El día de ayer, hace 174 años, vio la luz el Manifiesto del Partido Comunista. Una efemérides que celebraron los proletarios revolucionarios de todos los países. No faltaron sin embargo, quienes calificaron esta magnífica obra de anacrónica y apresuradamente levantaron sus voces para repetir una vez más los infundios que los intelectuales del imperialismo, la burguesía y los terratenientes no se cansan de repetir. Irónicamente, cuando el capitalismo imperialista agoniza, como advirtieron Marx y Engels en ese primer Programa obrero.
Cuando el comunismo comenzó a ocupar su lugar bajo el sol, sus enemigos, las clases dominantes y los soñadores utópicos reformistas, vieron aterrorizados cómo aquel fantasma recorría Europa y quisieron acallarlo, surgió la necesidad, para el Movimiento Comunista, de mostrarlo tal cual era. Era necesario presentarle al mundo, tanto a los oprimidos y explotados, como a sus enemigos, la esencia de su materialidad, la explicación científica de sus raíces de donde se derivan sus ideas y propósitos, como consecuencia inevitable del desarrollo de la sociedad y de la antagónica lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, así como la inevitable derrota de esta última. Un gran descubrimiento ligado a otro de una importancia trascendental, por cuanto describe cómo el proletariado, sin esperar salvadores supremos, al derrocar a la burguesía, se encarga de sepultar a las últimas clases explotadoras y opresoras, liberando a la humanidad. Tal es la misión histórica de la clase obrera, descrita de forma brillante en el Manifiesto.
Esa obra magistral, que la ignorancia sentencia de “anacrónica”, no ha perdido actualidad. La sociedad capitalista, criticada en la forma más científica y punzante que ha conocido la literatura política, se hace carne viva con la expansión de la industria y el comercio a todo el mundo, y con ella la explotación desenfrenada y la destrucción de la naturaleza. Muy pocos textos describen con tal agudeza la lucha de clases entre proletarios y burgueses, que se ha extendido a todo el mundo en la época del imperialismo, convertido ahora en un sistema mundial de opresión y explotación.
¿Anacronismo cuando el capitalismo agoniza en medio de los estertores de la peor crisis económica mundial de toda su historia, agravada aún más por la pandemia, llevada al extremo por la crisis medioambiental y cuando se cierne la amenaza de una tercera guerra mundial imperialista, que pondría en peligro la existencia de la vida misma en el planeta?
Al contrario, el Manifiesto del Partido Comunista, se vuelve una obra de actualidad y se convierte en una herramienta decisiva para orientarse en la única dirección posible que permita salvar la humanidad de este infierno: el socialismo y el comunismo.
Quienes se atreven a hablar de “anacronismo”, seguramente no conocen que allí mismo, en el Manifiesto, fueron destrozadas las baratijas hoy vendidas como novedosos descubrimientos y propuestas, cuyos inspiradores fueron los socialistas utópicos, los filántropos burgueses y pequeñoburgueses, los reformistas de toda laya, que aún ahora se empeñan ilusoriamente en devolver la rueda de la historia o humanizar la barbarie que representa la explotación asalariada.
Y como una refutación práctica a esas anacrónicas creencias, se erigen las fuerzas vivas del proletariado y los pueblos del mundo, que en todas partes se levantan en rebelión contra las caducas relaciones de producción capitalista, ocasionando que el viejo fantasma del comunismo vuelva a salir a la palestra y luche en todas partes por convertirse en la poderosa fuerza material que hará posible un mundo nuevo. Así, una vez más, el viejo y siempre nuevo Manifiesto del Partido Comunista se convierte en bandera de lucha del ejército mundial de los sepultureros del capitalismo.
De ahí que los proletarios conscientes, los intelectuales revolucionarios, los dirigentes y activistas que se han destacado en estos días turbulentos y se preparan para los días por venir, acojan elManifiesto del Partido Comunista convirtiéndolo en libro de cabecera, pues allí encuentran la base y fundamento de su quehacer, especialmente, contribuir con todas sus fuerzas a construir ese Partido Comunista en los distintos países y una nueva Internacional Comunista, para unir en un solo torrente la lucha del proletariado y los pueblos del mundo en pos del triunfo de la Revolución Proletaria Mundial, del establecimiento del socialismo en toda la tierra, como paso necesario para llegar al comunismo y liberar a la humanidad de toda forma de opresión y explotación.
¿Acaso suena anacrónica aquella declaración de guerra y orientación para el combate?
Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.
¡Proletarios de todos los Países, Uníos!
Nota: Sobre la importancia de su contenido y la vigencia de este, el Programa mundial del proletariado, los invitamos a leer la siguiente recopilación hecha en su 170 aniversario.