A propósito de Candidatos, cándidos y falsos revolucionarios

A propósito de Candidatos, cándidos y falsos revolucionarios 1

Escudriñando en la Real Academia de la Lengua (RAE) me topé con la palabra “Candidato”, y de inmediato me entró la curiosidad de ver cuantas acepciones podían aparecer en este que se presume como el mandamás en la jerga de la lengua castellana.

Tamaña ha sido mi sorpresa al encontrar cuatro asertos a la hora de la usanza de esta palabreja tan de moda por estos días en el que llaman, no sé por qué carajos: el país del sagrado Corazón, otro día quizá nos vayamos por este ramaje para escudriñar al respecto. De estas 4 posibilidades enunciadas en la búsqueda, 2 me llamaron poderosamente la atención –quien quiera saber de las otras restantes, que se tome la molestia de navegar por el ciberespacio– porque yo al menos, quiero ganarme su atención solamente en las que vienen como anillo al dedo en esta frenética carrera, que precisamente un ramillete de candidatos, está recorriendo para conquistar la raída silla presidencial que tantas macabras historias ha liderado el país.

Bueno, sin más preámbulos nos dice la RAE:

Primera definición: «Persona propuesta para un cargo, premio o distinción, aunque no lo solicite»

Segunda definición: «Persona cándida que se deja engañar»

Pues aterrizando estos 2 usos de la palabra, a lo que son las elecciones en un país como Colombia, no pude menos que encontrarle sentido a toda esta fanfarria estrepitosa que de cuando en vez nos toca soportar precisamente, porque como si se complementaran como el tiesto con su arepa, cada candidato (persona que aspira a un cargo) encuentra en la sociedad a sus candidatos (personas cándidas) que por su ingenuidad les sirven de soporte para que sigan haciendo de prestidigitadores que con bombones de trapo pretenden que el pueblo se ensortije las narigueras como reses y sigan “pensando” que el mundo si lo pueden transformar esos veintejulieros azules, verdes, rojos o amarillos.

Y hay que ser, o un sinvergüenza o un cándido para hacer creer a otros o creerse el cuento de que las elecciones pueden decidir alguna cosa de importancia en un país administrado por un Estado totalmente creado, diseñado, apañado y fuertemente controlado por el poder del capital, un Estado concebido y enérgicamente custodiado por una artillería descomunal, un Estado que se cristaliza en un legislativo, ejecutivo y judicial totalmente imposible de modificar, donde sea quien sea el que llegue a hacer parte de este entramado de podredumbre, no puede menos que prosternarse y volverse un instrumento útil a sus intereses, o en el mejor de los casos, convertirse en objetivo militar y ser sacrificado por las balas asesinas de la reacción.

Pero además de los 2 tipos de Candidatos que hoy ponemos en consideración, hay otros que participan en la farsa electoral, y esos especímenes son aquellos traficantes de principios que posan de muy revolucionarios a la hora de juzgar al Estado, condenan la explotación asalariada, denuncian la falsa democracia que cubre de sangre al Estado y su gobierno de turno; pero tras esa careta revolucionaria se esconde una vergonzosa desconfianza en el futuro revolucionario de la sociedad. Al fin de cuentas, para ellos el socialismo y el comunismo no pasan de ser una quimera de buenas intenciones, pues desconfían absolutamente del poder de las masas abjurando de ellas.

Un botón de muestra es ni más ni menos que la última postura del PST Colombia, que se puso a la tarea de recolectar firmas para la candidatura de Francia Márquez, con el cuento de que «hemos anunciado nuestro voto crítico por Francia Márquez». Luego de una retahíla de argumentos, denuncias al sistema electoral, declaración de defensa de un futuro socialista, condena al Estado… todo para que al final terminen descubriendo que lo que ellos sueñan es con ¡¡¡«un gobierno de los trabajadores, en que los luchadores del paro nacional encabecen las listas para el congreso de la república, en que el programa de gobierno debe recoger las reivindicaciones de estas luchas»!!!

Cuanto cretinismo parlamentario cubren estos falsos revolucionarios, que gran daño hacen con ese cuento de que el Estado burgués se puede poner al servicio de los trabajadores.

Qué poco pudieron aprender de la fuerza descomunal que en los últimos paros mostró este pueblo, que aun sin una dirección revolucionaria, se atrevió a hacer temblar las raídas instituciones, pues sabe lo podridas que están, e intuye la necesidad de destruirlas, mientras Candidatos, cándidos, y falsos revolucionarios se empeñan en defenderlas y legitimarlas.

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