Marchas del silencio, abrazatones, protestas sin afectar la economía, mesas de trabajo, diálogo, pero sin movilizaciones… Algunos pueden estar cansados del paro y no querer las protestas, puede que estén descontentos con los traumatismos que se generan por las marchas, pero ¿acaso no tienen claro que los problemas se resuelven atacando sus causas, y no actuando frente a sus consecuencias?
Si decenas de miles se lanzan a las calles a protestar, no es porque se les dé la gana de salir, es porque se ha rebosado la copa frente a un Gobierno inepto, ciego, sordo, pusilánime, además de asesino y criminal. Un Gobierno que ante las justas peticiones del pueblo, en lugar de echar atrás sus políticas antipopulares, se arma hasta los dientes para perseguir, someter y asesinar sin compasión a los hijos del pueblo. Un Gobierno −administrador de turno del Estado− que ha demostrado hasta la saciedad que no le interesa en lo más mínimo las necesidades de la mayoría de la población; que su papel como administrador de los negocios de los ricos es un completo fracaso, y que su arrogancia le impide ceder por las buenas ante quienes son abiertamente sus enemigos: el pueblo trabajador.
Es mezquino que ante los tozudos hechos que muestran claramente la catadura criminal del Gobierno, algunos se presten para hacerle el juego y, en estos tiempos de justa rebeldía popular, levantar las banderas blancas de la paz, empapadas con la sangre de tantos jóvenes masacrados por el solo hecho de pedir comida, salud, educación, trabajo, etc.
Que gran ruindad la de quienes responsabilizan a los jóvenes luchadores por la confrontación con este Estado asesino, por tomar en sus manos el arma de la lucha; le hacen la segunda al Estado y su régimen mafioso, quienes son los únicos responsables de que se desencadenen marchas, manifestaciones, bloqueos y paros. La lucha de las masas no es la causa, es la consecuencia directa de la montaña de desigualdades y la falta de oportunidades, propias de una sociedad basada en la explotación del hombre por del hombre; de una sociedad que pone por encima los privilegios de los ricos y que mantiene unas sanguijuelas politiqueras viviendo a sus anchas, mientras el pueblo muere de hambre y es afectado por una y otra tragedia.
Sus marchas del silencio y toda su palabrería, junto con sus ideas de paz entre ricos y pobres, son una acción cómplice con quienes matan con hambre o con plomo al pueblo.
Que la lucha revolucionaria continúe siendo la manera como el pueblo se haga oír. No es un problema de escoger entre varias posibilidades, es que los hechos son contundentes: ¡con la lucha se conquistan libertades y derechos, con la lucha se mantienen!