
¡Mujeres como esclavas, nunca más! Es hora de dar la vida, no solo por los hijos, sino por destruir el capitalismo imperialista que las asesina, las convierte en esclavas sexuales, les mutila los genitales, protege a sus violadores y agresores, las ahoga en la agobiante superexplotación… es hora de unirse con sus hermanos de clase y organizarse en el Partido político del proletariado, para luchar contra el capital y construir sobre las ruinas del Estado de la burguesía y los terratenientes, el Estado de Dictadura del proletariado, donde se garantice la igual real de las mujeres frente a los hombres y se continúe la lucha por extinguir para siempre los rezagos de opresión que las han azotado por milenios.