“Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social, históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que en gran parte quedan establecidas y formalizadas en las leyes), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo de otro, por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social”.
Lenin
El 21 de mayo, en A propósito de un artículo de Revolución Obrera: Policías y Militares no Pertenecen al Pueblo, un compañero planteó una discusión alrededor del análisis de clase respecto a los soldados y policías. Allí los compañeros del portal invitan a participar “en el debate que sirva para elevar el nivel de comprensión de los obreros conscientes y activistas revolucionarios”. Atendiendo a ese llamado escribo estas líneas, pues es un problema de gran importancia por cuanto está al orden del día la necesidad de trabajar por descomponer las fuerzas represivas del Estado con la mira puesta en el futuro Estado de obreros y campesinos, y si no existe una comprensión y línea correctos, se cometerán errores que costarán caro.
Con el compañero que escribe el artículo, existe una profunda base de unidad en cuanto a que las instituciones del Estado burgués, especialmente su pilar central, las Fuerzas Armadas, son instituciones reaccionarias y por consiguiente deben ser destruidas, junto con las demás que garantizan los privilegios de las clases explotadoras y el imperialismo; por eso los comunistas se plantean como primera tarea política de la revolución la destrucción del Estado burgués, y entre las características que destacan del nuevo Estado, está la sustitución del ejército y la policía por el armamento general del pueblo. Igualmente, el compañero está de acuerdo en la necesidad de realizar un trabajo sistemático, de agitación y propaganda, en las filas del enemigo para dividirlas y neutralizar a muchos elementos pertenecientes a tales instituciones.
Sin embargo, el compañero considera que los policías y soldados rasos no pertenecen al pueblo a pesar de que reconoce su extracción proletaria y campesina mayoritaria; según él, los soldados y campesinos se “desclasan” al ingresar a las fuerzas armadas y mientras no se retiren de esas instituciones deben ser tratados como enemigos.
Como advierte el compañero, este problema es de vital importancia por cuanto ahora politiqueros como Petro y pacifistas de toda laya llaman a los “abrazatones” y a que el pueblo, especialmente la juventud asesinada, desaparecida y violentada por las fuerzas militares y paramilitares, no respondan con la justa violencia revolucionaria a las agresiones de los enemigos. Y otros de la misma ralea, defensores de la esclavitud asalariada y del Estado de dictadura de la burguesía, dicen que el ejército y la policía son del pueblo y están al servicio del pueblo.
A los señores pacifistas hay que decirles que sus consejos son reaccionarios y sirven a las clases dominantes porque desarman a las masas populares: ¡A la violencia reaccionaria de los explotadores, se debe responder con la violencia revolucionaria de las masas! E insistir en que solo mediante la Guerra Popular el pueblo trabajador podrá derrotar a sus enemigos destruyendo sus fuerzas militares y paramilitares, y demoliendo toda su maquinaria burocrática, corrupta y podrida.
Aclarados estos asuntos fundamentales, la equivocación del compañero radica en confundir el carácter reaccionario de las instituciones burguesas con la procedencia y composición de clase mayoritaria de las mismas y cuyos miembros obedecen órdenes por ignorancia e inconciencia.
El compañero cita a Marx y Engels: “Los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase”. Para argumentar que los “policías y militares, sin importar su extracción de clase, hacen migas con el Estado burgués-terrateniente para actuar como un solo cuerpo contra las masas oprimidas y explotadas; por eso son desclasados y, mientras no se retiren de dichas instituciones armadas o volteen sus fusiles contra el poder del actual Estado criminal, se les debe dar el trato de enemigos…”
La idea de que los policías y soldados se desclasan por ingresar a tales instituciones no corresponde al marxismo. Para el marxismo los “desclasados”, es decir, las personas que no pertenecen a ninguna clase social están por fuera de la sociedad y son considerados lumpen-proletariado. Por eso en ninguna obra de los comunistas se encontrará tal “categoría”.
En efecto los individuos “solo forman una clase” en cuanto luchan contra otra clase. Pero el compañero está olvidando que una cosa es la clase en sí; es decir, la existencia objetiva de las clases, independiente de lo que piensen los individuos de sí mismos y hagan, imbuidos por la ideología dominante que, aunque parezca verdad de Perogrullo, domina toda la sociedad. Y la actuación de la clase cuando adquiere conciencia de su existencia y de sus propios objetivos; es decir, cuando se forma en clase para sí, en Partido Político Independiente que es a lo que Marx y Engels se refieren en La Ideología Alemana.
Dice Marx, en Miseria de la Filosofía: “Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para sí. En la lucha, de la que no hemos señalado más que algunas fases, esta masa se une, se constituye como clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política”.
Parodiando a Lenin, la existencia de la clase obrera no depende de la conciencia de los obreros, sino que está determinada por el lugar que ocupan en el sistema de producción social, por las relaciones como propietarios o no en que se encuentran con respecto a los medios de producción, por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, por tanto, por el modo y la proporción que reciben de la riqueza social, llámese plusvalía, renta o interés, en el caso de las clases dominantes explotadoras, o salario, en el caso de los proletarios.
La condición de asalariados, no propietarios de medios de producción, de la inmensa mayoría de policías y soldados determina su pertenencia a la clase obrera. Por eso el compañero atina cuando describe el hecho en sí mismo:
“La realidad es que las fuerzas armadas burguesas se alimentan a diario de cientos de jóvenes de la clase obrera que ven en dichas instituciones una «salida» a su situación de pobreza y marginamiento social, y que, al no tener conciencia de clase, no ven problema alguno en engrosar y pertenecer a esos organismos asesinos del pueblo”. (Negrillas mías).
Pero yerra cuando no advierte que es justamente la falta de conciencia de clase, especialmente la ausencia del Partido del Proletariado, la que los conduce a obedecer órdenes injustas y a disparar sobre sus hermanos y hermanas, amigos y padres. No por obedecer órdenes reaccionarias dejan de pertenecer a la clase que los parió y de la cual no se han separado, ni pueden separarse, porque además de no poseer propiedad sobre medios de producción, y de solo percibir salarios miserables (que no pueden compararse con los emolumentos de un ministro como erróneamente lo hace el compañero en su crítica) están sometidos a vejámenes permanentes y a la discriminación que marca la diferenciación de clases al interior las fuerzas militares.
Es posible que la errónea idea del “desclasamiento” tenga su base en un hecho que no se puede desconocer, y es que una parte de las fuerzas de la policía, el ejército, la marina y la aviación, están comprometidas con el narcotráfico (y no podía ser de otra forma cuando es la mafia quien gobierna el país) y especialmente, de la policía de las grandes ciudades, con el lumpen y el microtráfico, así como en la persecución de la juventud, la tortura, las violaciones, etc. Pero tal hecho, que debe estudiarse mejor y a profundidad, no cambia la esencia de los hechos.
De ahí que sea correcta la apreciación según la cual las fuerzas militares burguesas no escapan a la lucha de clases que desgarra la sociedad y en los tiempos de ascenso de la revolución como los actuales, tal lucha también se exacerba allí. Por ello, solo puede ser fructífero el trabajo revolucionario a su interior si se reconoce este hecho objetivo; pero si se parte de que todos los policías y soldados son “desclasados” tal labor sería estéril.
Por eso el proletariado revolucionario, a pesar de que se propone destruir la policía, el ejército y demás fuerzas militares del Estado burgués, nunca ha tratado a los jóvenes soldados y policías en cuanto personas como enemigos. En consecuencia se ha propuesto desarrollar un trabajo sistemático de agitación, propaganda e incluso de organización en las filas enemigas con el fin de, en palabras de la Internacional Comunista, “tratar de atraer en el frente común del proletariado a los soldados y a los marinos”.
En situaciones como las que vive actualmente la sociedad colombiana, donde a diario son denunciadas las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas y los actos criminales de algunos de sus miembros, los policías y soldados de filas están muy vulnerables (desmoralizados, cansados, acorralados) por el desprestigio de esas instituciones condenadas incluso internacionalmente; en sus corrillos son obligadas las discusiones sobre lo que está pasando y a quién están sirviendo; algunos se atreven a anunciar públicamente su compromiso con el pueblo y a no disparar contra sus hermanos; todo esto crea un ambiente magnífico para la agitación y la propaganda revolucionarias e incluso para promover entre ellos las reuniones y asambleas, aunque por ahora no puedan realizarlas públicamente como lo están haciendo las masas en todos los rincones del país.
El trabajo de agitación y propaganda en las filas del ejército y la policía debe ir a la par con el principal y fundamental de preparar a las masas populares para el combate contra las fuerzas armadas enemigas. Por eso me parece correcta la orientación, y el énfasis que la Unión y Revolución Obrera han hecho en los últimos meses sobre la necesidad de generalizar los Grupos de Choque o Primera Línea para enfrentar a los perros del Esmad y de organizar la Guardia o Milicia Popular para enfrentar con éxito los ataques de las fuerzas militares y paramilitares que masacran y cobran la vida de los dirigentes y luchadores populares. En mi opinión, son ellas formas embrionarias del futuro Ejército Popular como parte del pueblo en armas, del cual harán parte la mayoría de soldados y policías.
Finalmente, comparto firmemente lo expresado en la revista Negación de la Negación No. 1, de la Unión Obrera Comunista (mlm), La línea militar de la revolución proletaria en Colombia, al respecto:
El Trabajo en las Filas de las Fuerzas Militares del Enemigo es Esencial
Quien pretenda dirigir la guerra popular debe examinar de forma seria la cuestión del ejército, factor decisivo en la guerra. El movimiento revolucionario en Colombia ha despreciado el trabajo en las filas del ejército enemigo; lo ha visto únicamente como blanco de ataque, sus efectivos son aniquilados, pero jamás, o en muy contadas ocasiones, se les ha explicado los motivos de la lucha revolucionaria.
El principio del Partido Comunista es que debe realizar un trabajo revolucionario donde haya masas concentradas. El ejército, la marina y la policía burguesas agrupan varios centenares de miles de jóvenes proletarios y campesinos, que al igual que los obreros, los campesinos y las demás masas populares, son terreno abonado para recibir las consignas y las ideas revolucionarias.
Si tenemos en cuenta que el ejército, la policía y la marina son los principales instrumentos de opresión, los principales medios por los que el Estado burgués combate al proletariado revolucionario, hay que desarrollar el trabajo revolucionario dentro de sus filas para destruirlos por dentro, para minar su moral, para hacer que en los momentos decisivos, por lo menos una parte importante de ellos se pase a las filas de la revolución. Esa es la experiencia de todas las revoluciones triunfantes. Así mismo, si el Partido renuncia directa o indirectamente a este trabajo esencial se verá expuesto a consecuencias peligrosas para la revolución. Esta también es la experiencia tanto extranjera como propia.
El trabajo revolucionario en las filas de las fuerzas armadas enemigas debe realizarse, tanto en el período de acumulación de fuerzas revolucionarias, como, y aún más intensamente, en el período de ascenso de la revolución. Este trabajo no es menos importante que el trabajo del Partido en otros terrenos como el trabajo en el frente de la cultura, de la mujer o de la juventud.
El partido deberá no sólo hacer propaganda general en las filas de las fuerzas enemigas; deberá también levantar las reivindicaciones de soldados y policías; deberá hacer que en su prensa se denuncien los miles de casos de despotismo y maltrato, e incluso deberá ingeniarse la forma de hacer publicaciones exclusivas para este frente; deberá, igualmente, atender muy especialmente el trabajo de organización, el cual difiere enormemente de la labor en cualquier otro frente porque el enemigo se cuida con celo; él sí sabe cuan peligrosas pueden ser sus propias fuerzas.
La alharaca pequeñoburguesa contra el servicio militar obligatorio en los últimos años es no solo pueril sino además reaccionaria. El proletariado no teme que se le instruya en el manejo de las armas modernas, sino que además lo exige; no se opone al servicio militar obligatorio sino que lo reclama porque sabe que es la forma más democrática que puede adquirir el ejército bajo el capitalismo; su contrario, el servicio militar voluntario, conlleva la reaccionarización en toda la línea pues le otorga al ejército el carácter de mercenario, lo hace más costoso y lo separa aún más de la clase que lo compone y dificulta mayormente el trabajo a su interior.
Sin que en la actualidad el trabajo en este frente sea el principal, los comunistas debemos proponernos trabajar al interior de las fuerzas militares con los objetivos de formar células en cada cuerpo de tropa del ejército, acercar a ellas toda la tropa con el fin de vincular sus reivindicaciones particulares al conjunto de las reivindicaciones de las masas de obreros y campesinos, así como de acercarla al programa y a las consignas revolucionarias. Las reivindicaciones concretas para el trabajo revolucionario entre los soldados y policías en la actualidad se pueden resumir en: aumento del salario, supresión de los castigos, reducción de la duración del servicio, aplicación del sistema territorial (prestación del servicio en el lugar o región de residencia), derecho a salir todos los días del cuartel y pleno derecho a la organización en sindicatos y a participar en la vida política.
Un camarada.