A finales de julio los medios anunciaron en grandes titulares: «Cuba renuncia al comunismo». Y algunos lo destacaron como «un cambio de enorme trascendencia histórica». El alboroto de los medios obedece a los cambios aprobados en el parlamento cubano a la Constitución y que serán ratificados en un próximo referendo.
Cambios como por ejemplo, del artículo 5 donde se decía que el partido gobernante «organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista«, le fue suprimida la frase subrayada en negrilla por nosotros. Además no es el único, en la nueva Constitución se reconocen como novedad la propiedad privada y el libre comercio. Pero, ¿qué hay en realidad detrás de toda esta alharaca?
Los compañeros engañados por las frases de los dirigentes cubanos deben saber que los cambios introducidos en la Constitución solo buscan adecuar el Estado a las relaciones capitalistas existentes ya abiertamente; lo cual es apenas un tímido paso en el reconocimiento del capitalismo que ha existido siempre, dándole piso legal a las empresas que hoy funcionan en la «Zona Especial de Desarrollo Mariel» como empresas mixtas, además de los cerca de 600 mil «cuentapropistas» que según expertos hoy constituyen el 13% de la población económicamente activa del país.
Tanto el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, como el presidente de la Asamblea Nacional Esteban Lozano, hacen esfuerzos por decir que la isla se mantiene firme en la construcción del socialismo, debe entenderse que cuando los mandatarios cubanos hablan de socialismo se refieren al capitalismo monopolista de Estado; y a pesar de sus letanías socialisteras, se ven obligados a reconocer que los cambios en la Constitución buscan sentar las bases legales que permitan un mayor desarrollo del capitalismo, no solo reconocer las empresas privadas que ya funcionan, sino además la economía mixta, así como brindar mayores garantías para la inversión extranjera imperialista.
En palabras de Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado: «Claro que tenemos que hacer ajustes. Y ese es el resultado de este proyecto, porque la sociedad ha cambiado y la economía ha cambiado y eso tiene que tener un reflejo en la constitución (…) No se puede desconocer el papel del mercado (…) La propiedad privada, como resultado de los ajustes de nuestro modelo económico y social, existe».
Para el proletariado revolucionario los anuncios de la burguesía cubana no son extraños. En febrero de 2016 se publicó en este medio un folleto recopilando la serie de seis artículos escritos en el 2015 «Cuba: el socialismo ficción el capitalismo verdadero« donde se demuestra ampliamente la esencia del régimen cubano y los cambios promovidos por los dos últimos congresos del partido burgués gobernante en la isla, tendientes a establecer las relaciones capitalistas sin la máscara de socialismo que le han puesto al capitalismo monopolista de Estado.
Como se denunció en la obra citada «los dirigentes cubanos nunca han sido socialistas ni comunistas, éstos [los comunistas] fueron expulsados y perseguidos por la dictadura de Castro al servicio del socialimperialismo. El Partido Comunista de Cuba es un partido burgués reformista; de ahí que el restablecimiento abierto de las relaciones capitalistas, sin la careta socialista, solo era cuestión de tiempo, como se puede apreciar ahora con toda claridad».
Reiteramos que en Cuba no ha existido socialismo; en 1961 Cuba pasó de ser una semicolonia del imperialismo yanqui a serlo del socialimperialismo ruso, y desde el derrumbe de éste último, a finales de los años 80 del siglo pasado, el gobierno de Cuba ha ido quitándole la apariencia de socialismo que tenía el régimen de los Castro. Por tanto, los cambios recientes a la Constitución obedecen a la necesidad de la burguesía cubana de abrir las puertas al capital imperialista y a la iniciativa privada, como una forma de paliar la crisis económico-social; eso sí, guardando la apariencia de la defensa de un socialismo inexistente, previendo que ante la evidencia de las relaciones capitalistas realmente existentes se desate una rebelión popular.
Que se reconozca abiertamente el capitalismo y se establezca la república democrática burguesa, como ocurrió en Rusia, es solo cuestión de tiempo; las relaciones económicas capitalistas necesitan de su mejor envoltura política y esa es la república parlamentaria burguesa, con sus instituciones legislativas, ejecutivas y de control que en la nueva constitución cubana empiezan también a abrirse paso, con el establecimiento de la presidencia y vicepresidencia (elegibles por no más de 2 períodos de 5 años) con su consejo de ministros y su parlamento.
Y cuanto más rápido las clases dominantes explotadoras cubanas se quiten la careta comunista y socialista mejor para el proletariado y el pueblo cubano que se verán liberados de guardar fidelidad a los explotadores y opresores que por más de medio siglo han cabalgado sobre ellos con el disfraz de revolucionarios, socialistas y comunistas.