«Tenemos razones puras, tenemos por qué pelear
Tenemos las manos duras, tenemos con qué ganar».
Quilapayún
Por encima de todas las opiniones de periodistas, políticos y académicos diciendo que luchar no tiene sentido y la protesta contra las cosas injustas debe ser pacifica y civilizada, es necesario reafirmar que ¡Luchar Sí Sirve! La exigencia de los derechos es necesaria todo el tiempo y no puede convertirse en una simple petición respetuosa al gobierno de turno.
Todo el tiempo las clases dominantes haciendo uso de su Estado y de los medios de comunicación a su servicio se han encargado de tratar de contener el espíritu revolucionario de las masas, recurriendo a la represión, al acoso, a la criminalización… así como también a la desinformación y a la propaganda sucia haciendo incluso que en ocasiones el pueblo se oponga a los luchadores y termine defendiendo a los opresores, sembrando la idea general de que eso de luchar no sirve de nada y es más lo que se pierde que lo se obtiene. Para esto no pierden oportunidad los medios a través de periodistas como Darío Arismendi, por ejemplo, quien «haciendo cuentas» de los costos durante las protestas del reciente paro de estudiantes universitarios, argumentó que ha costado más de $300 mil millones, cuentas exageradas y sin sentido de un lacayo defensor de la explotación y la opresión, buscando crear discrepancias y confusión entre la gente.
Por otro lado, algunos condenan la rebeldía y los métodos violentos utilizados por el pueblo cuando sale a luchar por sus reivindicaciones, como si este Estado fuera pacífico y complaciente con sus contradictores; como si la burguesía no fuera lo suficientemente violenta para sacar a campesinos de sus tierras, para asentar sus grandes negocios; como si no fuera sistemático recurrir a usar el Esmad de la policía para callar a garrote, gases y plomo a quienes osan contar la verdad y pelear contra la injusticia; como si las fuerzas policiales, militares y paramilitares no hubiesen derramado tanta sangre defendiendo los intereses de unos pocos.
Es necesario recordar que los pocos derechos que hoy se tienen se han ganado en franca lucha; son producto de grandes confrontaciones entre clases; se han conquistado con sudor, con mucha sangre y nada ha sido regalado. Todo lo ganado es el resultado de que en algún momento la clase obrera se ha puesto en pie y se ha enfrentado por objetivos concretos para trabajadores de un sector en particular o como exigencias universales cuando los trabajadores se han reconocido como miembros de una sola clase a nivel mundial, como es el caso de la lucha de los mártires de Chicago por la jornada de 8 horas durante 1886, derecho que actualmente buen número de trabajadores aún conserva, pero gracias también a la constante lucha de resistencia.
La clase obrera no puede desconocer su historia y mucho menos ser ajena a su papel transformador, porque es la más revolucionaria, encargada de transformar la sociedad y de no dejarla sucumbir ante la devastación que supone el capitalismo, el hambre de ganancia y la acumulación de riqueza a costa de la humanidad y el planeta. La clase que tomando conciencia de su importancia decisiva tendrá que enterrar este sistema con lucha constante y cada vez más revolucionaria.
¡Luchar sí sirve! y debe ser revolucionaria sin importar los costos a corto plazo porque sus resultados serán en beneficio para el conjunto del pueblo; a la vez que la resistencia debe transformarse en lucha política contra el Estado, enfrentando a la clase enemiga de forma cada vez más fuerte y organizada, con formas cada vez más perfeccionadas, sin temor a destruir lo que haya que destruir para avanzar.
¡Luchar sí sirve! porque lo único que se pierde, a parte del miedo, son los falsos amigos que se van definiendo y van a querer siempre desviar los objetivos e intereses colectivos; siendo ellos quienes llaman a renunciar y a no ser tan beligerantes y violentos, quienes invitan a resolver de «otra forma» y por «otros medios» las contradicciones sociales, pretendiendo reducir todo a los «buenos oficios» de uno u otro de los llamados «representantes del pueblo» en las corruptas instituciones del Estado.
¡Luchar sí sirve! porque con la lucha se defienden los derechos ya conquistados y se fortalecen las cabezas y los puños para enfrentamientos cada vez más grandes.
La historia misma se ha encargado de ratificar la afirmación de Marx: «La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases».