La lucha antiimperialista y la Revolución Proletaria Mundial

Ponencia de Revolución Obrera al Foro Antiimperialista

Revolución Obrera 26 años

A continuación, publicamos nuestra posición respecto del imperialismo y la lucha antiimperialista. Este documento fue presentado como ponencia de Revolución Obrera al Foro Antiimperialista «Imperialismo Vigencia de una Realidad Censurada». El documento bajo el título: «La lucha antiimperialista y la Revolución Proletaria Mundial», es un análisis del imperialismo como última y superior etapa del capitalismo y antesala del socialismo, así como de la necesaria lucha de los pueblos del mundo contra todos los imperialistas y la forma de concretarla.

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La lucha antiimperialista y la Revolución Proletaria Mundial

El capitalismo imperialista es la antesala del socialismo

Existe entre los asistentes a este importante foro, identidad general respecto a ver en el imperialismo la fase superior y última del capitalismo. Esto es, capitalismo monopolista, parasitario, agonizante y en descomposición más allá del cual solo es posible el socialismo.

La crisis económica del capitalismo mundial iniciada en 2008, a pesar de las leves y parciales recuperaciones no ha sido superada; por el contrario, pone en evidencia el avanzado estado de agonía del imperialismo, por cuanto ha agravado la crisis social mundial con los despidos, el desempleo, la inflación galopante, la crisis de los migrantes, de la salud… agudizadas aún más por la pandemia del Covid19 en el 2020, exacerbando al extremo todas las contradicciones del sistema moribundo: entre la clase obrera y la burguesía en la arena mundial; entre los países imperialistas y los países oprimidos; entre los países imperialistas y entre los monopolios entre sí, manifiesta en los preparativos de guerra imperialista; e incluso, como nunca antes, entre el imperialismo y la naturaleza.

Una situación excepcional en la larga agonía del imperialismo que ha ocasionado la rebelión mundial del proletariado y los pueblos del mundo que se levantan en huelgas generales, huelgas políticas de masas e insurrecciones contra la explotación y la opresión capitalista; en guerras de resistencia a la agresión imperialista a los pueblos, y en el avance de las guerras populares dirigidas por los comunistas en varios países.

Crisis y contradicciones que han puesto en ridículo a quienes a principios de los años 90 auguraban la buena salud del imperialismo y anunciaban la supuesta muerte del comunismo, el reino milenario del capitalismo y el fin de la historia. Pero no solo a ellos, también a los analistas socialdemócratas que veían en aquellos tiempos el “neoliberalismo” y la “globalización” como apenas una política voraz de los monopolios y no como una consecuencia inevitable del derrumbe del socialimperialismo en la antigua URSS, que le dio un nuevo y temporal respiro al imperialismo, brindándole la posibilidad de ampliar y expandir las relaciones capitalistas a todos los países, afianzar la dominación de los monopolios en todas las ramas, ajustar el grillete y el saqueo imperialista sobre los países y pueblos oprimidos, y rebajar las condiciones materiales y sociales de la clase obrera en todo el mundo.

El capitalismo imperialista se convirtió en un modo de producción internacionalizado. Los monopolios ya no solo se reparten y disputan los mercados y adecúan la producción con miras al mercado mundial, ahora las gigantescas corporaciones monopólicas se reparten y disputan a los hombres mismos y ajustan los mercados con miras a la producción mundial, convirtiendo el capitalismo imperialista en un sistema que afianza y amplia la esclavización financiera, la opresión y la rapiña colonialista en todo el planeta.

El proceso de encadenamiento, de expansión y ahondamiento de las relaciones capitalistas en el mundo ha llevado consigo no solo la integración de todos los países en un único mercado mundial de capitales, mercancías y fuerza de trabajo, sino además al surgimiento y la expansión de la industria en los países oprimidos y la introducción de importantes cambios en la agricultura, destruyendo los sistemas tradicionales de producción y acelerando el proceso de descomposición del campesinado; causando a la vez la urbanización acelerada de los países oprimidos, el desarrollo de las ciudades y acrecentando la migración internacional del proletariado.

El resultado de tan dolorosa, brutal y violenta trayectoria ha sido la socialización cada vez mayor del proceso productivo mundial y la proletarización de la sociedad mundial. El esfuerzo de miles de millones de trabajadores es socializado en un solo proceso productivo, cristalizado hasta en las mercancías más pequeñas con la incorporación de la fuerza de trabajo de los obreros de muchos países. Así mismo, los grandes movimientos migratorios, los grandes desplazamientos a las ciudades, los crecientes cinturones de miseria —que se erigen como monstruosos monumentos a la irracionalidad del capitalismo imperialista— multiplican por millones la clase de los proletarios, la fuerza productiva y social más poderosa, el ejército mundial de los sepultureros del capitalismo agonizante.

El triunfo del capitalismo, convertido en un sistema mundial de opresión y explotación, es la causa de su derrota inevitable, pues no sólo ha forjado a lo largo y ancho del planeta la clase que lo sepultará, la clase de los proletarios, sino además ha agudizado la lucha de clases en general, ha ampliado las diferencias entre ellas, ha acelerado la proletarización de vastas capas de la pequeña burguesía; ha incentivado el deseo de la lucha antiimperialista en las masas trabajadoras del mundo, sobre quienes descarga el peso de su explotación y el oprobio de su dominio.

El propio capitalismo ha preparado el paso de la humanidad al socialismo, porque ha creado sus condiciones materiales: ha convertido la producción en un proceso social, a la vez que la apropiación en un proceso privado; ha organizado la producción en inmensas fábricas a nivel mundial, a la vez que la ha sumido en la anarquía, entorpeciendo con ello el desarrollo de las fuerzas productivas bajo las relaciones de producción capitalistas, y frenando el desarrollo de la sociedad; ha concentrado la riqueza en la parte minoritaria de la sociedad que no trabaja y la miseria en la inmensa mayoría trabajadora de la sociedad, llevando al límite el antagonismo entre el capital y el trabajo; ha creado la clase de los proletarios desposeídos de los medios de producción, cuya misión histórica es hacer que se corresponda el carácter social de la producción con el carácter social de la propiedad, resolviendo mediante una revolución política y social las contradicciones en que el capitalismo imperialista ha embrollado a toda la sociedad.

Contra quienes de una u otra manera auguraban la buena salud del imperialismo a finales del siglo pasado, todos los hechos de la actualidad ponen al descubierto y confirman que el imperialismo es capitalismo en descomposición, moribundo, última etapa del sistema capitalista y víspera de la revolución socialista mundial; la Revolución Proletaria Mundial es, por tanto, una consecuencia de las condiciones de desarrollo del imperialismo.

El Movimiento Revolucionario Antiimperialista en la actualidad

La Revolución Socialista del Proletariado y el Movimiento Revolucionario Antiimperialista, son las dos grandes corrientes de un solo frente mundial de la revolución proletaria contra el frente mundial imperialista; dos grandes corrientes que apuntan y confluyen sin fusionarse hacia el mismo blanco mundial de la revolución proletaria: el imperialismo.

Sin embargo, los intereses del proletariado y los intereses de la nación son de carácter diferente. Los primeros son los intereses de una clase determinada; los segundos, los intereses de las diversas clases de una nación. Unos y otros son la base material de dos luchas de naturaleza diferente, que se acercan, se refuerzan, se alían, confluyen, pero no se disuelven, ni se reemplazan entre sí.

La necesidad del mutuo apoyo internacionalista entre la revolución obrera en los países imperialistas y el movimiento antiimperialista en los países oprimidos; la necesidad de la alianza en los países oprimidos entre el proletariado y las demás clases oprimidas por el imperialismo; el desarrollo capitalista de los países oprimidos, en especial de aquellos donde al hacerse dominante, acerca la revolución socialista y el movimiento antiimperialista; son todas condiciones objetivas que fortalecen la tendencia al acercamiento de las dos grandes corrientes de la Revolución Proletaria Mundial.

El capitalismo de un país oprimido es un aspecto del modo de producción mundial, un aspecto del capitalismo imperialista, por tanto, sometido a sus inevitables crisis económicas y portador de la particularidad fundamental del capitalismo moderno “la dominación de las asociaciones monopolistas de los grandes empresarios”.

Es capitalismo monopolista estrechamente vinculado al capital financiero mundial, sólo que signado por las marcas profundas de los grilletes de la dependencia semicolonial, del parasitismo imperialista, y de sus tendencias: tanto al estancamiento, a contener violenta y artificialmente el progreso técnico, el ritmo de crecimiento de ciertas ramas de la producción, incluso de toda la economía del país oprimido; como a acelerar su desarrollo —la tendencia más general bajo el imperialismo, según Lenin— acentuando la descomposición del campesinado, barriendo vestigios de modos precapitalistas de producción, o asimilándolos, e incluso en algunos casos reforzándolos, pero siempre sometiéndolos a las necesidades de la producción mundial, de la realización de la plusvalía, la acumulación y centralización mundial del capital.

Por allá en 1929, el teórico marxista y dirigente proletario peruano José Carlos Mariátegui decía, refiriéndose al movimiento antiimperialista en los países de América Latina:

La condición económica de estas repúblicas, es, sin duda, semicolonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la penetración imperialista tiene que acentuarse este carácter de su economía. Pero las burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional. Estas burguesías, en Sud América, que no conoce todavía, salvo Panamá, la ocupación militar yanqui, no tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia, como suponía ingenuamente la propaganda aprista. El Estado, o mejor la clase dominante no echa de menos un grado más amplio y cierto de autonomía nacional… Pretender que en esta capa social prenda un sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en condiciones distintas representa un factor de la lucha antiimperialista en los países semi-coloniales avasallados por el imperialismo en los últimos decenios en Asia, sería un grave error.

Según Mariátegui, la existencia del modo de producción capitalista en los países oprimidos no es “extraño”, ni “introducido artificialmente por el imperialismo”, o “no clásico” … al cual no se exporta el modo de producción capitalista, sino el capital, que actúa e influye en sus gérmenes y desarrollo capitalista originados en el proceso económico de la antigua sociedad feudal. Los defectos del capitalismo en los países oprimidos son las características propias de la dependencia semicolonial y de su función en la economía mundial, que no suprimen las características esenciales de todo capitalismo: la producción de mercancías bajo un régimen donde el capital acumulado compra y explota fuerza de trabajo asalariado de obreros libres.

Negar el desarrollo capitalista en los países oprimidos, pretextando su carácter dependiente, desigual, desequilibrado y sin desarrollo clásico, es desconocer la naturaleza del imperialismo y la esencia de su dominación semicolonial: dependencia real económica y política, al servicio exclusivo de la creciente acumulación y centralización imperialista mundial del capital, y en contra de las masas y del progreso de la sociedad de los países oprimidos, cuyo desarrollo desarticulado y desequilibrado es un piñón articulado en la gran cadena de la economía mundial, de la producción y el mercado mundial imperialistas.

El dominio completo del modo de producción capitalista sobre los demás modos de producción en la formación económica social de países oprimidos, es un fenómeno real del último y actual período en la fase agónica del capitalismo, acelerado y resaltado por la crisis económicas del capitalismo mundial desatada en los albores del nuevo siglo.

Por consiguiente, el problema nacional hoy día sólo puede resolverse a condición de derrocar a la burguesía. Ésta es la época del nuevo movimiento revolucionario antiimperialista, como parte de la Revolución Proletaria Mundial, que en los países oprimidos feudales y semifeudales se resuelve de conjunto y en relación con la revolución antifeudal, esto es, como parte de la Revolución de Nueva Democracia dirigida por el proletariado; a la vez que en los países oprimidos capitalistas lo resuelve de conjunto y en relación con la revolución anticapitalista del proletariado, como parte de la Revolución Socialista.

Pretender resolver el problema nacional del imperialismo, por aparte y sin aniquilar el poder del capital, o antes de aniquilarlo, antes del triunfo de la Revolución de Nueva Democracia en los países oprimidos feudales y semifeudales, o antes del triunfo de la Revolución Socialista en los países oprimidos capitalistas, es política democrática pequeño burguesa concebida para luchar contra el imperialismo sin sobrepasar los límites del capitalismo.

La experiencia en el siglo XX de facciones y personalidades burguesas que tomaron el poder en algunos países de Asia y África bajo las banderas democráticas antiimperialistas, y luego se transformaron en tiranos al servicio del imperialismo; así como la experiencia de los movimientos de liberación nacional en América Latina dirigidos por la pequeña burguesía y de sectores burgueses y pequeño burgueses gobernantes en algunos países en la actualidad, demuestra que su discurso antiimperialista es aparente, y que su lucha contra un imperialismo es en realidad compromiso con otro para oprimir y explotar al pueblo.

Por ello en los países oprimidos capitalistas como Colombia el filo de la revolución va contra el capitalismo y la dominación imperialista. Toda la burguesía, incluida la burguesía agraria; todos los terratenientes capitalistas y también los semifeudales; todos los imperialistas que mantengan el yugo económico y político sobre la sociedad; todos son los blancos de la revolución, la cual, por su contenido económico y social, ya no puede ser democrática sino, irremediablemente, de carácter proletario, socialista; sabiendo que, como correctamente advirtiera Lenin en su polémica con el renegado Kautsky hace ya más de un siglo: «separar la una de la otra por algo que no sea el grado de preparación del proletariado y el grado de su unión con los campesinos pobres, es la mayor tergiversación del marxismo, es adocenarlo, reemplazarlo por el liberalismo».

No es entonces la lucha nacional la que imprime el carácter a la revolución, sino ésta la que caracteriza la lucha nacional. «…la cuestión nacional no tiene siempre el mismo carácter (…) el carácter y las tareas del movimiento nacional cambian según los diferentes períodos del desarrollo de la revolución», como diría Stalin. No es por tanto el movimiento revolucionario antiimperialista el que por sí mismo caracteriza la revolución en los países capitalistas oprimidos; es el carácter de la revolución socialista, derivado de la naturaleza de la sociedad, el que determina el alcance y la profundidad socialista del movimiento antiimperialista.

Aislar la lucha contra el imperialismo de la lucha de los obreros contra el capital, es crudo nacionalismo, que nubla el pensamiento del proletariado, vulnera su independencia de clase y favorece el dominio ideológico y político de la burguesía. Tal separación significa disimular, atenuar, encubrir, las profundas contradicciones de la fase imperialista, por las cuales se hace inevitable la revolución. Es reformismo burgués en lugar de marxismo, como fue expuesto con toda exactitud por Mariátegui desde 1929:

El antiimperialismo, para nosotros, no constituye ya, ni puede constituir por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para conquistar el poder […] somos antiimperialistas porque somos socialistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias [del mundo].

Es sobre esa base que los comunistas y los revolucionarios pueden avanzar en la construcción del Frente Revolucionario Antiimperialista en Colombia.

Las tareas antiimperialistas del momento en Colombia

Ahora mismo, el gobierno reformista de Petro, que insiste en un “acuerdo nacional” o pacto social con las clases dominantes reaccionarias, socias y lacayas del imperialismo principalmente yanqui; un gobernante que apela, como los viejos utopistas del Siglo XIX, a la filantropía de los grandes capitalistas e imperialistas para humanizar el capitalismo agonizante, para impedir la destrucción de la naturaleza y la degradación del medio ambiente; un gobierno reformista que busca prolongar la agonía del capitalismo desarmando a los trabajadores de la necesidad de la revolución proletaria, hace urgente la unidad de las fuerzas de los comunistas y revolucionarios, para construir una alternativa revolucionaria.

Y existe un vasto y fértil terreno para experimentar, estrechar los vínculos con las masas y unificar y generalizar los combates que ahora mismo libran las masas con el propósito de conquistar las reivindicaciones y exigencias populares no resueltas en los levantamientos del 2019, 2020 y 2021; una excelente situación que permite y facilita forjar la unidad en la lucha, impulsando y realizando las Asambleas Populares en la perspectiva de constituirlas como verdaderos embriones del nuevo Poder Popular en oposición al viejo poder de los explotadores y opresores.

En ese sentido, la Asamblea Nacional Popular Independiente, realizada este año a mediados de julio en Cali, significa un importante avance en esa dirección, pues allí no solo asistieron comunistas, revolucionarios y dirigentes de masas obreras, campesinas, juveniles y de mujeres, sino que se acordaron unas banderas de lucha que recogen las aspiraciones democráticas, anticapitalistas, antiimperialistas e internacionalistas inmediatas de los explotados y oprimidos de Colombia.

Un compromiso que la Unión Obrera Comunista (mlm) y sus amigos han tomado con la firme convicción de que este es un paso adelante en la lucha común por acercar la derrota de las clases dominantes colombianas y el imperialismo. Este es nuestro compromiso ahora, con el cual estamos aportando nuestro grano de arena a la construcción del Frente Revolucionario Antiimperialista, una de las “tres varitas mágicas” necesarias para alcanzar el triunfo de la revolución socialista en Colombia como parte de la Revolución Proletaria Mundial.

Muchas gracias compañeros.

Revolución Obrera
Medellín (Colombia) – 8 de noviembre de 2024
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