El 9 de mayo se cumplió el 71 Aniversario de la derrota del nazifascismo en Europa; este suceso no repercutió solo en Europa sino en todo el mundo, especialmente porque después de la II Guerra Mundial apareció el gran campo socialista encabezado por la URSS; se construyó una enorme cúspide de la conquista de la lucha obrera por su emancipación que a su vez permitió que en el panorama mundial la correlación de las fuerzas en el mundo se inclinaran hacia el lado de los parias, explotados y oprimidos; el mismo bando revolucionario liderado por los auténticos partidos comunistas proletarios que en aquel entonces se agruparon en la Tercera Internacional, la Internacional Comunista también conocida como Komintern.
A tan solo 21 años de finalizada la primera guerra mundial imperialista, los estandartes sanguinarios de la guerra reaccionaria fueron izados nuevamente en una carnicería sin precedentes. El imperialismo es capitalismo en descomposición que alivia sus crisis desatando guerras de rapiña, saqueo y destrucción, o como dijera Lenin en El Socialismo y la Guerra, el imperialismo «ha desarrollado las fuerzas productivas a tal extremo, que a la humanidad no le queda otro camino que pasar al socialismo, o bien sufrir durante años, e incluso durante decenios, la lucha armada de las «grandes» potencias por el mantenimiento artificial del capitalismo mediante las colonias, los monopolios, los privilegios y todo género de la opresión nacional.»
Al periodo entre guerras sucedió una encarnizada lucha burguesa por subyugar a los obreros de sus propios países, pueblos en las colonias y semicolonias y conquistar mercados y recursos de otros burgueses imperialistas, periodo al cual supieron hacerle frente los obreros de sus propios países imperialistas y pueblos subyugados por estos, gracias a que en aquel momento contaban con una correcta dirección comunista a través de partidos comunistas y de la Internacional Comunista.
Era tal la fuerza del movimiento obrero mundial que la fachada de la democracia parlamentaria se hizo inútil para subyugar a las masas y la burguesía desesperada aprovechó las revoluciones frustradas en Alemania, Hungría, Rumania etc. —valiéndose del auxilio socialdemócrata y de los oportunistas— para implantar el fascismo, que es la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.
Además, la burguesía mundial necesitaba un aparato militar coordinado a escala internacional para aplastar militarmente a la URSS, como lo escribió Jorge Dimitrov, secretario de la Internacional Comunista en la década de los 30 del siglo pasado: «Intentan adelantarse al crecimiento de las fuerzas de la revolución mediante el aplastamiento del movimiento revolucionario de los obreros y campesinos y el ataque militar contra la Unión Soviética, baluarte del proletariado mundial. Para esto, necesitan el fascismo.» Pero la realidad transcurrió de una manera muy distinta a como pensaba la burguesía internacional. Sus planes se convirtieron en una enorme piedra que dejaron caer sobre sus propios pies y la historia lo demostró.
La táctica y estrategia de los comunistas a nivel internacional correspondieron a las condiciones de la época. En las colonias y semicolonias la táctica fue movilizar a las masas militarmente para combatir a la bestia fascista, siendo memorables las luchas armadas de los partisanos en Europa y Asia, como la lucha guerrillera dirigida por los comunistas en Grecia, Albania, Yugoslavia, China, Corea, Vietnam, Filipinas y en general en muchas partes del mundo. Así mismo la movilización de masas revolucionarias en toda Alemania y Austria para combatir a las hordas armadas del fascismo en las calles, luchar contra su línea amarilla en los sindicatos y la perniciosa línea escisionista de los reformistas en ese ámbito, quienes les concedieron gabelas a los fascistas desde su nacimiento. Pero la mayor participación armada la realizó la URSS a través del Ejército Rojo de obreros y campesinos.
Desde el comienzo de la guerra fue la URSS quien soporto el mayor número de divisiones militares fascistas, el saboteo internacional, las presiones económicas, el sabotaje militar dentro de sus propias fábricas. Las 4 divisiones alemanas en África en 1941 y 1942 con las que pelearon los Estados Unidos y Gran Bretaña fueron muy poco al lado de las 200 divisiones enviadas a aplastar la república de los soviets, es decir, más de 3.500.000 fascistas. La ciudad de Stalingrado fue el punto de quiebre de la maquinaria de guerra fascista y de toda la Segunda Guerra Mundial, fue el punto donde las fuerzas cambiaron del equilibrio estratégico a la contraofensiva estratégica a favor de la URSS, terminando el 2 de mayo de 1945, día en que se izó la bandera roja con la hoz y el martillo sobre el Reichstag (parlamento alemán) en Berlín.
Pero el costo de sangre fue muy grande para la URSS y las masas en todo el mundo, de 70 millones de muertos ocasionados por la guerra, alrededor de 30 millones de personas, de las cuales apenas 8.860.400 eran militares, fueron del lado de la Unión Soviética, les siguieron China y Polonia con elevadas tasas de víctimas civiles. La guerra fue planeada y ejecutada para asesinar a los comunistas y subyugar los pueblos de las colonias. Las fuerzas revolucionarias de igual manera se debilitaron en la URSS, muchos cuadros comunistas murieron en la guerra, lo que le permitió a una línea revisionista dirigida por Jrushev tomarse el poder y derrocar el baluarte de los obreros y campesinos en la URSS en 1956. Gracias a esta línea el campo socialista se disolvió de una forma muy rápida, dando el respiro necesario para que el imperialismo prolongara su vida hasta nuestros días.
El 9 de mayo es el día de la victoria sobre el fascismo, es el día en el que la libertad venció la tiranía, las cadenas de la clase obrera mundial perdieron un eslabón más gracias a que contaban con su elemento dirigente. El pasado 9 de mayo en muchas partes de Europa y Asía se dedicaron flores en memoria a las víctimas de la barbarie imperialista, así mismo al inolvidable Ejército Rojo que libero a la humanidad de las hordas fascistas. Hoy se debe recordar a los obreros del mundo que de nuevo escribieron la historia con sangre y que este hecho permanecerá imperecedero en la historia de la humanidad.