Desde 2007 la ONU (Organización de Naciones Unidas) decreta el 15 de octubre como Día Internacional de las Mujeres Rurales, desconociendo el pasado histórico de la mujer campesina, sus luchas y penurias a las que un sistema voraz como el capitalista las ha sometido desde el siglo XVIII. En realidad, poco o nada hace el sistema capitalista a través de sus organizaciones internacionales, es su razón de ser la acumulación de riqueza, muestra de ello son las disputas y guerras entre patrocinadas por el imperialismo, para definir el control económico mundial y el dominio geopolítico, que tienen a la humanidad al borde de la tercera Guerra Mundial Imperialista.
La situación de los trabajadores rurales es mucho más limitada que la de los de la ciudad, el capitalismo explota el campo, pero no revierte en él nada o casi nada, por lo que el acceso a necesidades básicas como educación, servicios públicos y mejores salarios es escaso y aún más para las mujeres; según las cifras de la ONU actualizadas hasta 2021, el 64% de las mujeres rurales tiene bajos ingresos, solo el 15% posee tierras, el acceso a agua potable es del 60% en comparación a las ciudades que es del 86%, el matrimonio infantil es más frecuente en el campo, solo el 2 % de las mujeres rurales más pobres de los países oprimidos completan la educación secundaria superior. En Colombia la situación es similar. En el enlace encontrarán un artículo reciente de Revolución Obrera, que detalla esta situación.
Es claro que no es fundamental para el sistema capitalista reducir los índices de miseria y pobreza que afectan a la población mundial, por el contrario, el gran avance alcanzado en la ciencia, tecnología y desarrollo económico, por el sistema capitalista en toda su existencia, no ha permitido mejorar las condiciones de vida de miles y miles de mujeres que viven en las zonas rurales y que deben ingeniárselas para superar la pobreza.
Este reconocimiento que hace el sistema capitalista a través de la ONU a la mujer rural se queda corto y lleva implícito una doble moral; no pasa de ser solamente un acto público a nivel mundial, lejos está de pasar a la acción que permita solucionar las dificultades que angustian a la mujer rural en muchas regiones del mundo, como la desnutrición, la hambruna de sus hijos y familiares, el desplazamiento y la guerra en el campo. Nunca el capitalismo se ha preocupado por solucionar el problema de miseria y hambre a nivel mundial y hoy en día siguen vigentes por resolver dichas contradicciones producto del sistema capitalista. Si bien la ONU teóricamente proclama un interés por solucionar los problemas que aquejan a la humanidad, no pasa de ser una falaz postura burocrática, que solo busca dilatar la solución a las dificultades que vive la mujer rural y proteger los intereses económicos de las grandes corporaciones y del imperialismo norteamericano con sus aliados europeos, el interés fundamental de estas organizaciones imperialistas es favorecer esté podrido sistema burgués.
No estamos en contra de que se reconozca el papel fundamental que ha jugado la mujer rural en la erradicación del hambre a través de la historia, pero más que hacer un reconocimiento público, es abordar los problemas para aportar una solución definitiva, que solo es posible con un cambio radical del sistema, por el socialismo como lo enseña el Marxismo, Leninismo, Maoísmo. Solo sepultando el sistema capitalista, se podrá dar solución a las contradicciones por este generadas.
La situación de las mujeres rurales en Colombia es igual de crítica a la de las mujeres rurales en todo el mundo; desde la década de los 60, los representantes de la burguesía vienen “implementando” una reforma agraria que permita al campesinado ser dueño de la tierra que trabaja, pero lejos estamos de que se cumpla ese sueño porque es el Estado mismo el encargado de proteger los intereses de los grandes latifundistas y terratenientes.
Más de 5 millones de mujeres desempeñan labores del campo y muchas de ellas fueron y son víctimas de violencia y desplazamiento, condiciones generadas por enfrentamientos entre grupos guerrilleros y paramilitares por hacerse al control de grandes extensiones de tierra aptas para el procesamiento y distribución de alcaloides, enfrentamientos que dejan pobreza, desplazamiento y guerra para el pueblo y millonarias ganancias para los grupos que se enfrentan, generando una economía narco paramilitar, que se ha enquistado en las mismas instituciones del Estado.
La mujer rural y dadora de vida participa activamente en la trasformación del campo de lado de sus padres, hermanos y esposos y no escapa a la desigualdad de género que se presenta en todos los ámbitos de la vida en la ruralidad, igual son doblemente explotadas con el trabajo doméstico y el trabajo agrícola, al que se suman las difíciles condiciones de acceso a agua potable, electricidad, saneamiento, transporte y centros de enseñanza y salud cercanos.
La necesidad de conquistar tierras colectivas
Si bien las mujeres se suman a la lucha, en contra de la destrucción de la naturaleza y otras luchas, es necesario y requiere de un movimiento de mujeres independientes del Estado burgués terrateniente, pero unido a las luchas de los trabajadores a nivel mundial, solo a través de esta unidad será conquistado el poder para construir un mundo mejor.
Hoy día urge la necesidad de que las mujeres, se organicen en un Movimiento Femenino Revolucionario que luche por los derechos laborales, sociales, económicos y propios de las mujeres, a la vez que trabaje por acercar el fin del sistema capitalista de opresión y explotación, destruyendo su Estado burgués y edificando el nuevo Estado de obreros y campesinos, donde realmente se materialice la emancipación de la mujer, como parte de la emancipación de la clase obrera, poniendo fin a los sufrimientos de las mujeres y de los desposeídos en Colombia.
