Hoy 9 de mayo hace 77 años, el proletariado y los pueblos del mundo celebraron la gran victoria de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y su Ejército Rojo, sobre el frente imperialista encabezado por el nazismo alemán, principal causante de la matanza y destrucción en la II Guerra Mundial.
Desde entonces, esta fecha se conmemora como el Día de la Victoria, en lucha contra la negra propaganda imperialista dedicada a tergiversar la verdad histórica, desprestigiando las conquistas políticas, económicas y sociales de la Revolución Socialista dirigida por el Partido Comunista Bolchevique, negando el protagonismo del pueblo soviético en la derrota del nazismo alemán y calumniando al camarada Stalin jefe de la Victoria soviética.
Defender la verdad sobre los verdaderos protagonistas de la Victoria sobre el imperialismo nazi, hoy significa luchar contra la burguesía imperialista rusa que encabezada por el presidente Putin usurpa como propia esa Victoria, cuando él mismo en febrero en el discurso ordenando la invasión de Ucrania, atacó, desprestigió y calumnió la revolución bolchevique, a su partido comunista, a sus máximos jefes Lenin y Stalin, y a la forma revolucionaria y fraternal como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas resolvió los problemas nacionales, cuyas diferencias nuevamente hoy enfrentan y desangran a pueblos hermanos.
Que la burguesía imperialista niegue y ataque los logros revolucionarios del proletariado y de los pueblos soviéticos, es apenas de esperar, pues ante la crisis y descomposición en las que se debate al sistema imperialista mundial, siempre han apelado al engaño de los trabajadores pretendiendo ocultarles que el imperialismo es la antesala del socialismo, y que los graves problemas en que ha embrollado a la sociedad solo pueden ser resueltos por la Revolución Proletaria Mundial, como ya lo demostró en Rusia y China.
En esa labor reaccionaria de explotar, oprimir y engañar a los trabajadores, la burguesía imperialista cuenta con un ayudante, un lugarteniente: el oportunismo. Y existe una variante de oportunismo, el trotskismo, que especialmente ha respaldado todas las campañas imperialistas contra la revolución socialista dirigida por los bolcheviques, y particularmente contra los dirigentes de las proezas del pueblo soviético en la contención y derrota del ataque nazi, cuya pretensión era arrasar y aniquilar el País de los Soviets.
Trotski y los trotskistas hicieron causa común con el oportunismo menchevique en tiempos de la primera revolución rusa de 1905; luego de derrotada la revolución organizaron el Bloque de Agosto con los liquidadores y “otsovistas” para destruir el partido; en momentos cuando era necesario defender el reciente triunfo de la Revolución de Octubre amenazado por el cerco imperialista, un grupo de “comunistas de izquierda” apoyado por Trotski y los trotskistas, se opuso e intentó boicotear el obligado tratado de paz de Brest-Litovsk, retroceso necesario para organizar fuerzas y preparar una nueva ofensiva; Trotski y los trotskistas luego de la muerte de Lenin pretendieron escindir el Partido y con su “nueva oposición” sembrar en las masas desconfianza en el socialismo; después de ser vencido en juicio y expulsado de la URSS Trotski se unió a las negras campañas imperialistas contra la Dictadura del Proletariado, contra el Partido Comunista Bolchevique, contra la III Internacional y enconadamente contra el camarada Stalin. Trotski, el venerado jefe de los trotskistas, se distinguió siempre por la intriga, la división y el sabotaje contra-revolucionario.
Una de esas campañas imperialistas, fue la de aprovechar una hambruna ocurrida en Ucrania entre 1932 y 1933, para montar lo que llamaron “la gran hambruna ucraniana” o el “holodomor”, una especie de holocausto ucraniano atribuyéndolo directamente a Stalin por su política de “colectivización forzada”. Esa reaccionaria campaña imperialista ha sido respaldada descaradamente por el trotskismo internacional, cuando en realidad la hambruna en Ucrania tuvo distintas causas, siendo principal la guerra civil emprendida por los kulaks (campesinos ricos) ucranianos contra la colectivización socialista, por lo cual preferían matar el ganado y los caballos, quemar cosechas y sementeras ocasionando un gran desastre en la producción de alimentos; además fue consecuencia de una gran sequía en una parte de Ucrania, de una epidemia de tifus que atacó en el Cáucaso Norte y Ucrania y de la falta de preparación de los campesinos pobres para organizar la nueva economía colectiva.
Trotski y los trotskistas, desconocieron y atacaron con saña la orientación de la III Internación de formar Frentes Populares y Antifascistas, orientación política correcta que permitió organizar la resistencia y el respaldo social a la derrota militar de la embestida nazi y fascista. El veneno ideológico trotskista no tuvo límites, llegando a pronunciarse por acabar el movimiento comunista: «El Komintern ha creado una de las condiciones más importantes para la victoria del fascismo. Por ello, para acabar con Hitler es necesario acabar con el Komintern», en las propias palabras de traidor Trotski.
Y mientras que el pueblo soviético llevaba a cabo la que llamaron “Gran Guerra Patria”, demostrando el poder de la organización socialista, de la conciencia comunista, de la lucha en condiciones extremas e infrahumanas, hasta conquistar victorias increíbles como en la batalla de Stalingrado, punto de quiebre de la II Guerra Mundial e inició de la inevitable derrota del ejército nazi, y mientras que el pueblo soviético sacrificaba 27 millones de sus mejores hijos… Trotski y los trotskistas se convirtieron en colaboradores del imperialismo alemán y japonés, como lo demuestran documentos desclasificados luego de la caída de la URSS en 1989.
El camarada José Stalin, no solo fue un gran dirigente en la triunfante Revolución de Octubre, sino que, luego de la prematura muerte de Lenin, le correspondió ser el jefe del Partido y de la Construcción del Socialismo, y como tal, ser el jefe en la lucha y derrota del poderoso ejército nazi. Y lejos de la sucia campaña del trotskismo contra Stalin, presentándolo como un “déspota dictador y dirigente inexperto”, no obstante su dignidad y prestigio, fue siempre respetuoso de la orientación colectiva del Partido y de la Internacional. En el discurso radial del 3 de julio de 1941, en realidad expuso la orientación del Comité Central del Partido para organizar la lucha contra la invasión nazi, anunciando las consignas acordadas por el Partido: ¡Todo para el frente, todo para la victoria! ¡Nuestra causa es justa, el enemigo será derrotado, la victoria será nuestra!.
El camarada Stalin fue el destacado jefe de una labor colectiva desde la base y dirigida por el Partido: reorganización de la economía para tiempos de guerra, desarrollo de la industria de guerra, preparación de cuadros militares, disposición de frentes de batalla, organización del movimiento guerrillero, trabajo ideológico entre los comunistas y las masas del pueblo…
Y en cuanto a los méritos del camarada Stalin como estratega militar, son elocuentes los testimonios de los propios jefes militares. «Stalin se ha formado como estratega. (…) Después de la batalla de Stalingrado y particularmente de la de Kursk, se elevó hasta las cimas de la dirección estratégica. Stalin pensó entonces en cómo flexibilizar las categorías de la guerra moderna, para comprender plenamente todas las cuestiones de la preparación y ejecución de las operaciones. Exigió desde este momento que las operaciones militares fuesen conducidas de forma creativa, teniendo pleno conocimiento de la ciencia militar, que une a la vez elasticidad y maniobra, teniendo como objetivo la dislocación y el cerco del enemigo. Su pensamiento militar manifiesta netamente la tendencia a agrupar a las fuerzas y los medios para hacer un empleo diversificado de todas las variantes posibles desde el principio de las operaciones y de su conducción. Stalin llegó a comprender no sólo la estrategia de la guerra, lo que le fue fácil, ya que poseía el maravilloso arte de la estrategia política, sino también el arte operacional». (Vassilevski, Mariscal Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Soviéticas).
«Fue a José Stalin en persona a quien fueron atribuidas soluciones de principio, en particular las concernientes a los procedimientos de ataques de la artillería, la conquista del dominio aéreo, los métodos de cercar al enemigo, la dislocación de los agrupamientos enemigos cercados y su destrucción sucesiva por elementos, etc. Todas estas importantes cuestiones del arte militar son los frutos de una experiencia práctica, adquirida en el curso de los combates y las batallas, fruto de las reflexiones en profundidad y de las conclusiones sacadas de estas experiencias por el conjunto de los jefes y por las propias tropas. No obstante, el mérito de J. Stalin consiste en haber acogido como era conveniente los consejos de nuestros especialistas militares eminentes, de haberlos completado, explotado y comunicado rápidamente bajo la forma de principios generales en las instrucciones y directrices dirigidas a las tropas en vista de asegurar la conducción práctica de las operaciones». (Zhukov, el Mariscal que presidió la firma del acta de capitulación total e incondicional de las fuerzas armadas de Alemania).
He ahí por qué Stalin se ha granjeado en acérrimo odio de la burguesía imperialista y de los oportunistas, de los cuales Nikita Jrushchev en 1956, en el XX Congreso del PCUS, presentó el infame “Informe Secreto” recopilando todas las calumnias y acusaciones de enemigos y oportunistas contra el camarada Stalin. El autor de ese asqueroso informe, fue quien formuló las tesis fundamentales que dieron inicio la corriente oportunista del revisionismo moderno, las podridas tesis del “Partido y Estado de todo el Pueblo”, “Transición pacífica” “Emulación pacífica” y “Coexistencia pacífica”. Un abominable Informe, que de inmediato fue respaldado por el trotskismo internacional, esto es, respaldo al derrocamiento de la Dictadura del Proletariado en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; respaldo a la instauración de la dictadura de una nueva burguesía, la misma convertida hoy en la burguesía imperialista rusa. Con razón alguna vez Lenin denunció al Judas Trotski y Krupskaya lo remarcó en 1936: «Trotski, Zinoviev, Kamenev y toda su banda de asesinos, trabajaron codo a codo con el fascismo alemán y formaron una alianza con la Policía Secreta del Estado alemán. A partir de aquí es que todo el país exige unánimemente: «¡Estos perros rabiosos deben ser fusilados!» Ellos han querido crear confusión en las masas. Han querido disparar al Camarada Stalin, el corazón y el cerebro de la revolución, Y fallaron. La banda miserable de canallas ha sido ejecutada. Las masas se han unido más estrechamente en torno al Comité Central; su lealtad a Stalin es más fuerte que nunca».
Sobran entonces las razones para comprender por qué el camarada Stalin se ha ganado el cariño, la admiración y defensa de los pueblos, proletarios y comunistas revolucionarios quienes firmemente declaramos: «Stalin fue un gran marxista-leninista, un experimentado revolucionario proletario y un luchador implacable contra el oportunismo; por eso es profundamente estimado por los obreros y comunistas del mundo y odiado a muerte por los reaccionarios, la burguesía imperialista y todos los oportunistas. Dirigente del Partido bolchevique y de la Revolución Socialista de Octubre, guio la industrialización y colectivización agrícola en la URSS y fue jefe del Ejército Rojo vencedor del fascismo y el nazismo en la Segunda Guerra Mundial imperialista». (Propuesta de Formulación de una Línea General para la Unidad del Movimiento Comunista Internacional).