Este año se cumple el 89 aniversario de la Masacre de las Bananeras, hoy considerado un «mito literario» por siniestros personajes de las clases dominantes. Sin embargo, en la historia real, en la memoria del movimiento obrero y de las masas populares en Colombia, entre la gente honrada y cuerda, la realidad supera el «mito»: en la madrugada del 5 y 6 de diciembre de 1928, el criminal Estado colombiano en asocio con el monopolio imperialista United Fruit Company, masacró a 3000 trabajadores huelguistas. Una conmemoración luctuosa que 89 después recordamos, porque fue el Bautizo de Sangre de la Clase Obrera en Colombia y porque sus lecciones, enseñadas con sangre, siguen vigentes; así como la portentosa huelga y el heroísmo de los obreros bananeros siguen siendo fuente de inspiración para el proletariado.
Las terribles condiciones de superexplotación en la zona bananera, extendida a lo largo y ancho de la costa Caribe a principios del siglo pasado, despertaron desde el principio la resistencia de los obreros, quienes luego de varios intentos de presentar pliego de peticiones y tras años de organización mostraron su poderosa fuerza en la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, vocera de más de 30.000 trabajadores dispuestos a conquistar con la huelga ―aprobada por unanimidad el 13 de noviembre 1928― las modestas peticiones antaño burladas por la compañía imperialista: 1. Reconocimiento como trabajadores de la empresa y abolición del sistema de contratistas; 2. Seguro colectivo obligatorio; 3. Reconocimiento y compensación por accidentes de trabajo; 4. Habitaciones higiénicas y descanso dominical; 5. Aumento en 50% de los jornales menores a 100 pesos mensuales; 6. Supresión de los comisariatos; 7. Abolición de pagos y préstamos en vales; 8. Pago semanal; 9. Más hospitales en la zona y mejoramiento del servicio de salud.
La huelga se extendió por todas las plantaciones, ante lo cual el Gobierno de Abadía Méndez en representación de las clases dominantes lacayas del imperialismo y temerosas de que la huelga «desatara una revolución», decidieron criminalizar a los huelguistas calificándolos de «cuadrilla de malhechores» y «masas incontrolables instigadoras de violencia, peligro y destrucción». Nombraron al asesino General Carlos Cortés Vargas jefe civil y militar de la región, quien investido de todo el poder del Estado ordenó la disolución de toda reunión de más de 3 personas, declaró a los huelguistas delincuentes y dio a los militares orden de matar.
Trescientos soldados, apostados en las esquinas de la plaza central de Ciénaga en el departamento del Magdalena, descargaron sus ametralladoras sobre los inermes y desprevenidos huelguistas; sus cuerpos fueron cargados en los trenes de la compañía y arrojados al mar o enterrados en fosas comunes; solo nueve cadáveres fueron dejados en la plaza «para que los trabajadores supieran que los nueve puntos de su pliego habían muerto».
Aquella era una época de crecimiento y expansión de los negocios capitalistas a nivel internacional y una huelga de los esclavos asalariados, en un país oprimido como Colombia, amenazaba los negocios de los imperialistas, algo que los explotadores no estaban dispuestos a permitir. Las clases dominantes colombianas demostraron su carácter lacayo y derramaron la sangre obrera para no dejar dudas frente a su decisión de someter por la fuerza de las armas cualquier levantamiento del pueblo, por más básicas y justas que fueran sus reivindicaciones.
Y como la realidad supera el «mito», la ayer United Fruit Company hoy con el nombre de Chiquita Brands International, sigue exportando el banano en la región del Urabá antioqueño, asegurando su dominación con el terror militar y paramilitar en la zona: en el año 2007, después de ser absuelta por un juez de Medellín, la compañía fue sancionada con una multa de 25 millones de dólares por el Departamento de Justicia de Estados Unidos por haber permitido a los paramilitares ingresar por su puerto libre 3.000 fusiles AK-47 y más de 3 millones de cartuchos, así como financiar esas fuerzas criminales con cerca de 2 millones de dólares entre 1997 y 2004. Este año, después de 10 de litigio, fue aceptada la denuncia contra Chiquita Brands; una denuncia que busca indemnizar cerca de 5 mil familias víctimas de paramilitares financiados por ella; el juicio está fijado el 28 de octubre de 2019 en La Florida, Estados Unidos.
La realidad es que tanto ayer como hoy las clases dominantes colombianas siguen siendo fieles sirvientes del imperialismo, cómplices en la explotación del pueblo colombiano y sanguinarias defensoras de sus privilegios. Y hoy como ayer continúa el asesinato de los dirigentes obreros, campesinos y populares demostrando que las palabras de paz en boca de los ricos son guerra contra el pueblo, que la tierra prometida a las víctimas de la guerra reaccionaria es la de los cementerios, y la justicia y reparación anunciadas significan la legalización del despojo y la impunidad para los autores intelectuales del genocidio: las compañías imperialistas y los monopolios de los grandes burgueses y terratenientes nativos.
Ayer, los heroicos obreros bananeros hicieron temblar a la burguesía y a los imperialistas con una sencilla huelga, porque no se resignaron a las pretensiones de sus enemigos, porque encontraron en su unión, en su organización, en su lucha y en la solidaridad de sus hermanos la única fuerza capaz de doblegar la voracidad de los explotadores. Hoy el movimiento sindical se encuentra postrado a los intereses de los capitalistas por la dirección burguesa empotrada en las centrales sindicales, cuyo papel ha sido desunir a los obreros, dividir sus luchas, desviarlas por el camino de la conciliación con sus enemigos y corromper sus organizaciones en la politiquería, fortaleciendo con ello las instituciones de la dictadura estatal burguesa.
Los valientes obreros de las bananeras, enseñaron al pueblo que para mejorar las condiciones de vida y de trabajo se necesita de la huelga política de masas. Una lucha general que pare la producción y movilice a los trabajadores por todo el país, obligando al Estado de los explotadores a frenar el ataque antiobrero y antipopular, arrebatando con la lucha y la movilización revolucionaria las reivindicaciones inmediatas del pueblo.
Los comunistas revolucionarios al conmemorar el 89 aniversario de la Masacre de las Bananeras, denuncian la falsa paz de los ricos y la nueva farsa electoral en la que los explotadores decidirán qué miembros de su clase aplastarán al pueblo; llaman a los trabajadores a conquistar su independencia de clase y a levantarse para impedir que se siga descargando la crisis económica en los hombros del pueblo, y se comprometen a persistir en el esfuerzo por construir el Partido Comunista Revolucionario, instrumento imprescindible para dirigir la lucha por el triunfo de la revolución socialista que ponga fin a la esclavitud asalariada.