El proletariado consciente al analizar el pasado, lo hace desde el enfoque del materialismo histórico, no solo para comprender el funcionamiento —inicio, desarrollo y muerte de las sociedades y clases sociales que han existido— sino que a la vez defiende los intereses y las luchas de los oprimidos de la historia, como una forma de representarse así mismo en su actual papel en la sociedad como sepulturero del orden burgués.
Con Motivo del Bicentenario y a propósito de la parafernalia de las clases dominantes sobre esta efemérides, iniciamos una serie de entregas sobre distintos aspectos de este episodio de la historia colombiana.
El Contexto General
Hace 200 años en Latinoamérica se gestaba un proceso de lucha revolucionaria por la liberación de los países del yugo español, con brotes por transformar en el nuevo continente el viejo sistema feudal impuesto por las monarquías europeas y el Vaticano, quienes se bañaron en oro y se lucraron a costa del trabajo esclavo de los pueblos indígenas y africanos, del saqueo de cuantiosos recursos y de la destrucción de culturas milenarias de los pueblos indígenas. Saqueo que le dio a su vez un poderoso impulso al capitalismo en Europa.
Mientras que al viejo sistema feudal le llegaba su hora y caducaba en el mundo entero, la clase social burguesa progresaba y llevaba el desarrollo a todos los continentes. Fue ella quien desarrolló las ciencias y las técnicas de producción de formas nunca antes imaginadas. Fue ella quien dirigió los procesos independentistas de las monarquías en muchas partes del mundo. Sin embargo, en Latinoamérica a diferencia de países como Francia y Estados Unidos, apenas se estaba gestando la clase burguesa en el naciente comercio y la incipiente manufactura; consolidada posteriormente bajo la República, la burguesía jamás fue lo suficientemente consecuente y radical para acabar de transformar la sociedad, sellando una alianza reaccionaria con los terratenientes y su principal representante, la Iglesia Católica y el Vaticano.
La revolución francesa de 1789 marcó el punto de partida para dicha transformación. La burguesía en el mundo desempeñó un papel revolucionario y transformó el planeta como nunca se hubiera podido imaginar. El desarrollo de las fuerzas productivas, inicialmente con la imprenta, la pólvora y la brújula en el siglo XVIII, podemos señalarlas como las cuotas iniciales de dicha transformación. La imprenta para propagar las nuevas ideas; la pólvora que trajo consigo nuevas armas, nuevas formas de organizar los ejércitos y asimismo nuevas formas de lucha; la brújula que permitió navegar por el mundo entero y conquistar nuevos mercados y materias primas… tales avances ayudaron a desatar una increíble fuerza que dormitaba en el seno de la vieja sociedad feudal y chocaba constantemente con las viejas formas jurídicas de propiedad de los señores feudales. La nueva propiedad burguesa era incompatible con la propiedad vasalla y feudal. Igualmente el pensamiento burgués era incompatible con el oscurantismo feudal; la ilustración fue para su tiempo el mayor esfuerzo pedagógico nunca visto bajo el dominio de los reyes y papas, para esparcir el progreso y la lucha por derrocar el viejo sistema, propagando las ideas más avanzadas. La imprenta ayudó a esparcir las nuevas ideas y a educar a esa nueva clase social para no solo reorganizar la nueva sociedad y la forma de instaurar “nuevos estados”, sino además, tomos enteros se imprimieron con las técnicas para producir mercancías y diseñar las nuevas maquinarias.
En América, un continente poblado por indígenas con sus formas propias y autóctonas de organización social, con su correspondiente cultura, religión e historia, fueron condenados al exterminio y al saqueo después de su conquista en el siglo XV; toda ella fue sometida al genocidio más grande de la historia; se dice que por lo menos 12 millones de aborígenes murieron por las “enfermedades europeas”, las masacres y el hambre, mientras muchos murieron bajo la esclavitud en las minas apropiadas por los estados europeos.
El grito de Independencia
La naciente burguesía latinoamericana se educó bajo los parámetros de la ilustración y de la revolución francesa. Después de la invasión napoleónica al reino de España que inició en 1808, el poderío de los reyes españoles fue duramente golpeado, una oportunidad aprovechada para lanzar el grito de independencia del yugo español tras el incidente del “Florero de Llorente” el 20 de julio de 1810. La junta de notables que fue integrada por la intelectualidad de la época, entre quienes se destacaban José Miguel Pey, Camilo Torres, Acevedo y Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Morales, entre otros, fueron quienes ayudaron a dirigir y organizar el levantamiento. Ellos habían llevado a cabo reuniones sucesivas diseñando la mejor táctica para tomar el poder, dentro de ellos se encontraban buenos agitadores y personas capaces para empujar a las masas en el momento decisivo a un levantamiento popular.
El “Florero de Llorente” no fue sino una casualidad, la gota que rebosó el vaso, no fue el punto de partida para la lucha de independencia que se libró antes y después del 20 de julio de 1810. Llegar a tal conclusión es negar la rica y fuerte lucha que se había venido librando por toda Latinoamérica del yugo español, como por ejemplo, los levantamientos en Paraguay, Venezuela y Perú, o el levantamiento de los comuneros con José Antonio Galán a la cabeza, o los innumerables levantamientos indígenas en donde las masas oprimidas siempre desempeñaban su papel protagónico.
Tras el suceso de “Llorente”, ocurre un levantamiento popular y el pueblo excitado y agitado por los oradores “lanzan piedras” a todo lo que representaba el yugo español. El virrey Antonio Amar y Borbón fue asediado por la furia popular y su reducida guardia personal se pasó al lado de la revolución enfilando sus cañones hacia su palacio. El virrey accedió a admitir un Cabildo extraordinario bajo la presión del pueblo sublevado, que acto seguido comenzó a elegir a sus representantes.
José Acevedo y Gómez, quien fue proclamado el “tribuno del pueblo” lanzó una arenga en la que termina con unas palabras que llamaban al pueblo a mantener la lucha y no detenerse en la revolución iniciada:
“Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de 12 horas, seréis tratados como los insurgentes, ved los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan”.
Después del Cabildo se eligió una Junta Suprema de Gobierno; la cual se encargó del gobierno desconociendo la autoridad del virrey. Una vez instalada la Junta Suprema, se procedió a redactar el acta de independencia, la cual se elaboró entre las horas finales de la tarde, la noche del 20 de julio y el amanecer del 21 de julio.
El virrey fue puesto preso junto con la virreina y liberados por orden de Camilo Torres quien consideró el arresto como una medida muy drástica. Finalmente, el 15 de agosto fueron deportados primero a Cartagena y más tarde a España, acabando así con el virreinato español. Pero este episodio no fue el fin de la colonia, se necesitaría de una lucha cruenta por derrotar el ejército español y acabar con el dominio de España sobre el país.