Por un lado, lo el resultado del incendio el pasado 18 de agosto de 2017 en Moravia, en donde el siniestro dejó sin hogar a más de 1.252 personas; desde hace varios meses las «ayudas» de parte de la administración se cancelaron, quedando a la deriva y en la penuria muchas personas, ya que ninguna de ellas alcanzó a recibir una vivienda digna, ni recuperó sus lotes —ahora en poder de la mafia (léase combo) que opera en la zona— viéndose arrojadas muchas de ellas a la miseria, como el grupo de familias que vive a la intemperie debajo del viaducto del Puente de la Madre Laura, pidiendo solidaridad y vendiendo confites para sobrevivir, mostrando algunos de ellos carteleras donde denuncian el engaño y abandono de la alcaldía municipal.
Por otro lado, está el desalojo y destrucción de las viviendas de La Paralela, ubicadas al margen occidental de la Estación Acevedo del Metro. Su desalojo obedeció a la ampliación de la estación para la creación del Metrocable Acevedo-Picacho; proyecto que le dejará cuantiosas ganancias al monopolio Metro, pues se prevé que unas 36 mil personas diariamente utilizarán el sistema. Aquí cabe recordar la respuesta de la administración sobre el proyecto, en donde a mediados del año pasado el alcalde Federico Gutiérrez, publicó en su cuenta de Twitter, que los habitantes del barrio La Paralela no tendrían problemas con la gestión predial, pues las ofertas de compra por sus viviendas serían justas.
¿Cuál fue el resultado de su promesa? Engaños. La vieja táctica politiquera de la burguesía de prometer primero y engañar después. Un habitante de La Paralela denunció ante un medio local la situación que viven las familias: «Nosotros no nos oponemos al desarrollo, nos oponemos a que nos maltraten, a que nos violen los derechos. Queremos que nos aseguren unas condiciones dignas para vivir. Uno debe salir en iguales o mejores condiciones de las que estábamos».
¿Qué sucedió luego? Pues la manzana cayó del árbol. Se desalojaron las familias y las pagas «justas» fueron tasadas en «centavos», ya que alegan los habitantes, el dinero recibido no alcanzó ni a cubrir lo invertido en sus viviendas. Aquellas familias van a engrosar las filas de quienes padecen el infierno de sacar de sus míseros salarios el pago mensual del arriendo, pero el poderoso monopolio Metro deberá contratar más guardas de seguridad e instalar más cajas fuertes para guardar y resguardar el botín de las ganancias, es decir, un abyecto negocio construido sobre el sufrimiento y padecimiento de los pobres.
Esta es la denuncia de los hechos, donde queda claro el papel del Estado como socio y benefactor de los grandes monopolios. En ese sentido es justa la protesta de los desalojados y el proletariado apoya su lucha por vivienda digna; pero la solución definitiva al problema de la vivienda en la sociedad colombiana para los millones que pagan arriendo o viven en tugurios, solo puede resolverse cambiando el sistema, cuando los obreros y campesinos establezcan su dominación.
La Unión Obrera Comunista (mlm) en su Programa para la Revolución en Colombia describe así el problema:
«En el terreno de la vivienda, la ley general en Colombia es el aumento del hacinamiento del proletariado en tugurios, y como en cualquier país capitalista, el grado de miseria en las condiciones de vivienda del proletariado, crece en proporción directa al crecimiento del capitalismo en las ciudades y en el campo, donde también se ha tugurizado la vivienda del proletariado agrícola, como producto de la descomposición del campesinado».
Y para resolver el problema establece en el Capítulo Para que los obreros sean los amos de la sociedad y no sus esclavos, el siguiente punto:
«Ocupación de los apartamentos y urbanizaciones de la burguesía y las mansiones de los terratenientes y burguesía agraria, por la población proletaria de la ciudad y del campo. Así mismo se promoverá la construcción de vivienda colectiva, cómoda, higiénica, barata y cercana a las unidades de producción de sus habitantes».
Esta penuria de la vivienda no es peculiar del momento presente; ni siquiera es una de las miserias propias del proletariado moderno a diferencia de todas las clases oprimidas del pasado; por el contrario, ha afectado de una manera casi igual a todas las clases oprimidas de todos los tiempos. Para acabar con esta penuria de la vivienda no hay más que un medio: abolir la explotación y la opresión de las clases laboriosas por la clase dominante. Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue. Y esta penuria de la vivienda da tanto que hablar porque no afecta sólo a la clase obrera, sino igualmente a la pequeña burguesía».
Federico Engels, Contribución al problema de la vivienda.