155 representantes han sido elegidos en Chile para redactar una nueva constitución. Para muchos, especialmente los medios de comunicación, esta es la salida más progresista para la crisis que tuvo su máxima expresión en el 2019 con las grandes movilizaciones del pueblo, en especial de la juventud, y que sirvió de inspiración para los hoy aguerridos luchadores de Colombia; una lucha que le costó la perdida de ojos a muchos jóvenes.
El Gobierno con gran alborozo y triunfalismo se junta con sectores que se dicen progresistas para redactar una nueva constitución, vendiendo la idea de que fue el mayor logro obtenido con las manifestaciones de hace dos años.
¿Se puede considerar realmente la redacción de una nueva constitución como un gran triunfo para el pueblo? No, definitivamente no.
Colombia es un buen ejemplo para ver el carácter distractor que tiene la redacción de una nueva «carta magna» tras un estallido social. Eso que hoy se erige como cúspide en Chile, es el mismo proceso trillado que Colombia vivió en 1991, cuando se envolató a la mayoría del pueblo con la falsa idea de que los grandes problemas sociales se iban a resolver con la redacción de una nueva constitución.
Para esa época, algunos aspectos de la constitución fueron un cambio a nivel de derechos políticos, aunque en esencia fue una constitución reaccionaria. Hoy, después de tantos años, es evidente hasta para los ciegos que la nueva constitución no mejoró las condiciones del pueblo. Los 21 días de Paro demuestran la brutal dictadura de los capitalistas y que la venerada Constitución que el tal “Pacto Histórico” pretende desarrollar e implementar no le sirve al pueblo, pues las leyes son una careta tras la cual se esconde la más brutal máquina de guerra, de explotación de fuerza de trabajo, expoliación y destrucción de la naturaleza
Por su forma, esa idea pluralista y archidemocrática que pregonan en Chile es parte de la trampa y falsedad de un Estado al servicio de las clases dominantes. Ya en Colombia se le dio participación a gente de todas las corrientes políticas y sociales, de todas las tendencias, de todas las comunidades; allí tuvo asiento y representación todo el mundo (bueno, a excepción de los auténticos comunistas revolucionarios que bien sabían de la trampa y la denunciaron con lujo de detalles) y eso no significó que el Estado dejara de ser lo que es: la junta administradora de los negocios comunes a toda la burguesía.
¿Acaso, esa postura política, es una exageración de «comunistas radicales»? Todo hombre o mujer con un mínimo de conocimiento de política y algo de historia, y ¡claro! con una buena dosis de sensatez, sabe que en una sociedad como la de hoy las leyes que forman una constitución se aplican conforme a la fuerza que una u otra clase social tiene. Si el pueblo no lucha a su manera, es decir, con el paro y su propia organización, esas leyes son solo una formalidad, pues el Estado en el capitalismo es un aparato de dominación de una minoría sobre la inmensa mayoría de la sociedad y, por ende, cualquier Gobierno que esté al frente del Estado es un simple administrador de los negocios de los ricos y su función, le guste o no, es la de favorecer a las clases poseedoras en detrimento absoluto del pueblo. Las leyes son solo un reflejo en la superestructura de las contradicciones y de la correlación de fuerzas, pero esas leyes al final serán utilizadas para beneficiar a los poderosos y oprimir y explotar más a los trabajadores del campo y la ciudad.
Ese camino trillado de opacar, aplacar y acallar la lucha revolucionaria del pueblo chileno es un acuerdo miserable y ruin entre los reformistas y los sectores más reaccionarios, para ponerle freno a ese torrente de lucha que estaba avanzando a pasos agigantados en Chile y que en pocos días puso a tambalear todas las estructuras; pero este freno es temporal porque el pueblo se verá obligado a retomar sus puestos de combate, volver a las calles, avanzar en la lucha y conquistar con la movilización y con el paro sus banderas.
Los obreros revolucionarios y los comunistas auténticos tienen la obligación de denunciar por todos los medios esta gran trampa que se le ha puesto a la lucha de los trabajadores chilenos; denunciar abiertamente a los sectores, a los partidos, a los dirigentes y las personalidades que posan de progresistas y revolucionarios y que se han prestado para esta traición contra el pueblo chileno.
Asimismo, es necesario avanzar en la organización de esos obreros, de esa juventud, de los campesinos; de esos hombres y mujeres que han despertado a la lucha y que con toda seguridad están a la espera y búsqueda de propuestas verdaderamente revolucionarias, dentro de las cuales la más importante es organizarse como comunistas y avanzar firmemente en la construcción o el fortalecimiento de un auténtico partido comunista revolucionario en Chile, capaz de ponerse al frente en la dirección del movimiento de masas y encauzarlo por el camino de las transformaciones reales y de fondo, conquistar con la lucha las reivindicaciones que las masas están exigiendo a gritos.
Es preciso aprovechar esta lucha para construir el Partido Comunista Revolucionario que no se proponga reformar ni maquillar ese Estado reaccionario, sino destruirlo y construir sobre sus ruinas un auténtico Estado dirigido por la alianza de obreros campesinos. Ese es el camino que debe recorrer el pueblo chileno.