El 18 de mayo de 1980 el reaccionario y dictatorial Estado peruano reanuda su circo electoral después de haber congelado las elecciones por más de 17 años; pero ese mismo día en Chuschi, en un remoto y alejado poblado, el pueblo en vez de ir a elecciones y caer en la patraña electoral, se levanta y quema las ánforas electorales, dando inicio a un heroico levantamiento armado campesino, cuyo organizador y dirigente fue el Partido Comunista del Perú, denominado »Sendero Luminoso» por la reacción. Guiado por el Marxismo Leninismo Maoísmo y el presidente Gonzalo, el Partido da a conocer que arrancaba un nuevo periodo en la historia con el inicio de la Guerra Popular Prolongada, augurando buenas nuevas para la lucha del pueblo peruano.
Fueron rápidos los éxitos alcanzados por el Partido en el campo, pues contaba con el apoyo y la movilización de las masas campesinas e indígenas. Tan solo con 10 años de Guerra Popular, el Partido logró alcanzar el equilibrio estratégico, dominando ya en 1990 gran parte de los campos a través de un poderoso Ejército Guerrillero Popular. Dentro de sus acciones militares se destacan innumerables golpes al reaccionario ejército peruano; el establecimiento de los “Comités Populares Abiertos”, nueva forma de poder popular; el ataque a la embajada de los Estados Unidos; el ataque a la embajada de la Social-imperialista Unión Soviética, como rechazo a la invasión del pueblo de Afganistán; la toma de Ayacucho y de su penal, para la liberación de 78 militantes del PCP, junto con más de 168 presos comunes que se sumaron a la fuga, fueron parte de las grandes victorias del Partido, entre ellas, la creación de las Luminosas Trincheras de Combate en los centros penitenciarios.
Para combatir al PCP y la imparable Guerra Popular, el Estado peruano fraguó una alianza con la mafia, se reestructuró internamente mediante el golpe de Estado de Fujimori, empeñó aún más el país al capital financiero, sometiéndose cada vez más al imperialismo norteamericano y a su “auxilio y asesoramiento militar”. Firmó acuerdos de paz con la guerrilla pequeñoburguesa tupamarista y aplicó la guerra de baja intensidad, utilizando los medios de comunicación para la manipulación mediática, mediante campañas de desprestigio en contra del Partido. Se apoyó en grupos paramilitares y de civiles armados, organizó masacres sistemáticas para sembrar el terror en el campo en un intento de ahogar en sangre la revolución, para luego culpar a los “terroristas senderistas”.
Además el Estado se vio obligado a crear cárceles especiales para contener la revolución y aislar la influencia de los insurgentes. Con esa intención se crearon y reorganizaron los penales del Callao, Lurigancho y el Frontón, este último estaba ubicado en un islote frente al puerto del Callao, allí se concentró a decenas de “delincuentes subversivos” con el fin de aislarlos del mundo. Era imposible sospechar que en esas condiciones las cárceles pudieran ser transformadas para los fines de la revolución. Sin embargo, el Partido confiando en su superioridad moral, ideológica y política sobre el enemigo toma la lucha al interior de los penales como una forma de continuar la imparable Guerra Popular en los campos. Se debía tomar las cárceles desde adentro y mostrar ante el pueblo peruano la victoria moral de los comunistas y su capacidad para revolucionar la sociedad: una tarea nada fácil pero que demostró cuan aguda y fuerte era la organización y poder del Partido.
La situación de las mazmorras peruanas eran paupérrimas, Lurigancho era el símbolo elocuente de esta situación, construida para albergar a 1500 reclusos, a comienzos de los años 80 albergaba a más de 6000. Los militantes del PCP transformaron las insalubres cárceles hacinadas, donde abundaban las drogas, las ratas, la falta de higiene, en luminosas trincheras de combate, enfrentando todos estos males mediante la movilización y organización tanto de los prisioneros políticos como de los presos comunes, con la ayuda de sus familiares. Con organizaciones solidarias, se recogieron recursos para transformar las cárceles, en muchas de ellas se hicieron reformas, se rehabilitaron los sistemas de aguas negras y se habilitaron baños y sanitarios. Tal transformación se convirtió en un fuerte golpe al Estado y sus clases, pues corrió como pólvora la hazaña lograda por los comunistas, porque en las cárceles del Perú –en las mismísimas entrañas del Estado– mandaba el Partido y no la reacción. La impotencia de Estado frente al auge y triunfo moral y político de los maoístas en las cárceles del Perú, le hizo planear el genocidio en masa de los prisioneros políticos bajo su bota, conjurar con muerte la gran hazaña del Partido.
Frente a la inminente amenaza del triunfo senderista, el gobierno de Alan García dio un trato militar a un tema de regulación civil. Militarizó las cárceles con la marina, pasó a planear el traslado masivo de prisioneros políticos de un penal a otro para ejecutar la masacre. El 18 de junio de 1986, se sublevan varios penales previendo la matanza, el motín logra tomar varios rehenes y se presenta un pliego de al menos 20 puntos, en donde se exigían plenas garantías para la vida carcelaria y la denuncia del evidente genocidio. En las Luminosas Trincheras de Combate el Partido pasó a la espera de la respuesta del enemigo, que bien entraría a negociar o bien a masacrar. Hacia las 2 de la tarde se supo del comunicado hecho por el gobierno de Alan García: “restablecer el orden con la máxima energía que permite la Ley preservando –en lo posible– la vida de los rehenes y rescatando el principio de autoridad.” Tal juego de palabras fue un sofisma, pues cuando el operativo de restablecimiento del orden culminó al amanecer del 19 de junio, ya habían más de 130 muertos, prácticamente no hubo sobrevivientes del PCP en los penales.
En algunos penales la lucha fue más ardua que en otros, por ejemplo en el Frontón, cuando la masacre en Lurigancho ya había sido consumada, se desarrollaba una guerra con características de »guerra convencional”. Los reclusos habían preparado de antemano la defensa del penal durante meses, cavando trincheras y túneles y elaborando armas artesanales como ballestas, hondas, desde las cuales se disparaban flechas, dardos y piedras, también disparaban con armas de fuego recuperadas de los carceleros del penal durante el motín. La respuesta del enemigo se hizo bajo fuego con morteros y armamento pesado. Entre las 5 p.m. y las 3 a.m. del 19 de junio fuerzas de la Guardia Republicana, apoyadas por efectivos navales, comenzaron la destrucción del llamado Pabellón Azul convertido en bastión del PCP. Tras una pausa, a las 4 a.m., entró a arrasar la infantería de Marina usando bazucas y cañones. A las 3 de la tarde, el Pabellón Azul sucumbió ante semejante presión del enemigo abarrotado de cadáveres, heridos y pocos sobrevivientes. “Veinte horas de combate, ni un solo grito de queja ni dolor”, agregaría después un sobreviviente de la matanza. Hecho que testimonia la heroicidad de los prisioneros aquel día.
La lucha de los comunistas en las cárceles y mazmorras de todo el mundo son aleccionadoras y han servido para demostrar su temple y voluntad acerada. Otrora fueron los bolcheviques que convirtieron la deportación y el sistema carcelario zarista en escuelas de lucha. Otrora fue el conmovedor relato de Julius Fucik –comunista checo apresado por los fascistas alemanes en el marco de la Segunda Guerra Mundial y ejecutado después bajo órdenes del Tercer Reich– que desde prisión logró escribir clandestinamente y en difíciles condiciones el conmovedor relato “Reportaje al pie de la horca”. Así y en muchas partes del mundo, los comunistas han luchado por liberar a toda la humanidad del yugo y la opresión de unos cuantos opulentos desde las mismas entrañas del sistema.
En el Perú fue tal la lucha que el Partido empezó a conmemorar el 19 de junio como “Día de la Heroicidad”, y en muchas partes del mundo se recuerda con orgullo aquella fecha legada por la dura lucha desarrollada en los años 80 por los maoístas peruanos. Una lucha desatada en un momento en el que se iniciaba la debacle del revisionismo soviético y la reacción mundial se atragantaba en su griterío de victoria en contra del “comunismo”; un periodo además de grave crisis del elemento consciente a nivel mundial, pues estaba reciente la derrota del proletariado en China desde 1976 y de la que aún no ha logrado restablecerse. Tal hito sigue sembrando de esperanza e ilusión a los oprimidos y explotados que se aprestan a combatir por un mundo mejor.