Estos 28 días de paro portentoso han sido útiles, no solo para echar atrás –temporalmente– las andanadas del régimen mafioso, ni para demostrarnos el majestuoso poder de las masas, sino también para hacer patente lo que los marxistas siempre hemos señalado respecto a que el Estado «No es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa» y «Una máquina destinada a mantener la dominación de una clase sobre otra».
Quedó claro a quiénes realmente sirve este Estado, pues su genocida fuerza pública –comandada por el sanguinario general Zapateiro– se desplegó por todo el país para cumplir el mandato de los capitalistas: recuperar a sangre y fuego su orden de superexplotación; por eso los carniceros policías salieron a masacrar a nuestra juventud rebelde.
El gran paro nacional obligó al narcoestado en Colombia a terminar de despojarse de su careta democrática para mostrar lo que realmente es: defensor de los intereses de los propietarios contra los reclamos de los no-propietarios, es decir, garante de mantener la explotación del trabajo por el capital. Explícitamente el Estado se ha mostrado como el instrumento de defensa colectiva de los intereses de los poseedores y máquina de reprimir a los explotados; por eso, en este que es un conflicto entre el capital y el trabajo, el ejército y la policía, como siempre, ha intervenido contra el trabajo y no contra el capital. Atreverse a quitarle a los ricos un poco de lo que ellos nos superexplotan ha sido siempre un crimen mayor que matar a un pobre, así lo demuestran estos 28 días de represión, genocidio, torturas, desapariciones y violaciones; así pues, queda claro que los principios de justicia y de derecho durante siglos han sido los de las clases poseedoras contra las clases desposeídas.
Con toda esta sangrienta violencia legal, ilegal y sistemática contra los explotados, el narcoestado paramilitar trajo a las ciudades lo que cotidianamente hace en los campos; y es que en represión y terrorismo el Estado no innova.
Gases, aturdidoras, detenciones arbitrarias, disparos, muertes y violaciones durante 28 días y noches, muestran cómo es falso que el Estado está para «promover la prosperidad general», pues no le interesa escuchar, mucho menos cumplir las exigencias del pueblo colombiano.
Sin embargo, toda esta represión no podrá salvar al régimen mafioso ni detendrá la revolución; pues precisamente este gran paro muestra a una policía acorralada, desbordada por los acontecimientos, que no puede con una tarea infinitamente superior a sus fuerzas y todo por ganar el favor de los patrones que solo los aplaude y les regalan migajas ahora que derraman sangre popular, para defender un orden atroz de opresión y explotación.
No podrán detener la fuerza de la revolución, pues cuantos más sufrimientos y miserias les haya ocasionado la burguesía, los terratenientes y los imperialistas a las clases trabajadoras, con mayor ahínco el proletariado y el campesinado resistirá y luchará, y el gran día del arreglo de cuentas, más caro lo pagarán.