Vivir es un delito para las mujeres en El Salvador

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En El Salvador acudir a un hospital, para mujeres que sufren abortos involuntarios, resulta ser un verdadero calvario.

Lesly Ramírez, una joven con 6 hermanos más y una familia pobre que se dedica a la agricultura, no pudo terminar sus estudios de secundaria, porque como les sucede a millones de familias campesinas, deben hacerse cargo de las labores de cultivo o del hogar y, como también le sucede al campesinado pobre en muchas partes del mundo, su lugar de vivienda no cuenta con servicio de agua ni energía.

En 2020 Lesly fue al baño (a la letrina) y espontáneamente comenzó a tener un trabajo de parto precipitado que resultó en la expulsión del feto en gestación. Según explica la Agrupación Ciudadana para la Despenalización del Aborto Terapéutico, Ético y Eugenésico (Acdatee) Lesly no comprendió lo que sucedía: Sentí que algo me salía, estaba oscuro y no logré ver lo que expulsaba, luego de esto los vecinos llamaron a la policía quien la llevó a un hospital, para después ser esposada y detenida.

El 29 de junio de 2022, dos años después del suceso, Lesly fue condenada por homicidio agravado a ¡¡50 años de prisión!! Según las pruebas presentadas en su contra, el feto habría muerto producto de ataque con un arma corto punzante.

La Acdatee, por su parte comenta que en un inicio Lesly fue procesada ¡por aborto! Y ahora ¡por homicidio agravado! Con el agravante de que «el proceso judicial contra Lesly presentó errores porque el juez del caso no admitió peritajes de la defensa ni un estudio socioeconómico del Instituto de Medicina Legal ni un estudio psicológico en el que se recomendaba un análisis psiquiátrico». Según una activista de Acdatee.

Pero este caso no es el único en El Salvador. En mayo de 2022, Esme de 30 años de edad, fue condenada a 30 años de prisión, por llegar a un hospital al estar sufriendo un aborto involuntario; una emergencia obstétrica que comprometía su vida resultó siendo el “delito” de esta mujer, sumándose a su tragedia tener que alejarse de su pequeña de 7 años.

Estos son apenas dos ejemplos en un país, de los muchos que se presentan a diario en el mundo, en una sociedad que primero no se preocupa por la vida de las mujeres ante emergencias obstétricas -como los casos mencionados- y segundo, una sociedad que quiere imponer sobre el cuerpo de las mujeres sus creencias, estigmas y estereotipos de género. No puede ser que una mujer tenga que elegir entre la vida o la cárcel, por tener un aborto involuntario, o por simplemente no poder o querer ser madre.

Y es que los casos de Lesly y Esme son una prueba fehaciente de esos estigmas, pues sus condenas ni siquiera son por abortar, sino que fueron tipificadas como homicidio agravado; un verdadero abuso de autoridad, sobre mujeres que ni siquiera tienen recursos para poder defenderse, son estas mujeres el escarnio que pusieron las autoridades salvadoreñas a miles de mujeres que se “atrevan” ni siquiera a abortar, sino a tener una emergencia que de término a su embarazo.

Todo lo anterior da cuenta de la decadencia en que el capitalismo imperialista tiene sumida a la sociedad, donde exigir que el aborto sea legal, asistido y seguro, se ve como una promoción de este, como si las mujeres de un día para otro tras la legalización fueran a abortar en masa. ¡NO! El aborto es una decisión que, en la mayoría de los casos, se toma por las condiciones económicas y sociales a las que están sometidas las mujeres, y ninguna institución burguesa debe criminalizarlas por esto; es el mismo sistema explotador y opresor que empuja a las mujeres, sobre todo del pueblo a abortar. La vida de las mujeres no puede seguir estando en manos del Estado burgués y sus instituciones de “justicia”, como tampoco las emergencias obstétricas y el aborto deben seguir siendo tratados como homicidios agravados.

De ahí que la lucha por la despenalización del aborto en todo el mundo es una justa lucha, y aunque en este momento sean las mujeres quienes estén a la vanguardia de esta exigencia, es un derecho por el que todos los desposeídos deben luchar, pues hace parte de defender la vida de las mujeres principalmente obreras y campesinas, que siguen sufriendo el rigor de la ley y de una retrógrada parte de la sociedad, por el simple hecho de abortar.

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