Hace unas semanas se reunieron en La Habana el secretario de Estado norteamericano John Kerry con una delegación de las Farc encabezada por Timochenko. Un acto aplaudido por toda la llamada izquierda colombiana, pero rechazado por Uribe y Pastrana; no porque se opongan a la intervención imperialista, sino por ser un acto de apoyo a las Farc, que consideran “una ofensa” y un respaldo a la “desarticulación de las instituciones democráticas”.
¿Por qué los imperialistas yanquis, que siempre han respaldado y financiado la guerra y la intervención militar sobre el territorio colombiano, participan y respaldan ahora los diálogos de la supuesta paz en La Habana y hacen migas con una organización que consideran narcoterrorista?
¿Por qué si han respaldado el poder terrorista y paramilitar comandado por Uribe, ahora respaldan el proceso de paz y el llamado posconflicto del Gobierno Santos?
Porque ambos, la guerra y la paz, son parte de un mismo plan de dominación semicolonial, de saqueo y de disputa inter-imperialista, porque el alma del capital y su único interés es la ganancia.
En el terreno económico, Estados Unidos aumentó la cifra de su intervención imperialista en el proceso de paz –léase de guerra contra el pueblo– a 450 millones de dólares el próximo año. Una inversión para afianzar su dominación en el país y perpetuar el saqueo de las riquezas en los nuevos proyectos agroindustriales a cuenta de legalizar el despojo de los desplazados. Asunto en el que todos, Santistas, Uribistas, guerrillas y la falsa izquierda están de acuerdo.
Inversión con la cual el imperialismo estadounidense busca además conquistar el respaldo político de los supuestos grupos y partidos antiimperialistas, porque desde aquí puede controlar y taponar la incursión de otros bloques imperialistas en todo el territorio suramericano. Porque en una eventual guerra imperialista, tiene cómo bloquear al oponente Ruso-Chino que penetra por Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador o Brasil. Las 7 bases militares yanquis en el país así lo atestiguan. Colombia, con un pie de fuerza de más 450.000 hombres, es uno de los países más militarizados del mundo, solo superado por Israel y Burundi, y donde el gasto privado en seguridad asciende a unos 5.800 millones de dólares al año, equivalente al 2% del PIB.
En el terreno ideológico es una gran contribución reaccionaria a desarmar los espíritus rebeldes, a mostrar como caduca la vía armada para liberarse de la opresión y explotación, a mostrar la imposibilidad de cualquier cambio radical y la supuesta imbatibilidad de los imperialistas y reaccionarios, cuando en realidad son tigres de papel, gigantes con pies de barro que serán abatidos por la violencia revolucionaria de las masas.
Para el proletariado es claro que apoyar los diálogos de La Habana y la paz de los ricos es apoyar el plan de los imperialistas y los reaccionarios explotadores. Así como es falso el antiimperialismo de llamada izquierda que apoya la farsa de la paz.
He ahí por qué el pueblo debe rechazar el plan imperialista de la farsa de la paz. Y por qué debe prepararse para la guerra popular que destruya el poder económico y político de los imperialistas y explotadores colombianos, único camino para alcanzar la verdadera paz.