Votar por el sí y rechazar a Santos y su antiobrero y antipopular gobierno, es una decisión de mucha gente honesta y de un nutrido grupo de activistas; decisión inspirada en el cansancio con esta guerra y horror que ha costado centenares de miles de muertes, y en la creencia que con la firma del acuerdo entre el gobierno y las Farc se alcanzará la paz.
Pero también es la posición oportunista y politiquera de partidos reformistas como el Moir, con el interés de quedar bien con la burguesía y con el pueblo. Con la burguesía, porque la paz arrojará cuantiosos dividendos al explotar agroindustrialmente el campo y quien se oponga a esto no podrá aspirar a la presidencia, como lo pretende este partido con el Senador Robledo; con el pueblo, porque el régimen es terriblemente antiobrero y antipopular y quien lo apoye abiertamente como los jefes de las centrales sindicales, quedará como traidor.
Mas no se puede apoyar el sí en el plebiscito sin apoyar a Santos. Quien vote por el sí, no solo está respaldando el acuerdo de La Habana, sino el criminal gobierno que lo protagoniza.
No es secreto que la causa principal de la exitosa reelección del terrible gobierno de Santos fue su política de paz con las Farc. Esa es la médula de su política y con la cual demostró a la burguesía que con un periodo más podía agrandar sus abultadas ganancias, en caída abismal por la profundización de la crisis económica.
La gente del pueblo sabe que durante el gobierno de Santos quedaron impunes los crimines de Estado, se ha empeorado la situación de todos los trabajadores y en particular de los desplazados; además, con los nuevos proyectos mineros, petroleros y agroindustriales en trámite, empeorará la situación para los de abajo. Sin embargo, alguna gente honrada confía en que el acuerdo de paz dará nuevas oportunidades a los pobres, dejará en paz a los campesinos de las zonas en disputa y quitará a los luchadores el remoquete de guerrilleros por el hecho de oponerse a los planes de los capitalistas.
Pero esto no es así. En primer lugar, porque no hay oportunidades para la pequeña burguesía en una economía donde el imperio del monopolio es el que impone las reglas de la producción y el comercio; donde la corrupción del Estado se consume billones de pesos anuales y no se combate con eficacia, porque precisamente esa es la forma con que los monopolios imponen sus negocios fraudulentos con el Estado y acumulan más y más utilidades. En segundo lugar, a los campesinos de las zonas en disputa se les seguirá arrinconando y matando sin compasión, porque el poder militar de los grandes propietarios es la ley en el campo colombiano, como lo saben por experiencia propia los obreros de las plantaciones de palma aceitera y de caña de azúcar que viven bajo la intimidación de los fusiles del ejército y los paramilitares ante cualquier conflicto obrero patronal; es decir, la guerra está viva donde incluso no están las Farc y pese a que ya supuestamente se desmovilizaron los terroristas de la motosierra. En tercer lugar, el remoquete de agitadores, antisociales, guerrilleros, terroristas, comunistas, etc., a los luchadores del pueblo, es y seguirá siendo una forma infame de los explotadores justificar su cruenta represión. Antes de que existieran las guerrillas en Colombia, se le tildaba de agitador profesional, subversivo, comunista, bolchevique a cualquiera que levantara simples reivindicaciones gremiales.
Por demás, respaldar la principal bandera del régimen antiobrero y antipopular y decir combatirlo, es un engaño para los trabajadores. Porque el régimen democrático burgués se mantiene en pie pese a todos sus reveces, a la corrupción, a la enorme crisis social agudizada con el desempleo y el hambre, y hasta con la profunda crisis económica… porque lo respalda la mayoría de las clases dominantes, pues les ha mostrado con creces que les rebaja impuestos, les da libertad para trasladar enormes capitales a los paraísos fiscales, les subsidia sus negocios y promete ampliarles su plataforma de inversión al campo con su política de paz, que les abre nuevos negocios.
Por conveniencia politiquera es el mismo uribismo quien ha denunciado que la política de paz del gobierno se impone con toda la fuerza del Estado, por encima del que sea, forzando todos los medios de propaganda, y coartando la libre expresión hasta de los mismos mafiosos y paramilitares que han estado a la cabeza de esa institución. Y lo es así, no porque el acuerdo sea lo más justo para el pueblo colombiano, sino porque es lo más rentable para la burguesía en la actual situación política y económica del país.
Así que con el respaldo al acuerdo de paz del gobierno, se le da la fuerza que éste necesita para consolidar los negocios de los ricos y aplastar aún más al pueblo; se hace cómplice de la legalización del despojo a los millones de desplazados; se respalda el que el imperialismo se ensañe más en el territorio colombiano, a quien Santos salió nuevamente a ofrecer todas sus riquezas y ubicación estratégica en la reciente asamblea de la ONU, para que éste como ave de rapiña oprima más a la nación y devaste los recursos naturales.
Si la gente del pueblo quiere paz, debe abstenerse de votar el plebiscito y preparase para una verdadera guerra popular, porque solo una guerra justa, acabará con una guerra injusta como la actual, que tiene sus causas económicas en la propiedad privada y en la ganancia extraordinaria que producen algunas tierras.