Llevan varios días las manifestaciones del paro agrario. Ya iniciado el movimiento el hipócrita presidente Santos habló del derecho a la movilización y se disculpó por el incumplimiento de las promesas a los campesinos, a quienes catalogó como “unos pocos” inconformes. Al cierre de esta edición ya son tres indígenas muertos y decenas de heridos en el suroeste del país.
El jueves 2 de junio en Caldono (Cauca) las balas homicidas del Estado atacaron de frente, ya no bajo las sombras, desde donde han ejecutado decenas de dirigentes y luchadores. En los enfrentamientos sobre la vía Panamericana, el Esmad de la Policía no tuvo que cumplir con la formalidad de las verificaciones de la Fiscalía y mostró que es un escuadrón para matar, mutilar y asfixiar al pueblo desarmado, en defensa del orden burgués.
Eso ocurrió a escasos kilómetros del resguardo Piendamó – La María, donde también varios ministros del Gobierno se reunían con voceros de los indígenas para esperanzarlos en que Santos y sus mesas de trabajo sí son la verdadera cara de este régimen de la paz para los ricos y guerra contra el pueblo.
Cerca de diez mil indígenas se lanzaron con una firmeza de acero, pero la dirección de su lucha vacila entre la falsa democracia burguesa que hoy los asesina y se esperanza en que las negociaciones de La Habana mejorarán la situación de los pueblos indígenas.
Las armas truflay (lanza gases modificadas), las armas de fuego y armas hechizas que ya han herido más de una decena de estos hermanos, son la respuesta del régimen del becerro de oro a la lucha que bloquea la circulación de las mercancías por la principal vía del occidente colombiano. Esta es la democracia burguesa: el derecho a la producción y circulación monopolista de las mercancías; el derecho al lucro de unos pocos zánganos a costa del sometimiento, el despojo, la miseria y la superexplotación de la mayoría trabajadora.
Esta es la democracia burguesa que también defienden los jefes de las Farc; es a la que van a pertenecer directamente en unos meses; es la misma falsa paz y democracia que recibirá a delegados indígenas en La Habana, hará promesas como las de Santos en el 2013, pero que seguirá garantizando con la fuerza de las armas la propiedad privada de los grandes terratenientes y capitalistas.
El Estado colombiano tiene un carácter de clase, está hecho para defender a los dueños del capital, no a los despojados; para velar por la producción de los grandes capitalistas, no para garantizar la distribución equitativa de las riquezas. Está para prometer e incumplir a los obreros y campesinos y para brindar eficaz seguridad a los grandes negocios de los ricos.
Y mientras los hermanos campesinos e indígenas soportan con valentía la criminal ofensiva militar del Estado, el movimiento sindical sigue maniatado por los reformistas y oportunistas, y por las camarillas de los jefes de las centrales que, comprometidos con la falsa paz del gobierno, impiden generalizar la huelga en las ciudades en unidad con la lucha en los campos; cuando existen sobrados motivos para generalizar los conflictos y unir las reivindicaciones en una única plataforma de lucha del Pueblo Colombiano, como proponen los Comités de Lucha y como se han propuesto varias organizaciones en la capital que están preparando el Encuentro Distrital con miras al Paro Nacional Indefinido.
La burguesía es una clase enemiga y sus derechos proclamados como universales son un engaño, como es un engaño la paz que negocian en La Habana. Por esto la salida a la situación actual del pueblo trabajador no es el apoyo a la paz de los ricos, ni a las clases dominantes y a su Estado. La salida es generalizar la lucha en campos y ciudades para frenar sus abusos y mentiras, como parte de la lucha por la revolución social contra todo el poder de los explotadores. Esa es la única salida a la crisis del campo y a la miseria de los campesinos e indígenas.
Solo un verdadero Estado Socialista, que esté en manos de los obreros y campesinos, puede dar a los indígenas y campesinos satisfacción a sus necesidades inmediatas, progreso en su vida y futuro para su descendencia. Y lo hará porque los hoy miles de millones de pesos que están en manos de los monopolios, las cuantas miles de personas que poseen la mayoría de la tierra fértil y el gran capital en el país, serán expropiados y este capital y bienes, se pondrán en beneficio de la mayoría del pueblo.
Un Estado socialista sí puede cumplir las justas demandas de los campesinos y minorías oprimidas, porque la hermandad de la alianza con los obreros, los pone en primer lugar del beneficio social. Así lo hizo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, dando la tierra, la pensión, la educación, la vivienda y la salud a los hermanos campesinos. Así lo hizo la China socialista liberando al campo del atraso y de las garras de la opresión semifeudal. Así lo hará un futuro Estado socialista en Colombia, porque la técnica y la ciencia en manos de los trabajadores dueños del país, podrán acabar con el hambre y el atraso que padecen los campesinos y toda la sociedad.