Rasguñando el teclado del computador, con la gana de escribir unas líneas sobre algún tema que pudiera sacarle provecho en pro de contribuir a despejar el inmundo lodazal de la confusión y la ignorancia en las que tanto les alegra a los poderosos, mantenernos a los llamados “sin nada que perder”, recordé que algún amigo me había comentado que hace unos días, por allá por mediados de junio se había llevado a cabo una de las reuniones “más importantes del planeta”; aquella donde los representantes de los países más poderosos se reúnen acompañados del séquito de los que sueñan con algún día sumarse al club, pero que al final no pasarán de ser simples socios minoritarios de los grandes dueños de la tierra, del trabajo y de todo lo que su poderío económico y militar, les permite apañarse; se había dado la siempre triste célebre cumbre del G-20, los sanguinarios representantes de los países imperialistas y los tales “países emergentes” y unos pocos más.
Pues bien, a riesgo de encontrar “más de lo mismo” me puse a escarbar a ver si tropezaba con algo que valiera la pena en toda la verborrea digital que sobre el tema habían publicado en este enjambre infinito de los modernos medios de comunicación. Leí alrededor de 10 artículos sobre el tema, fotos, titulares, rimbombantes conclusiones sobre lo que habían logrado sacar como supuestos “valiosísimos” puntos de acuerdo para arreglar este muladar en que han convertido al planeta, pero la verdad, nada que me llevará a decir que valía la pena gastarle seso y palabras…
En medio de ese sin sabor por pensar que había perdido mi tiempo escarbando sobre el tema, sonó el ya familiar pitico del celular, un nuevo mensaje en uno de los escasos grupos de whatsapp en que terminé hace algunos meses; habían publicado un nuevo artículo en la web de Revolución Obrera; mi atención de inmediato se fue a ver de qué se trataba en esta ocasión, y oh sorpresa, era el reporte de la realización en Bogotá del VIII Foro Social Mundial de la Salud y Seguridad Social, evento realizado en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional los días 26, 27 y 28 de junio.
Tamaña sorpresa me llevé cuando a medida que iba leyendo el escrito, me percaté de que mirando las consideraciones de este artículo, sí había un aspecto de capital importancia en lo que había pasado en el G-20 al verlo de conjunto con lo que había pasado en el mencionado Foro en el León de Greiff.
Dos escenarios completamente distintos; los protagonistas, sin duda antagonistas por naturaleza, en uno, los verdugos sanguinarios, los asesinos, los depredadores, los grandes magnates que por decenios y quizá por siglos han clavado sus garras en millones de obreros y campesinos, los responsables directos del camino de destrucción de la naturaleza y de la condición de miseria y superexplotación de millones de hombres y mujeres; en el otro escenario, los hijos del pueblo trabajador y luchador, de los que todo lo producen pero que a cambio solo reciben migajas cuando no es la muerte por ser para los primeros, material de desecho que puede ser fácilmente reemplazable.
Pero frente al antagonismo de los protagonistas, paradójicamente había temas comunes, la pobreza, el hambre, el cambio climático, la conservación de la vida en el planeta, etc. Sin duda, la misma realidad vista desde dos enfoques, situación que puede asegurarse que es obvia, pues una de las prácticas comunes de los dueños del capital es posar de “buenos ricos” aunque en realidad todos son lobos con piel de mansas ovejas.
El G-20 pasó sin pena ni gloria, los mismos discursos fofos donde lo más destacado fue la alharaca que formaron los gringos y los chinos por sus peleas por el control de mercados y las amenazas de aplicarse sanciones mutuas; allí, al parecer suavizaron su cólera, y sobre todo el bufón Donald Trump pegó un frenazo en sus amenazas brabuconas.
Dos escenarios diferentes, tratando problemas generales de la humanidad, pero, con un lamentable común denominador que debe llamar seriamente la atención: en ambos lugares, la solución, sea hipócrita o sinceramente expuesta, se concibe como una suma de reformas que supuestamente pueden lograrse sin tocar la esencia de la actual sociedad. Nuevas leyes, exigencias de acuerdo sobre otras bases, apelar a los buenos deseos y nuevos compromisos de los gobiernos de turno, denuncias ante los organismos internacionales, protestas pacíficas y movimientos medioambientalistas, “Democracia, paz y desarrollo con justicia social y ambiental”.
Aunque parezca difícil de creer, unos y otros, hipócritas o sinceros, colmados de simples “buenas intenciones”, sin tocar los asuntos esenciales que provocan la deforestación sin límites de los territorios, lo que causa que se presente un total contrasentido entre una sobreproducción de mercancías mientras millones mueren de hambre en todo los países, o la paradoja entre millones de obreros molidos en el infierno de las fábricas mientras otros tantos mueren presa del desempleo, o la paradoja entre la falta de acceso a los servicios de salud y millones en personal médico sin trabajo, enormes montañas de riqueza en un puñado de ricos holgazanes y miles de millones apenas en la miseria; y así, por donde se le mire, enormes y profundas contradicciones que no pueden ser resueltas con simples reformas.
Dos escenarios, que si algo debía hacerlos diametralmente opuestos, es la conciencia de que la solución para esos males al final de cuentas, solo puede darse con la revolución, con la destrucción de la actual sociedad gobernada por el inmundo poder del capital y sustituido por la confraternidad basada en el trabajo social, y sostenida sobre el armamento general del pueblo.
Un camarada.