Salieron de Libia huyendo de la guerra, dejaron tras de sí a sus familias, unos vivos y muchos de ellos muertos por una guerra que no les pertenece; una guerra que no entienden, pero que se ha sumado a la tragedia de una vida sumida en la miseria, en el abandono, en la desprotección estatal y asediados por las enfermedades. A bordo del navío Open Arms, una embarcación propiedad de una ONG española del mismo nombre, 83 migrantes permanecieron en el mar durante 3 semanas, a solo 800 metros de la costa de la isla italiana de Lampedusa, a la espera de que el gobierno italiano autorizara su desembarco.
La desesperación era total en la embarcación, al sufrimiento que estaban arrastrando desde donde tuvieron que salir huyendo, se sumaba ahora, al de ser rechazados por el Estado italiano que se negaba a permitir el desembarco aduciendo que a ese país ya han llegado demasiados refugiados. La situación llegó a tal grado de tensión que varios de ellos se lanzaron al mar a enfrentar la fatal aventura de pretender nadar hasta la costa de la isla; lo que obligó a la guardia costera a ir en su rescate para impedir una tragedia de mayor magnitud, pero claro, sobre todo un escándalo internacional contra la negligencia del gobierno.
Luego de una fuerte presión, especialmente a través de los medios de comunicación, el gobierno de la Isla tuvo que dar su brazo a torcer y permitir el desembarco de los migrantes, no sin antes anunciar que la embarcación sería retenida por haber realizado una acción ilegal, pues no estaban autorizados para recoger personas, sino para llevar ayuda humanitaria; orden que la propia tripulación se negó a reconocer y a sabiendas del problema que se les vendría encima, transportaron a los cerca de 100 migrantes. El propio director y fundador de Open Arms, Oscar Campos declaró en su cuenta de twiter que “Tras 19 días, desembarcaremos hoy en Lampedusa. Se incautará el barco temporalmente, pero es un costo que @openarms_fund asume para asegurar que las personas a bordo puedan ser atendidas. Consideramos indispensable priorizar su salud y seguridad en esta emergencia humanitaria”. En un claro desafío a la actitud ruin y miserable de los gobiernos que cierran sus puertas a la población que tiene que huir para salvar sus vidas.
Pero, la tragedia que se visibiliza a bordo del Open Arms, no es un caso aislado, apenas los ojos del mundo se están enterando de lo sucedido, y ya otro salta a las primeras planas de las redes sociales:
Alertan situación de emergencia en el buque Ocean Viking
Este buque lleva consigo 365 refugiados rescatados en altamar: «La gente duerme en el piso. Tenemos un número limitado de duchas, una capacidad limitada de agua. Estas personas han sufrido enormemente, la mayoría de ellas han pasado por centros de detención en Libia. Necesitan desembarcar lo antes posible», indica el twit de SOS Mediterranee.
El Ocean Viking está deambulando por el Mar Mediterráneo a la espera que los gobiernos de Italia o Malta autoricen la llegada y puedan recibir atención, comida y medicina; fueron 3 rescates en altamar entre el 9 y el 12 de agosto; lanzando desde el mismo 9 el SOS para ser atendidos, y desde entonces, la situación se agrava día por día; son seres humanos, arrebatados de la muerte segura en el mar, son 365 migrantes dentro de ellos 103 menores de edad, y lo único que buscan es una oportunidad para seguir viviendo.
La humanidad no puede, ni debe acostumbrarse a esta tragedia que viven los migrantes. No puede volverse natural para quienes han sido llevados a esta condición. No son seres humanos de segunda ni tercera categoría; no se deben sentir menos que los demás por el hecho de tener que desplazarse a otras tierras, pues entre otras, no son responsables por haber tenido que salir de la tierra donde nacieron o donde vivieron. En su inmensa mayoría son obreros y campesinos, son hijos de las entrañas de las masas, son hermanos de clase que los unen lazos más profundos y significativos que la nacionalidad, la lengua, la religión o el color de la piel. Son parte de los miles de millones que producen absolutamente todo lo que da el trabajo asociado en el mundo. Su desplazamiento no les cambia esa condición y por eso no deben olvidar que por encima de toda la palabrería de las clases dominantes, los obreros no tiene patria, son una sola clase a nivel mundial, y donde vayan, deben ser capaces de limpiarse sus heridas, levantar la cabeza y hacer que ese sufrimiento causado por el desplazamiento, se vuelva fuerza para ser, no solo mejores seres humanos, sino sobre todo, para luchar por conquistar un mundo mejor para las futuras generaciones.
Y no puede ser para los demás, “parte normal del paisaje”; los pueblos del mundo no pueden permitir que el desplazamiento se tome como algo normal y parte de la condición de nuestra existencia. Es una obligación acogerlos como si fueran nuestros mejores hermanos, ayudarles a superar las tragedias generadas por el desplazamiento, y no hacer lo que hacen los gobiernos de la burguesía, quienes los rechazan, los tratan como seres humanos con menos derechos del resto de la sociedad, y lo que están obligados a darles, se los dan como una “ayuda humanitaria”, como una limosna salida de la “buena voluntad”; es decir marcarlos con el rótulo de “refugiados” “desplazados”, y condenarlos a sentirse para siempre como desterrados.
Las cifras de desplazados en el mundo no solo son alarmantes, son sobre todo demostrativas de que es un problema general en la actual sociedad y por ende no puede resolverse de otra manera que cambiando la esencia de la sociedad misma. Una sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre y en la destrucción de la naturaleza, en el asqueroso apetito de la ganancia, en la disputa desenfrenada por las mejores tierras y por lo mercados para acrecentar las ganancias, produce opresión de unos países sobre otros, genera expropiación violenta de los campesinos y desplazamiento para apoderarse de sus tierras, produce guerras regionales y nacionales por el control geoestratégico; en fin, un sistema como el actual es el causante de fondo, no solo del desplazamiento forzoso, sino de las grandes tragedias de la humanidad.