Desde hace tres años se realizan los diálogos de paz en La Habana y simultáneamente se desarrolla una campaña pacifista desde las instituciones imperialistas y el Estado colombiano. Finalizando el año 2015, los medios burgueses de comunicación difunden ampliamente los acuerdos obtenidos entre los que está: «Hacia un Nuevo Campo Colombiano: Reforma Rural Integral», «Participación política: apertura democrática para construir la paz», «solución al problema de las drogas ilícitas y acuerdo sobre las víctimas del Conflicto», «sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición». Hasta le fijaron la fecha del 23 de marzo del 2016 para culminar con dicho proceso de paz. Temas que vistos de conjunto en su aspiración para lograr una paz duradera en la sociedad colombiana, son un engaño, porque beneficiará los intereses económicos y políticos de las clases dominantes, así como de la cúpula de las FARC, no los del pueblo.
De ahí que lo más repudiable de todos aquellos que impulsan y respaldan tal proceso, sea intentar hacerlo ver como algo beneficioso para los intereses de los explotados y oprimidos, cuando en verdad en estos diálogos de paz eso es lo que menos importa. El mismo Santos y sus negociadores han sido reiterativos en que no está en negociación la propiedad privada que han acaparado los grandes despojadores a 6 millones de campesinos desplazados, ni el modelo económico de arrasar con los pobres del campo y mucho menos la gran explotación agroindustrial y minera de los monopolios capitalistas nacionales y extranjeros.
Ni siquiera se reducirá el presupuesto o el pie de fuerza armada, lo cual deja muy en claro que el Estado colombiano representante de las clases dominantes será fortalecido por las FARC. No es coincidencia la intensificación del apresamiento, persecución y asesinato de dirigentes campesinos y populares en medio de esta negociación, que han sido señalados incluso por gente de ese bando, y es normal cuando Estado y cúpula guerrillera parten del común acuerdo de darle mayor impulso al desarrollo del capitalismo en Colombia; es decir, mayor superexplotación y represión.
Además en la impunidad quedaran los crímenes contra las victimas del despojo cuando en el acuerdo de Jurisdicción Especial para la Paz, se declara que
«Las sanciones para quienes reconozcan delitos muy graves tendrán un mínimo de duración de cumplimiento de 5 años y un máximo de 8 de restricción efectiva de la libertad, en condiciones especiales.»
O sea que tiene mayor castigo el ladronzuelo de los cubitos de caldo Maggi condenado a 4 años que los crímenes perpetrados por el Estado, los paramilitares y las cúpulas guerrilleras.
El pueblo nunca debe olvidar que el Estado colombiano durante toda su existencia ha sido un instrumento de clase de una minoría explotadora y opresora, y ese carácter no será suprimido luego de los diálogos de La Habana, pues se trata de un acuerdo entre facciones de despojadores. La clase obrera no debe tomar posesión de la vieja y putrefacta máquina estatal usándola para sus propios fines. La historia de la Revolución Proletaria Mundial desde finales del siglo IXX enseñó que hay que seguir el camino de la Comuna de París de 1871, destruyendo hasta los cimientos dicho aparato de opresión y explotación para construir sobre sus ruinas un Estado de obreros y campesinos armados.
La dirección de las FARC con su política reformista, respalda los intereses de los ricachones enemigos del pueblo y se hace partícipe del engaño de la paz, coadyuvando a la pacificación de las masas rebeldes con el fin de facilitar la expoliación de las riquezas, incluida la fuerza de trabajo. Es una necesidad del sistema en descomposición y en crisis, agudizar los conflictos entre los monopolios y los países imperialistas, quienes se disputan constantemente la repartición y dominio del planeta, donde Colombia como país oprimido inserto en el sistema mundial de explotación y de opresión está incluido en este enfrentamiento, por lo cual pacificar la lucha de clases a las buenas o a las malas es indispensable para garantizar los intereses de los reaccionarios.
De otro lado, los beneficios que se exponen para víctimas y pobres del campo en el acuerdo de la Reforma Rural Integral son una mentira, ya que en realidad van es a dar un nuevo impulso al desarrollo del capitalismo por la misma vía reaccionaria que ha desangrado a los pobres del campo, tanto en la época de la llamada Violencia de los años 50 del siglo pasado, como en la guerra iniciada en los años 80 y que aún no termina. Guerra reaccionaria ocasionada por terratenientes y burgueses en su pugna por la ganancia extraordinaria que ofrece la riqueza o ubicación de la tierra en un país estratégico como Colombia; esa es la causa fundamental (económica) de la guerra y que al no darle solución hace que los anhelos de paz se queden en buenas intenciones.
No se puede olvidar, como muy bien lo explicara Carlos Marx maestro del proletariado en el Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política burguesa, que las causas de las revoluciones sociales y las guerras entre clases está en la producción social de su vida, donde
«los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales… Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.» (Marx Engels Obras Escogidas págs. 181-182).
Por tanto la exacerbación de la lucha de clases en este periodo de descomposición del capitalismo, cuando nos encontramos en la era de la Revolución Proletaria Mundial inaugurada por la revolución de Octubre de 1917 en Rusia, conduce inevitablemente al camino de la revolución socialista en Colombia y por más que las clases dominantes traten de evitarlo, es una ley inexorable el derrocamiento del capitalismo y el advenimiento del socialismo.
Por esto las masas populares deben organizarse de manera independiente y revolucionaria y aceptar la dirección del proletariado revolucionario, pues es la clase obrera la única capaz de llevar una revolución a feliz puerto. En estos momentos no existe en Colombia un auténtico Partido Comunista Revolucionario, pero esa es la tarea central de los revolucionarios que debe culminar pronto, cuando logren hacer su vinculación consciente y organizada a las masas.
Se requiere avanzar en la unidad nacional de los luchadores y en su independencia de clase para potenciar su fuerza y sobre todo se requiere del Partido de clase obrera que sea la luz para dirigir las diferentes manifestaciones de la lucha, todo ello visto como parte de los preparativos de una Guerra Popular que libre a las masas explotadas y oprimidas del yugo del capital.