Tomado de marxists.org
Reproducimos con ocasión de los 104 años del asesinato de la camarada Rosa, dos textos que reflejan la relación entre camaradas con Clara Zetkin.
Rosa Luxemburgo
De Clara Zetkin
Escrito: Trás la muerte de Rosa Luxembug, en 1919.
Publicado por vez primera: No nos consta, pero apareció en inglés en la revista The Communist International, No. 5, 1 de septiembre de 1919, pág. 5.
Fuente de la versión castellana: www.masas.nu, página en internet del Partido Obrero Revolucionario, sección boliviana de la CERCI. HTML para marxists.org: Juan Fajardo, 2011.
En Rosa Luxemburgo vivía una indomable voluntad. Dueña siempre de sí, sabía atizar en el interior de su espíritu la llama dispuesta a brotar cuando hiciese falta, y no perdía jamás su aspecto sereno e imparcial. Acostumbrada a dominarse a sí misma, podía disciplinar y dirigir el espíritu de los demás. Su sensibilidad exquisita la movía a buscar asideros para no dejarse arrastrar por las impresiones externas; pero bajo aquella apariencia de temperamento reservado, se escondía un alma delicada, profunda, apasionada, que no sólo abrazaba como suyo a todo lo humanos, sino que se extendía también a todo ser viviente, pues para ella el universo formaba un todo armónico y orgánico. ¡Cuántas veces aquella a quien llamaban «Rosa la sanguinaria», toda fatigada y abrumada de trabajo, se detenía y volvía atrás para salvar la vida de un insecto extraviado entre la hierba! Su corazón estaba abierto a todos los dolores humanos. No carecía nunca de tiempo ni de paciencia para escuchar a cuantos acudían a ella buscando ayuda y consejo. Para sí, no necesitaba nunca nada y se privaba con gusto de lo más necesario para dárselo a otros.
Severa consigo misma, era toda indulgencia para con sus amigos, cuyas preocupaciones y penas la entristecían más que sus propios pesares, Su fidelidad y su abnegación estaban por encima de toda prueba. Y aquella a quién se tenía por una fanática y una sectaria, rebozaba cordialidad, ingenio y buen humor cuando se encontraba rodeada de sus amigos. Su conversación era el encanto de todos. La disciplina que se había impuesto y su natural pundonor le habían enseñado a sufrir apretando los dientes. En su presencia parecía desvanecerse todo lo que era vulgar y brutal. Aquel cuerpo pequeño, frágil y delicado albergaba una energía sin igual. Sabía exigir siempre de sí misma el máximo esfuerzo y jamás fallaba. Y cuando se sentía a punto de sucumbir al agotamiento de sus energías, imponíase para descansar un trabajo todavía más pesado. El trabajo y la lucha le infundían alientos. De sus labios rara vez salía un «no puedo»; en cambio, el «debo» a todas horas. Su delicada salud y las adversidades no hacían mella en su espíritu. Rodeada de peligros y de contrariedades, jamás perdió la seguridad en sí misma. Su alma libre vencía los obstáculos que la cercaban.
Mehring tiene harta razón cuando dice que Luxemburgo era la más genial discípula de Carlos Marx. Tan claro como profundo, su pensamiento brillaba siempre por su independencia; ella no necesitaba someterse a las fórmulas rutinarias, pues sabía juzgar por sí misma el verdadero valor de las cosas y de los fenómenos. Su espíritu lógico y penetrante se enriquecía a con la instrucción de las contradicciones que ofrece la vida. Sus ambiciones personales no se colmaban con conocer a Marx, con dominar e interpretar su doctrina; necesitaba seguir investigando por cuenta propia y crear sobre el espíritu del maestro. Su estilo brillante le permitía dar realce a sus ideas. Sus tesis no eran jamás demostraciones secas y áridas, circunscritas en los cuadros de la teoría y de la erudición. Chispeantes de ingenio y de ironía, en todas ellas vibraba su contenida emoción y todas revelaban una inmensa cultura y una fecunda vida interior. Luxemburgo, gran teórica del socialismo científico, no incurría jamás en esa pedantería libresca que lo aprende todo en la letra de molde y no sabe de más alimento espiritual que los conocimientos indispensables y circunscritos en su especialidad; su gran afán de saber no conocía límites y su amplio espíritu, su aguda sensibilidad, la llevaban a descubrir en la naturaleza y en el arte fuentes continuamente renovadas de goce y de riqueza interior.
En el espíritu de Rosa Luxemburgo el ideal socialista era una pasión avasalladora que todo lo arrollaba; una pasión, a la par, del cerebro y del corazón, que la devoraba y la acuciaba a crear. La única ambición grande y pura de esta mujer sin par, la obra de toda su vida, fue la de preparar la revolución que había de dejar el paso franco al socialismo. El poder vivir la revolución y tomar parte en sus batallas, era para ella la suprema dicha. Con una voluntad férrea, con un desprecio total de sí misma, con una abnegación que no hay palabras con qué expresar, Rosa puso al servicio del socialismo todo lo que era, todo lo que valía, su persona y su vida. La ofrenda de su vida, a la idea, no la hizo tan sólo el día de su muerte; se la había dado ya trozo a trozo, en cada minuto de su existencia de lucha y de trabajo. Por esto podía legítimamente exigir también de los demás que lo entregaran todo, su vida incluso, en aras del socialismo. Rosa Luxemburgo simboliza la espada y la llama de la revolución, y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional.
Carta de Rosa a Clara Zetkin
Escrito: Enero de 1919. 11 janvier 1919 Fuente de esta edicion: Rosa Luxemburg, textes, Gilber Badia, ediciones sociales 1968, págs. 293-296 Traduccion: Carlos Guerrero, con cuyo permiso aparece. Transcripcion/html: Rodrigo Cisterna, abril de 2014.
Querida Clara
Hoy he recibido tu larga carta, que finalmente pude leer en el ocio y, lo que es aún más increíble, te puedo contestar. Es que no sabría describir la vida que yo -que estamos aquí durante semanas, el torbellino, el perpetuo cambio de domicilio, las noticias alarmantes continúan, y en medio de todo esto, el trabajo es agotador, las reuniones… En la carta, no he tenido tiempo para escribirte! No veo mi departamento más que de tiempo en tiempo durante dos o tres horas por la noche. Tal vez voy hoy que logre escribirte en una carta. Pero no sé por dónde empezar, ya que tengo tantas cosas que decirte.
Ante todo, la cuestión de la no participación en las elecciones: tu sobreestimas enormemente el rango de aplicación de esta resolución. No hay partidarios de Rühle[1]. En la conferencia[2], Rühle no ha sido del todo un «líder». Nuestra «derrota» fue la victoria de un extremismo bastante infantil (pueril), en plena fermentación, sin matices. Pero esto fue sólo en el comienzo de la conferencia. Durante esta, se estableció contacto entre nosotros (la Dirección Central[3]) y los delegados, y mientras que en mi informe brevemente he vuelto sobre la cuestión de la participación en las elecciones, sentí una resonancia muy diferente que en el comienzo. Recuerda que los espartaquistas son en gran medida una nueva generación, en la que no pesan las tradiciones embrutecedoras del «viejo partido», del partido «que ha sido probado»[4] , y del que es necesario aceptar de hecho con sus luces y sus sombras. Nosotros[5] por unanimidad hemos decidió no hacer de esto una cuestión clave y no lo tomaremos en serio.
En realidad, los acontecimientos actuales, que se precipitan, lanzando por completo a un segundo plano la cuestión de la Asamblea Nacional, y si las cosas siguen como hasta ahora, parece muy dudoso que tengamos tales elecciones y una Asamblea Nacional[6]. Tu asumes sobre la cuestión (quiero decir sobre la tragedia de esa resolución) un juicio diferente a nosotros porque, lamentablemente, hasta ahora tú no tienes ningún contacto con nosotros, y no conoces los detalles, o más bien tu no las sientes situación como se sabe, por las impresiones directas.
Mi primer impulso cuando leí tu carta y tu telegrama sobre la cuestión de las elecciones, fue telegrafiarte: ven aquí tan pronto como sea posible. Estoy segura de que quieres pasar una semana aquí y participar directamente en nuestro trabajo y en los debates para tener un completo acuerdo entre nosotros sobre las cuestiones grandes y pequeñas. Pero me vi obligada a decirte lo contrario: espera un poco más para venir, hasta que tengamos días un poco más tranquilos. Vivir en esta vorágine y el peligro de cada hora, con estos cambios de domicilio, esta cacería y esta persecución, no tendrías nada y sobre todo no tendrías absolutamente ninguna manera de trabajar correctamente o incluso sólo para discutir.
Espero que dentro de una semana, la situación será más clara, de un sentido u otro, y que volverá a ser posible trabajar con regularidad. Así que tu venida aquí sería el comienzo de una colaboración sistemática que dará lugar, naturalmente, el intercambio de opiniones y acuerdos.
Nota: no hemos aceptado en nuestras filas a ningún «borchardiano». Por el contrario, Borchardt[7] ha sido expulsado por los «comunistas internacionalistas», y esto a petición nuestra.
Los «comunistas int» eran esencialmente de Hamburgo y Bremen[8]: esta adquisición es tienen duda inconvenientes[9], pero son en todo caso, puntos secundarios, sobre los cuales es necesario pasar y que se resolverán con el progreso del movimiento.
En total, nuestro movimiento se desarrolla magníficamente, y en todo el Reich. La separación del USPD se había convertido en absolutamente necesaria, por razones políticas, porque si los hombres son siempre los que estaban en Gotha[10], la situación es ahora es totalmente muy diferente.
La violenta agitación política que vivimos aquí en Berlín, cada dos semanas o a menudo más frecuentes, dificulta notablemente del desarrollo de un trabajo sistemático de formación y organización, pero al mismo tiempo constituye una enseñanza maravillosa para las masas. Y a fin de cuentas, debemos tomar la historia como tal como se desarrolla…
Que tan rara vez tu recibes la Rote Fahne, es algo terrible! Me aseguraré de que te la envíen todos los días. Por ahora, la lucha continúa en Berlín, muchos de nuestros valientes muchachos han caído. Meyer, Ledebour [11] y (nosotros lo tememos) Leo[12], han sido detenidos. ●
Debo detenerme aquí por hoy. Te abrazo mil veces.
Tu R.
Notas
[1] Otto Ruhle: diputado Saxon, fuel primero en seguir el ejemplo de Liebknecht en votar contra los créditos de guerra. En el congreso de fundación del KPD, se pronunció contra la participación en las elecciones a la Asamblea Nacional.[2] Se refiere al congreso de fundación del KPD.
[3] En la dirección de KPD había un Comité la Zentral compuesta por alrededor de 11 militantes.
[4] Ironía respecto al SPD
[5] Parece que se refiere a los militantes que integraron la Zentral
[6] Rosa contagiada por el clima insurreccional de Berlín no creía que se elegiría esta Asamblea Nacional, pero en realidad tal Asamblea se celebró 4 días después de su asesinato, el 19 de enero.
[7] Julian Brorchad, director de la revista Rayos de luz (Lichstrahlen), participante en la conferencia de Zimerwald.
[8] Ciudades donde se agrupaban los Comunistas Internacionalistas, que desde mucho antes proclamaban la necesidad de formar un partido aparte.
[9] Se refiere quizás a las divergencias de matices sobre algunos aspectos como el de los sindicatos
[10] Lugar Fundación USPD en 1917.
[11] Ernst Meyer de la Zentral y Georg Ledebour de la dirección del USPD fueron en realidad arrestados en la noche del 10 al 11 enero. [12] Información incorrecta, Leo Jogiches fue arrestado hasta el 10 de marzo 1919.