El estallido social de 2019 en Chile marcó la mayor expresión de crisis social de las últimas décadas en ese país del sur del continente americano; fueron 6 meses de continuos levantamientos populares que iniciaron en Santiago, y rápidamente se extendieron a todo el territorio nacional; el detonante fue un alza en el servicio de transporte público, lo que marcó el inicio de una avalancha de lucha popular que puso en jaque la institucionalidad desencadenando una crisis política, al punto que se fueron generando organismos de masas que ejercían el control de importantes zonas de las ciudades y en varias regiones. Fue un estallido que sacó a la superficie el enorme listado de necesidades insatisfechas del pueblo y la actitud insensible y cínica de las clases dominantes y el gobierno para resolver las más mínimas y básicas necesidades de los trabajadores.
La crisis fue un campanazo de alerta para las clases dominantes y sus representantes políticos, quienes se ahogaban en el mar de revuelta popular tratando de encontrar la forma de ponerle freno a la fuerza portentosa y creciente de las masas. La primera reacción, fue la bota militar, el fusil y la metralla buscando parar la furia popular; fueron varios meses de batallas campales marcadas por una formidable superioridad numérica del pueblo en lucha, contra una acción asesina e intimidatoria oficial buscando escarmentar, sobre todo a la juventud rebelde, quien puso una alta cuota de sangre y lisiados en la dantesca campaña de mutilación de ojos ordenada desde las altas esferas del poder del Estado y ejecutada con saña por sus fuerzas militares.
Pero como ya se ha vuelto costumbre, la sangre del pueblo se transforma en combustible para incendiar más la hoguera de la lucha de clases; así que la reacción echó mano de su segunda opción o su as bajo la manga: el parlamentarismo. Así sus alfiles reformistas avanzaron en el tablero para encabezar una campaña secundada por los falsos revolucionarios. Esa segunda jugada se concentró en las elecciones presidenciales que llevaron al gobierno a una supuesta línea de izquierda acaudillada por Boric, un personaje salido de las entrañas de la lucha popular, quien fue catapultado en los comicios como gran triunfador sobre la derecha y erigido como un supuesto triunfo del pueblo alzado en rebelión. Acto seguido, y ante las evidentes expectativas de cambios profundos, vino la otra jugada: nada de reformas: pero sí la convocatoria a un proceso plebiscitario que llegaría a la cúspide con una nueva Constitución Política que reflejara el sentir y las necesidades de la población.
Así, la caldera del estallido social de 2019-2020, fue apagada temporalmente con las promesas del nuevo gobierno y la redacción de una nueva carta constitucional.
Han pasado casi tres años desde el comienzo del gran levantamiento y 6 meses desde que se posesionó el señor Gabriel Boric. Y del “paraíso prometido”, nada; física y literal basura es lo que ha quedado al descubierto de todo lo que viene del reformismo y sus escuderos oportunistas y falsos comunistas. A los 6 meses de parloteo parlamentario, trapicheo politiquero y más de lo mismo desde el ejecutivo contra el pueblo, se suma ahora el triunfo electoral del “rechazo” en el reciente plebiscito que pretendía aprobar la nueva constitución, que era por cierto la gran bandera de los demócratas y todos sus aliados reformistas, quienes estupefactos vieron como en todo el país, la mayoría de los votantes se inclinaron por el rechazo.
Lo primero que hay que decir al respecto es sobre las cifras; de algo más de 15 millones de personas aptas para votar, acudió el 85,8%, en una votación impuesta como obligatoria para todos; al final, fueron registrados como votos válidos 12.746.000, de los cuales el 61,86% votó por no aprobar la propuesta contra el 38,14% que votó por la aprobación. En Chile desde 2012 el voto venía siendo voluntario, medida revertida para el plebiscito, lo cual sienta un mal precedente para un gobierno que se dice democrático, donde se supone que la mínima libertad de los ciudadanos es el derecho a decidir votar o no, a lo que se suma que a pesar de la medida coercitiva, más del 15% se negó a aceptar la orden.
Las reacciones son diversas, varios sectores del gobierno y defensores de la propuesta redactada, atribuyen la derrota a grandes campañas de desprestigio y desinformación por parte de la derecha chilena, justificando la efectividad de la campaña a errores de ambigüedad en varios textos de la propuesta. También a temas específicos como el del aborto o que se dijera que el Estado chileno debería considerarse como plurinacional. Otros atribuyen la derrota a la composición de la Convención Constitucional, pues aducen que, de los 155 constituyentes nombrados, se había restringido mucho a sectores de derecha y de centro, y eso creaba un sesgo ideológico que afectó negativamente.
En realidad, el triunfo del NO en Chile, más que un rechazo a la letra de la propuesta, es un rechazo al gobierno de Boric, es la forma en que las masas populares expresan su desengaño frente a un gobierno que en campaña prometió ser diferente a los demás, pues se labró su triunfo sobre la tierra abonada del levantamiento popular. Sin embargo, en los 6 meses que lleva, no solo ha dejado de lado el cumplimiento de la palabra empeñada en cuanto a reformas estructurales reales, sino que además ha lanzado sus perros asesinos contra los manifestantes y en el caso de la población mapuche, no le ha temblado la mano para mandarle las fuerzas asesinas del ejército. Así que no se trata de la letra menuda de la propuesta, sino en que haberla apoyado, era apoyar a un gobierno que les ha dado la espalda a los obreros y campesinos.
De la mano con ello está la incredulidad o desconfianza respecto a que una nueva constitución pueda solucionar los problemas; eso explica por qué el rechazo a la propuesta que sí contenía elementos que pudieran ser de interés específico para amplios sectores de las masas, algunos indígenas y campesinos, pero no solo para ellos. Es un hecho que el contenido específico de lo estipulado en una constitución, no es del interés y la preocupación de la mayoría de la sociedad; el pueblo al final de cuentas sabe que todas las constituciones, en mayor o menor medida, están repletas de “bellas ideas” y frases altisonantes como la igualdad, democracia, fraternidad, el derecho a la vida, a la salud, a la educación, al empleo, etc., etc., etc. pero son letra muerta que los gobernantes no cumplen.
Es falsa la idea de algunos sectores de izquierda que atribuyen el triunfo del rechazo a una portentosa movilización de las fuerzas de la derecha, diciendo por ejemplo que luego de la pandemia podían salir masivamente a ejercer su derecho al voto; eso es regalarles a los reaccionarios casi 8 millones de personas, lo cual es producto de un análisis superficial. Lo real es que el pueblo necesita, quiere y exige cambios de fondo, y se ha puesto de manifiesto que el camino parlamentario y constitucional no es una opción para las masas, sino una de las formas que tiene la burguesía para frenar el camino de la lucha revolucionaria, y para ello, las cabezas de esa táctica, son los reformistas, los pacifistas, una parte de la pequeña burguesía, y los “comunistas” de palabra, pero oportunistas y revisionistas de hecho.
Hoy estamos presenciando en Chile una nueva derrota del camino reformista. ¿Quiénes cosechan los frutos de esa derrota? Lo está tratando de hacer la burguesía cuando sostiene a Boric con una imagen de izquierda y lo pone como el perdedor en el plebiscito y como un fracaso en sus primeros meses de gobierno. Pero lo pueden capitalizar los comunistas y revolucionarios si educan a las masas, y sobre todo a sus dirigentes, sobre la derrota del camino reformista que luego del estallido social, que ya cumple 3 años, lo único que ha hecho es congraciarse con los enemigos del pueblo entre otras tantas cosas para frenar la movilización directa y en las calles, con las cuales sí se obtienen resultados reales y se preparan las fuerzas populares para solucionar de raíz los graves problemas que soportan y que las clases dominantes no quieren y no pueden resolver.
Las condiciones objetivas contribuyen a la causa de la revolución por cuanto la persistente crisis económica del sistema agrava aún más la insoportable crisis social y demás contradicciones del capitalismo imperialista moribundo, ocasionando nuevos levantamientos y crisis políticas, haciendo ver con mayor claridad la necesidad de avanzar a una nueva sociedad, a la cual solo se puede arribar con el triunfo de la revolución proletaria.
Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)
Septiembre 12 2022